Un punto muy débil en esta plaza de Pamplona suele ser el de la presidencia, de ahí tantos errores como el del martes, de la presidenta de turno que sacó dos veces el mismo pañuelo equivocando al propio torero, López Simón, que se creyó con dos orejas. Sin embargo ayer se impuso la seriedad en la actuación del presidente, muy firme al negar una segunda oreja a Rocas Rey en su primer toro y eso es de tenerse en cuenta.
Sí, porque Roca Rey es ya mismo el nuevo amo de esta plaza, por su frescura, valor auténtico, mucha variedad y una espada letal. En sus dos toros de ayer el peruano impuso su ley, la de convencer por la vía de un tremendismo sin zafiedad y una variedad que se agradece. Es verdad que se llevó el mejor lote de la deslucida corrida de Cuvillo, pero siempre apretó a fondo, sin convencer nunca en el toreo fundamental pero poniendo a hervir los tendidos con sus pases cambiados de rodillas , su improvisación en la cara del toro y su forma de irse detrás de la espada, como una vela.
Con ese toreo para mayorías sin grandes exigencias Roca Rey se llevó ayer el botín de tres orejas y la salida en hombros. Sin embargo lo más técnico, ante un lote odioso por descastado y de mal estilo lo hizo Antonio Ferrera, soportando esas embestidas por las nubes y esos derrotes en el remate del muletazo. Superó con recursos su lote y otra vez se estrelló con la espada.
Ginés Marín fue ayer un alma en pena, triste y sin ideas ni recursos mentales, ante dos toros que no permitían lujos pero a los que un torero joven con proyección como él está obligado a jugársela y no resignarse a algún muletazo suelto de calidad como en el sexto. Que se fije en el espejo de su compañero de ayer...
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