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martes, 26 de julio de 2016

Toreo de salón en la ria

  El objetivo era ilusionar a la gente de Huelva con su Feria de Colombinas. Y también hacerla sentir orgullosa de sus toreros, de sus nuevos toreros. Y sacar el toreo a la calle, ponerlo en manos de la gente, de sus dueños. Y recrearse en el bonito marco del recién estrenado Paseo de la Ría. Y disfrutar del lujo de estar toreando con el atardecer único de Huelva como fondo. Y todos ellos se cumplieron en una tarde deliciosa, para el recuerdo…
Hacía calor, un intenso calor, pero desde casi una hora antes del comienzo anunciado, el templete elegido para la actividad entre el Nuevo Colombino y la Ría ya empezaba a llenarse de público. De todas las edades. Pero, sobre todo, de gente joven. Incluso de niños cargados con sus pequeños trastos de torear que pedían a los toreros que se los firmaran. 
Esos toreros eran David de Miranda. Alejandro Conquero y Emilio Silvera. Tres que eran niños como ellos hasta no hace mucho y que ahora son los dueños del presente torero de Huelva y la esperanza de su futuro. Uno de ellos, David, hace cinco años que ni toreaba. Hoy, está a las puertas de su alternativa con José Tomás como padrino. Todo eso, en una provincia, la única en toda Andalucía, que no cuenta con escuela taurina.

Tras la presentación de los protagonistas llegaron sus palabras. Las de David, para reconocer que jamás soñó con una alternativa como la que le aguarda. Las de Alejandro, para reconocer que un día le prometió a su amigo Emilio –cuando éste aún ni quería ser torero- que llegaría el momento en que se midieran en mano a mano en La Merced. Y el propio Emilio, para confesar que su primer paseíllo en Huelva es uno de los momentos que más lleva esperando en su vida. 
Luego los tres se pusieron a torear de salón. A explicar el toreo. Sus claves, lo básico: el modo de tomar los trastos, los secretos de las suertes principales, para qué sirven… Todo, ante la admirable atención de cientos de personas que les miraban como si vistieran de luces y fuera Colombinas.Tras la teoría fue el momento de la práctica. Y los tres novilleros onubenses invitaron a torear con ellos al público que así lo quiso. Y quisieron muchos. Ya no en el templete, sino ante el balcón de la Ría. Con la propia Ría como testigo y el sol yéndose poco a poco. Atardecía y seguía haciendo calor, pero nadie se iba. Aquello era justo lo pretendido: torear al atardecer único de Huelva. Una delicia. Para el recuerdo…
  


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