Si en general en el bolsillo del aficionado hay menos dinero .
Nada diferente de lo que ocurre con otras muchísimas actividades de ocio y de cultura, incluso con los consumos familiares.ectores opositores, agotado quizás el discurso animalista, acuden ahora con frecuencia a los criterios económicos para contradecir el desarrollo y el futuro de la Fiesta.
Respetando todos los puntos de vista, la realidad contradice ese criterio: el retroceso del número de espectadores y de espectáculos taurinos no es síntoma de ninguna decadencia; lo que único que demuestra es que por la crisis económica
Como argumento justificativo de su decisión de decir “no” a los toros, los responsables del Ayuntamiento de San Sebastián han acudido, entre otros, al argumento de una hipotética decadencia de la Fiesta en base al reducido número de entradas que se vendieron para la Semana Grande. Es curioso que sea una argumentación paralela a la que en su momento hizo el alcalde de Bogotá. Pero, en general, son bastantes los sectores que se oponen a la Fiesta los que vienen acudiendo a este tipo de discurso económico, quizás porque el discurso animalista ya no da más de sí, salvo que se haga repetitivo sobre lo ya dicho.
Sin embargo, si tales tesis se ponen en su contexto natural, el discurso no se ajusta a la realidad; en otras palabras: no se tiene de pie. Es evidente que en lo que va de año se ha reducido el número de espectadores y el número de espectáculos taurinos.
El reportaje que Antonio Lorca publicó en el diario “El País” era contundente. Pero de ahí no se puede deducir que la Fiesta sea algo periclitado y como tal basta esperar a que pase el tiempo para se extinga por causas naturales.
Como se deduce, simplemente, analizando las entradas que se producen en los espectáculos se comprueba que la afición sigue ahí, llenando muchas plazas cuando el cartel está redondeado, aunque luego se retraiga en otros. Y eso lo que quiere decir, lisa y llanamente, es que afición hay, lo que no hay es dinero en el bolsillo para adquirir la localidad para todas las tardes. Esta la verdadera realidad.
Lo acabamos de comprobar, por ejemplo en la feria de Málaga o en la de Valencia, y en estos días en Bilbao o Almería. El aficionado no ha renunciado a su participación en la Fiesta; lo que sí se ha hecho –se ha tenido que hacer a su pesar-- es selectivo: no pudiendo pagarse el abono completo, elige los carteles que más le interesan. Así de simple. Y esto no es decadencia; esto, en el fondo, son causas de fuerza mayor.
Pero esta realidad no es nada nuevo, que deba sorprender en el caso de los toros. Se trata de una realidad que discurre en paralelo lo que viene ocurriendo con otras muchísimas actividades de ocio y de cultura. Los empresarios de salas de cine afirman que se encaminar a perder un 25% de los espectadores, sobre todo con la subida de 13 puntos en el IVA. No tan acusadamente, pero también en cifras preocupantes ha retrocedido la asistencia a los teatros.
Los conciertos musicales en vivo han bajado entorno a más de un 20%.
Y hasta los conciertos de música clásica han perdido por encima del 6% de sus asiduos.
¿Todas estas realidades deben llevarnos a la conclusión de que el cine, el teatro o los conciertos han entrada en una espiral de decadencia? Pues de igual forma que semejante conclusión sería un disparate, hay que afirmar con claridad que tales movimiento de decadencia no se dan en la Fiesta de los toros. Tendremos dificultades, porque la crisis golpea generalizadamente a todos, pero son las mismas que afectan a otras actividades y a la propia economía doméstica.
Por eso, podremos discutir, que el aficionado es muy propicio a ello, cuál el camino para revitalizar las fórmulas más ortodoxas del toreo, cuál es el momento de tal o cual torero, de si a esta ganadería le ocurre esto o aquello, o si tal o cual feria tiene mejores o peores carteles… De lo que se quiera. Pero una cosa hay que dar por segura: más allá de circunstancias económicas, la afición está ahí.
Con el bolsillo más vacío, pero ahí, esperando esa tarde grandiosa que escriba nuevas paginas en los Anales del Toreo. Y a que pase la tormenta y el bolsillo dé para más. Nadie pierde su abono por capricho.
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