El picador, tan recio en su carácter, llora sin consuelo, igual que un niño chico, la muerte de un amigo. Toda su fiereza delante del toro se ha quebrado ante lo inesperado e inútil, ante cinco segundos fatídicos que, en una circunstancia distinta, seguramente no hubieran sucedido. Quizá porque están habituados a lidiar con la muerte, los toreros son los seres más humanos que jamás he conocido.
Duros, fuertes, habituados a la lucha… pero también sensible y afectiva. Las cuadrillas – la mayoría de las cuadrillas- son una familia, unidas por los lazos de la férrea solidaridad que nace del miedo compartido.
Todo esto es lo que nos está diciendo este picador que, sentado en una vieja silla de hierro, llora la muerte de un compañero. Recuerdo imágenes iguales tras los percances de El Coli y Montoliu (Y habrá muchas más que yo no conozca), y en ellas hombres hechos y derechos lloran con impotencia y rabia la jugarreta del destino.
Este picador, del que no se su nombre, llora abatido la muerte fulminante del banderillero Antonio Rizo Pastor, herido en el corazón por el toro “BOLERO” de Torrestrella, el 23 de Agosto de 1966 en la plaza de Bilbao.
Se tarda más en contar lo que sucedió que el tiempo que duro el percance: Rizo resbaló al tomar el estribo, y allí, en la barrera, el toro hizo por él y le hirió limpiamente. Así termino todo: El peón Madrileño intento levantarse, como Yiyo, pero la muerte ya se había apoderado de su cuerpo. Rizo, que iba en la cuadrilla de El Monaguillo, no debía haber estado ese día en Bilbao, y tampoco debía haber perdido el pie, pero el Monaguillo cogió una sustitución en esa corrida y el banderillero no midió bien la distancia que le quedaba para saltar la barrera. Lo demás, todo lo que sigue, está reflejado en el rostro de ese picador que compone una mueca de dolor al tiempo que se limpia unas lagrimas humanas y duras…. Lágrimas de torero!
Publicado en Victorio Lr,
Se tarda más en contar lo que sucedió que el tiempo que duro el percance: Rizo resbaló al tomar el estribo, y allí, en la barrera, el toro hizo por él y le hirió limpiamente. Así termino todo: El peón Madrileño intento levantarse, como Yiyo, pero la muerte ya se había apoderado de su cuerpo. Rizo, que iba en la cuadrilla de El Monaguillo, no debía haber estado ese día en Bilbao, y tampoco debía haber perdido el pie, pero el Monaguillo cogió una sustitución en esa corrida y el banderillero no midió bien la distancia que le quedaba para saltar la barrera. Lo demás, todo lo que sigue, está reflejado en el rostro de ese picador que compone una mueca de dolor al tiempo que se limpia unas lagrimas humanas y duras…. Lágrimas de torero!
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