Quienes se desplacen hasta la pequeña localidad guipuzcoana para ver los toros podrán saborear una manera de entender la fiesta muy distinta a la que se vive en el resto del país.
Ir a los toros en la localidad guipuzcoana de Azpeitia es una experiencia que todos los aficionados que se precien deberían probar, al menos, una vez en la vida. Como si de una Meca se tratase, quienes se desplacen hasta la pequeña localidad guipuzcoana recorriendo el valle de Urola para ver los toros podrán saborear una manera de entender la fiesta y una forma de gestionar la plaza que, prácticamente, apenas podrán paladear en el resto del país. Y decimos paladear porque es así, porque desde que se pisa el pueblo se puede sentir que los días que hay festejo, Azpeitia respira un ambiente especial.
Perfectamente conservada a pesar de que se construyó en 1903, celebra los festejos en honor de la fiesta de San Ignacio de Loyola, fundador de la compañía de Jesús y oriundo de la localidad azpeitarra.
La primera gran diferencia radica en que aquí no hay empresas al uso al mando de la plaza ni tampoco concurso público alguno para gestionarla. En Azpeitia es una comisión la que trabaja para la organización de los festejos taurinos.
Además, los beneficios una vez cerradas las partidas de gastos e ingresos se destinan a diferentes entidades benéficas de la localidad.
Si hubiera pérdidas, los miembros de la comisión tienen firmado ante notario que deben responder por ellas.
Este grupo de trabajo lo encabeza Joxin Iriarte, también apoderado de Curro Díaz, junto a Javier Beobide y Txetxu Iriarte. Cuentan también con la inestimable ayuda del sevillano Mariano García Romero, el popular hostelero de la cafetería Donald de la calle Canalejas, quien lleva casi tres décadas acudiendo a la feria sin faltar ningún año.
Amigo íntimo de Joxin hasta el punto de considerarlo su hermano, siempre está ahí para lo que haga falta.
Va al campo a ver los toros, coordina las reservas de los hoteles, busca un restaurante para quienes lo necesiten, lleva a un grupo de monjas a visitar los corrales, abre y cierra las puertas para que los toros queden enchiquerados antes del festejo o intenta solucionar cualquier cosa que necesite un torero, un periodista o un monosabio poco antes del festejo. Como se dice taurinamente, siempre está al quite.
Y siempre con la simpatía y el gracejo habitual que dar el haber nacido en Camas, pueblo taurino por antonomasia.
En contra de cómo se hace en muchas plaza de España, Azpeitia ofrece al aficionado la posibilidad de presenciar antes del festejo los animales que se van a lidiar. Una tarea muy vistosa pero que entraña mucho riesgo y en mucha ocasiones, disgustos.
Mientras más se muevan los animales de un sitio a otro y puedan ponerse más nerviosos con el público y el ruido, más posibilidades hay de que se puedan dañar los pitones en algún derrote y queden completamente inutilizados para la lidia.
Este año ocurrió con dos toros de Cuadri y hubo que traer dos animales más desde la finca de Trigueros (Huelva). 1.000 kilómetros más de transporte para llevar a los animales y otros 1.000 para devolver a la finca los toros que se habían dañado.
A pesar de estos riesgos, unos días antes de que se celebre la primera corrida se celebra el desencajonamiento.
Ahí, los animales salen directamente desde el camión que los ha traído del campo al ruedo de la plaza, abierta completamente al público, para ir pasando posteriormente a los corrales de la plaza a la espera de ser lidiados. Es la oportunidad para que los aficionados puedan conocer de primera mano cómo es el producto por el que van a pagar una entrada. Sin trampa ni cartón.
El toro íntegro y la transparencia son la principal premisa de la comisión azpeitarra.
Pero esta no es la única oportunidad del aficionado de ver el producto que va a consumir y por el que va a pagar una entrada.
La mañana del festejo, después de que las cuadrillas y los apoderados hayan consensuado los lotes de los toros y se haya realizado el sorteo, los aficionados pueden subir a los corrales por un módico precio para ver el apartado.
Esto no es más que pasar uno a uno los animales a un corral para que desde ahí quede ya apartado en su chiquero individual desde el que saldrá directamente a la plaza para ser lidiado.
Esta operación también requiere mucho tacto y conocimiento del comportamiento del toro bravo dado que el animal puede ponerse nervioso y también inutilizarse por un inoportuno derrote.
En Azpeitia manda el toro.
El público que acude a la plaza es más torista que torerista y, por lo tanto, quiere ver un tipo de toro y unos encastes que habitualmente no matan las figuras del toreo. Es más, lo primero que hace la comisión de la plaza es fijar las ganaderías que se lidiaran y reseñar en el campo los toros que viajaran hasta el valle de Urtola.
Ellos mismos, o unos íntimos colaboradores, serán los encargados de visitar las fincas para señalar los animales elegidos.
Nada de veedores de toreros ni intermediarios.
Menos comisiones a pagar y más recursos para las entidades benéficas a cambio, eso sí, de quitarle mucho a la tiempo a la familia y compatibilizar esta actividad con el trabajo. Una vez definidas las ganaderías, es hora de ponerse en contacto con los matadores de toros.
Normalmente, la comisión busca aunar veteranía y juventud al tiempo que se premia a quienes hayan triunfado el año anterior, ya sean toreros o ganadores.
Aquí sí se cumple la máxima de que los triunfos en el ruedo sirven en los despachos, ya que prácticamente aseguran un nuevo contrato para la feria de San Ignacio del siguiente año.
Visto los resultados de la feria recién terminada, es seguro que en 2019 repetirá la ganadería gaditana de Ana Romero, que vuelve a ser la triunfadora del ciclo, y si no tienen inconveniente seguro que se acartelan de nuevo Emilio de Justo (triunfador de la Feria) y el sevillano Pepe Moral.
Presenciar una tarde de toros en Azpeitia, como decíamos, regala a la vista una multitud de estampas costumbristas que quienes solamente acuden a las grandes ferias es difícil que puedan verlas y sentirlas.
Por el contrario en Azpeitia es habitual ver llegar al rejoneador local Igor Etxaniz con el caballo con el que abrirá plaza en el remolque de su propio coche y entrando a pie con el caballo por el mismo patio por el que se accede a parte de la grada y en el que están trabajando mulilleros y monosabios.
Pocos metros más adelante, el patio que por la mañana era corral y escenario del sorteo, por la tarde se convierte en patio de cuadrillas, puerta de arrastre y también desolladero mientras los espectadores se mezclan con el empresario, los cuadrillas y los matadores de toros.
Durante el festejo, percibirán un gran interés por que la suerte de varas se haga de forma correcta y, antes del arrastre del tercer toro podrán presenciar cómo todo el público se pone de pie y los matadores salen al piso piso mientras la banda de música interpreta el Zortziko. Esta es una composición fúnebre en memoria de José Ventura Laca, un banderillero de la vecina Deba que falleció colocando un par de banderillas en la plaza de Azpeitia y que es recordado siempre que hay festejo en el coso azpeitarra para dar más solemnidad e importancia a lo que se está desarrollando en el ruedo y para no olvidar que el toro te lo puede dar todo pero también te lo puede quitar.
Por ello, quien manda en Azpeitia es el toro.
Sin él, no hay fiesta.
Por Antonio Delgado Roig.
No hay comentarios:
Publicar un comentario