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martes, 7 de noviembre de 2023

Sobre el ‘niño prodigio’

 


EL TORO, POR LOS CUERNOS

La presentación con picadores de Marco Pérez, el joven novillero salmantino, el pasado 15 de octubre, en la localidad francesa de Istres, fue un fiasco. El término puede parecer áspero, pero es la verdad. Sencillamente, el espectáculo no respondió a lo esperado y fue decepcionante. El canal televisivo Onetoro lo promocionó como el gran acontecimiento del año, y no fue así. Es más, la sorprendente euforia triunfalista de los comentaristas, -David Casas y Domingo López Chaves, matador de toros retirado hace pocas fechas y debutante ante el micrófono-, que parecían estar hablando de su propio hijo, no fue capaz de mantener el interés de un festejo que se desmoronó en cuanto el primer novillo hizo acto de presencia.


Lo primero que llamó la atención es que el espectáculo se celebrara en Francia. ¿Por qué? ¿No hay plazas en España para la presentación con caballos de este novillero? ¿Acaso porque el apoderado del torero es francés?

Y cuando el primer novillo, también nacido en ese país, asomó por la puerta de chiqueros, se descubrió el pastel. Aquello no era la puesta de largo de un novillero, sino un ridículo montaje que, curiosamente, no beneficiaba a nadie: ni al torero, ni al ganadero, ni a Onetoro, ni a la afición ni a la tauromaquia misma. Aquello era una insólita burla, y los primeros que quedaron en mal lugar fueron los organizadores.

No es fácil adivinar qué pretendían, ni estaba nada claro el motivo que justificaba tamaño error, porque las imágenes no aportaron beneficio alguno al torero a los ojos de los miles de aficionados que, por primera vez, presenciaban una actuación suya.




No se ponen en duda las extraordinarias condiciones taurinas de Marco Pérez, su conocimiento natural, su precocidad, su desparpajo y su capacidad para ser un día figura del toreo; lo que está en entredicho es el trabajo del equipo que dirige su incipiente carrera.

Al joven torero, que acaba de cumplir 16 años, lo han encerrado en una urna de cristal, lo han separado de sus compañeros, lo presentaron con éxito en un festival en La Maestranza, repitió la gesta en solitario ante cuatro erales en Las Ventas el pasado San Isidro, se lo llevaron a Istres para su debut con picadores, donde la labor de los montados fue meramente decorativa, y volvió a España para hacer el paseíllo, el pasado 21 de octubre, con Talavante y Perera en un festejo mixto en la localidad abulense de Arenas de San Pedro.


Es decir, a Marco Pérez lo han entronizado como ‘niño prodigio’, lo que tiene algunas ventajas y excesivas dificultades en cualquier aspecto de la vida y no digamos en el toro.

En primer lugar, tal consideración no garantiza el triunfo futuro; en la historia reciente hay más de un caso de chavales que entusiasmaron de niño, gozaron de soñadas salidas a hombros, y hoy… Porque la vida da muchas vueltas y las burbujas de algodón no son las mejores compañeras.


Ellen Hansen Sandseter, una prestigiosa investigadora noruega, profesora en la Facultad de Educación Infantil de la Universidad Queen Maud en Trondheim, ha escrito en uno de sus trabajos que “la mejor protección que podemos ofrecer a un niño es dejar que corra riesgos”. No se refiere, claro está, a quienes pretenden triunfar vestidos de luces, pero su reflexión bien podría asimilarse a la corta trayectoria de Marco Pérez.

Este novillero no ha participado en las competiciones sin caballos que se organizan en distintas comunidades autónomas ni en los reconocidos y dificultosos certámenes en los que los aspirantes a la gloria deben superar exámenes nada fáciles para sus anhelos. Marco Pérez ha alcanzado el escalafón superior sin los riesgos que han debido sortear sus compañeros, a los que no ha tenido oportunidad de conocer en el ruedo.

Su apoderado, el extorero francés Juan Bautista, anunció el día de Istres que el novillero viajará este invierno a América y el año próximo competirá con los de su escalafón. Es lo menos que se puede esperar; y el tiempo será el mejor juez de sus posibilidades si de verdad corre los riesgos inherentes a quien pretende llegar a la alternativa con el visto bueno de la afición.

Todo lo demás suena a montaje que no merece ningún niño con condiciones innatas para la profesión de torero.

Seguro que su apoderado, su familia y su entorno más cercano están convencidos de que han hecho lo correcto, y ojalá tengan razón, pero el entusiasmo desmedido no es el mejor aliado. Sí lo es cuidar a quien se considera un diamante en ciernes, pero los algodones de ahora no frenarán los posibles accidentes del porvenir.

Marco Pérez tiene toda la pinta de que puede ser alguien con autoridad en el mundo del toro, pero solo lo será si le permiten correr riesgos, si le permiten que se caiga y que aprenda a levantarse.

Ojalá la aparición de Marco Pérez revolucione la novillería durante la próxima temporada; ojalá su presencia promueva la competencia e impulse la organización de festejos. Ojalá triunfe y se erija en la nueva esperanza. Para ello es imprescindible que lo dejen volar, que abandone los festejos extraordinarios y se enfrente a novillos con pitones.

Solo así, sin burbujas ni algodones, sin euforias ni entusiasmos desmedidos, Marco Pérez podrá demostrar que quienes creen en él no están equivocados. En suma, que la próxima temporada será crucial para él.

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