Hay en las galerías bajo tendido de la plaza de Vista Alegre un Museo Taurino dominado por un toro sardo de Miura, de impresionante arboladura, disecado, que, según contaba el anterior conserje, toma vida por la noche y defiende con celo el tesoro que albergan sus vitrinas.
Tal vez sea esa la única razón por la que aún no se ha producido un espolio y permanecen intactos grabados de Goya, capotes de paseo de Costillares, estoques de Cocherito, atuendos del varilarguero Egaña, vestidos goyescos de Ordóñez y ediciones príncipe de añejas tauromaquias, como la de Sánchez Neira.
Todo comienza en 1995, cuando el consorcio formado por el Ayuntamiento bilbaíno y la Casa de Misericordia, institución benéfica que lleva 300 años atendiendo a ancianos sin recursos, que se nutre de los beneficios que genera la feria taurina, deciden engrandecer la leyenda de Bilbao con un museo que recoja la historia del toreo y la filosofía de esta plaza.
Pronto se consiguen las primeras donaciones de coleccionistas de la villa, algunas anónimas, otras con firma indeleble, dando forma y contenido a un museo extenso, que contempla desde la estela Clunia, hasta el cartel del último festejo de Vista Alegre.
El fondo documental es rico, sin que falten fotografías firmadas por Joselito, Belmonte, Cocherito, Martín Agüero, Manolete y otra larga constelación de estrellas de la tauromaquia que vivieron en Bilbao horas felices tras triunfos memorables.
Colgado de una de las paredes circulares de la galería principal se observa el cartel anunciador de la feria de 1897, en que alternaron Mazantini, Guerrita y Reverte con reses de Veragua, Murube, Saltillo y Antonio Martín en cinco tardes de competencia para el recuerdo.
Alfonso XIII, seguidor de toreros, es fotografiado en los corrales de la antigua plaza de Bilbao junto con el ganadero Félix Urcola durante la feria de 1913
También la cara más trágica de la lidia tiene su reflejo en el museo, con fotografías espeluznantes de Granero corneado en Madrid en el ojo, Gaona cogido con saña por un toro en el ruedo bilbaíno y un cartel original en seda de la corrida de Linares del 28 de agosto de 1947
También conserva el museo la montera y las zapatillas que lucía Antonio Rizo en esta misma plaza el día 23 de agosto de 1966, al ser alcanzado por el toro “Bolero” de Torrestrella, causándole la muerte en el acto por una cornada en el tórax.
La instantánea del torero vizcaíno Diego Mazquiarán “Fortuna”, posando triunfal tras haber estoqueado a un toro fugado en plena Gran Vía madrileña el día 28 de enero de 1928, recoge un hecho insólito digno del museo, pues evitó que el bravo ejemplar hiriese a más personas, lo que le valió, a petición popular, la Cruz de Beneficencia.
La obra del genial pintor Luis García Campos, oriundo de Salamanca, novillero en su juventud y muy unido a Bilbao desde edad muy temprana, tiene amplia presencia en la colección, como se deriva de su compromiso con la villa y su aportación de pinturas inspiradores del cartel de la feria.
Cabezas de toro disecadas de hierros legendarios y de toros que han hecho historia en el coso vizcaíno, como la de “Cacareo”, ejemplar de Núñez del Cubillo castaño, con mucha leña, al que Morante de la Puebla inmortalizó en agosto de 2011 al darle fiesta y conseguir dos orejas y salida por la puerta grande.
Ya en el patio de cuadrillas se puede ver la cabeza disecada de “Carjutillo”, el toro de Samuel Flores lidiado con éxito por Enrique Ponce el 22 de agosto de 2003, que exhibe los cuernos más desarrollados que se hayan visto en plaza, ya que entre pitón y pitón median ciento veinte centímetros.
En la actualidad el museo exhibe además los cincuenta lienzos originales inspiradores de los cincuenta carteles de las Corridas Generales desde 1962, año de inauguración del coso, hasta 2012, con firmas del prestigio de García Campos, Etxeberria, Nacho Cano, Olaso, García Ergüin y Nacho Aranduy.
La plaza de toros de Bilbao ha recibido, junto al diestro Enrique Ponce, el premio Paquiro en 2014, uno de los máximos galardones que se otorgan anualmente en España, que distingue el momento más valioso de la temporada anterior y pone aún más en valor el carácter propio y la idiosincrasia taurina de la villa.
Una visita al Museo Taurino de Bilbao permite un recorrido visual por la historia de la fiesta, contemplar enseres únicos, observar cabezas de toro pavorosas y disfrutar de las artes plásticas interpretadas por auténticos maestros con el nexo común de la cultura del toro.
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