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viernes, 8 de julio de 2016

"Roca Rey pasa una prueba de fuego"

Una tarde soberbia del joven torero limeño. Perfecta inteligencia con un toro aquerenciado de trato nada sencillo. Y una faena redonda con el más claro de los seis de Fuente Ymbro. Corrida de diversa condición, pero con tres toros de buena nota

Jueves, 7 de julio de 2016. Pamplona. 3ª de San Fermín. 18.000 almas. Muy caluroso, Bochorno. Dos horas de función. Seis toros de Fuente Ymbro (Ricardo Gallardo). El sexto, Soplón, número 66, premiado con la vuelta en el arrastre. Miguel Abellán, silencio tras aviso y silencio. Paco Ureña, silencio y silencio tras aviso. Roca Rey, una oreja y dos orejas.

LOS DOS TOROS DEL lote de Roca Rey fueron distintos. No en todo. Sí en pinta: negro zaino el tercero, castaño albardado el sexto. Y en armamento: abierto y bizco el uno, vuelto y remangado el otro. Imponían por delante. Los dos fueron, sin embargo, de peso pluma para lo que se estila en Pamplona. Poco más de 500 kilos. Uno y otro se acercaron a las proporciones perfectas del toro bien rematado dentro de lo que es la línea primitiva de Jandilla: bajitos, cortos de manos, musculados.
Por lo demás, sacaron temperamento bien diferente. El tercero, blando en dos varas, de querencia inexcusable a la zona de toriles y puerta de corrales, salió encastado. Complicado por la manera de defender terreno y de buscar la querencia cuando Roca Rey lo obligaba y sacaba de esa suerte de redil donde el toro hallaba abrigo. Obligado, el toro metió la cara peleando pero sin resistirse tanto como se presumió de partida. Solo en el tercer muletazo de lo que iba a ser una faena de dominio e inteligencia sobresalientes, el toro arreó a querencia desde las tablas próximas de sol y le pegó a Roca Rey una voltereta terrible y pareció que un puntazo en la ingle.
Fue solo el susto. Repuesto del batacazo, el torero limeño se fue a buscar al toro en su guarida y a darle trato exquisito. Muletazos con la zurda de trazo y suavidad sorprendentes. Nadie se imaginaba que el toro acabara tragando, pero más difícil era imaginar que Roca Rey fuera a resolver la papeleta con tanta autoridad, tanto sentido de los terrenos, las medidas y las distancias. Tan serio encaje, tantos recursos. Tanta cabeza, tanto valor, tan fluida y sencillamente.
Al ataque el torero, pero sin forzar el destino en cuanto sintió Roca que tenía el toro en la mano. La faena se siguió y atendió con clamor creciente. Estuvo cargada de golpes de sorpresa: ligar un recorte con el de pecho a suerte cargada, abrirse hasta los medios cuando ya parecía llegada la hora de cuadrar, adornarse con pases de costadillo muy airosos. Y, en fin, una estocada con vómito. Apoteósico.
Al sexto, protestado por renquear de partida acalambrado y derrengado –solo una falsa alarma- , le hizo Roca Rey un sinfín de virguerías. Los puntos indispensables de su repertorio habitual: los cambiados por la espalda en la apertura de faena en los medios y de largo, los péndulos entre pitones con absoluta frescura, las trenzas sin ceder ni un palmo en el final de exhibición. Sí, todo eso, en ejecución impecable. Pero, además y sobre todo, toreo ligado, ajustado y despacioso en tandas abundantes, tres o cuatro, y todas de llegar tan tranquilamente  al quinto de tanda. Y la genialidad improvisada de un  postre de rodillas que puso la plaza boca abajo. Una estocada en corto y por derecho perfecta. Vuelta al toro, que metió los riñones en dos varas a ley, y un clamor recrecido de las gentes de sol y de sombra. Rendido todo el mundo.
De color bastante más tibio todo lo demás, que no fue ni mucho ni poco. Los dos primeros toros de corrida salieron nobles, se movieron y dieron juego. Abellán anduvo a gusto con el primero, pero en faena demasiado larga. De largo larguísimo pecó Ureña con el segundo, que se pasó muy cerquita por las dos manos, pero demasiado cerquita se acabó poniendo.
Después de la hermosa pelea de Roca con el león tercero –aleonada la estampa porque fue toro muy enmorrillado-, saltaron dos toros de mala nota. Un cuarto jabonero barroso parado y desganado –y Abellán se aburrió- y un quinto cinqueño, altísimo, falto de fuelle y entrega que dio muestras de toro afligido. Con ganas de echarse. Honrada porfía de Ureña. Los seis toros de Fuente Ymbro habían hecho una carrera de encierro fantástica. Como los purasangres.
(COLPISA, Barquerito)

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