Bajarse al albero es llegar al terreno de los dioses. Tocar la gloria sobre ese tapete es haberlo llenado de toreo una tarde en la que el toro tiene importancia y el torero se siente, se rompe frente a una plaza para reclamara esa condición de héroe.
Tocó el cielo Miranda en el toro de su alternativa. Un victoriano de nombre Distante, marcado con el número 42, negro de pelo que tuvo la impronta de bravura y nobleza que ese momento necesitaba. Y Miranda estuvo en torero mientras la Merced guardó silencio para escuchar cómo se hacía maestro un chiquillo que hace apenas cuatro temporadas andaba soñando serlo, sin imaginar que la tarde de ayer le iba a dar grandeza de torero. Se la ganó él, aprovechando la bravura y nobleza de ese primero de la tarde al que cuajó con valentía y templanza en el capote.
Muriel y Pereira saludaron tras dejar con lucimiento los rehiletes sobre el morrillo.
Dejó llegar el triguereño la tarde en ese brindis emocionante a la madre. ¡Cuánto aprieta eso! Faena maciza, sin dudas, con poder, con temple y mando para tirar sin concesiones de la bravura de un toro que acompañó la exigencia que tuvieron esos muletazos al natural. Tres series importantes, sereno el toreo, limpio el trazo y rotundo el remate. Exigencia de sitio para robárselo en un alarde de torería a milímetros del pitón. Después, un tramo más de toreo, pausado, ya aprovechando los últimos recursos de un toro que también respondió por el pitón derecho. Cuajada la faena, el remate llegó rotundo por las dos partes. En la estocada el torero; en la pelea el toro que lanzó seco y certero el derrote a la cara del torero hasta dejarlo en el suelo. Tal y como se supone una faena con la gloria en juego. Llegó con las dos orejas en manos del triguereño, abriendo a la tarde el inicio de acontecer importante.
Nada más recoger los trastos devueltos por Miranda, José Tomás reclamó su sitio en el festejo manejándose con suavidad capotera en el segundo de la tarde. Estatuarios para acompasar el inicio. Galopó con buen tranco el animal y las verónicas le pausaron el ritmo para dejarle entregado en un capote que no hizo daño y que además se vino a ceñir apretado en dos chicuelinas sin ceder terreno.
Midió fortaleza desde el caballo, en una buena vara, Vicente González.
Mayor nobleza que fuerza en este toro al que la faena llegó marcándose con mucha suavidad en el trazo hasta hacerse bella al natural, sin ceder terreno y rematando con sabor, con torería sin ira. José Tomás administraba el toreo con inmensa naturalidad. La suficiente como para no afligir la medida fuerza del animal que se entregó hasta el final a ese temple que ayudaba a llevarlo cosido a la muleta. Unas ceñidas manoletinas precedieron a una estocada tendida que fue suficiente.
Andándole en torero se sacó el de Galapagar al cuarto hasta los medios. Otro buen toro dentro de una corrida que tuvo en éste al más bravo y completo toro del encierro y al que Iturralde midió en una suerte de varas exquisita con un puyazo de maestro para atemperar bravura.
Antes, se quitó la montera por dos buenos pares Miguel Martín para saludar la sincera ovación del tendido.
Toreo suave, que tuvo con la zurda la mejor expresión de un muletazo suave, cadencioso, que a poco del remate, rendía una y otra vez a la plaza. El toreo a más. También el toro. La tarde acarreando oles y palmas batiéndose el cobre desde el tendido, mientras las series se iban escapando una tras otra llenas de mando y toreo bueno por ambos pitones. Tan fácil que no preció intenso, pero lo fue. Muleta de seda pero con el mando llevando con la mano muy baja el compás de un toro que exigía eso. Otra vez la tarde en ese terreno de dioses, dejando llegar palmas por Huelva en la que posiblemente haya sido tarde más intensa y completa que Tomás haya cuajado en la Merced.
Le negó el tercero a López Simón la condición de temple de sus hermanos. Con genio y sin ritmo en el viaje, Viajero no terminaba de entregarse, pero el madrileño le aguantó con valor esa lucha por el sitio de la faena. sin perderle terreno y mandando, hasta que el toro mandó todo a freír pimientos y se acordó de la plácida soledad del chiquero.
En esos terrenos, aprovechó López Simón para imponer su valor ante un toro que terminó despreciando cualquier atisbo de lucha y se escapaba con descaro por esa ventana que la muleta enseñaba hacia las tablas.
Se desquitó el torero en el quinto. Teniendo claro que era por bajo y mandando, Simón completó tres grandes series con la diestra sin dejar irse al toro. La plaza crujió de nuevo cuando aquella ligazón le llenó otra vez de emoción el ánimo. Más torero que toro, y la mente despierta para entender que aquello era pronto y a la mano. Cuando lo intentó también por la izquierda, se desbarató el toro, sintiéndose podido.
La faena estaba hecha y el diestro se tornó empecinado estoqueador en la suerte de recibir en el centro del ruedo, mas a esas alturas de la faena ya no estaba para exquisiteces la cosa, así que al volapié llegó una de las grandes estocadas de la tarde. Y dos orejas más. Las justas para que acompañara a sus compañeros por esa Puerta Grande, que con la noche ya cuajada, se llevó a los tres en volandas camino del hotel. PACO GUERRERO, HUELVA
Ficha del festejo:
Toros de Victoriano del Río, aceptablemente presentados, nobles pero mansos y en el límite de las fuerzas, a excepción del manejable cuarto.
Toreros: José Tomás, de caldero y oro: estocada trasera (dos orejas); y estocada caída (dos orejas con petición de rabo).
Alberto López Simón, de frambuesa y oro: pinchazo y estocada trasera (ovación tras aviso); y estocada desprendida (dos orejas).
David de Miranda, de blanco y oro, y que tomaba la alternativa: estocada baja (dos orejas); y pinchazo y estocada (ovación).
En cuadrillas, Fernando Pereira y Pedro Muriel saludaron en el primero, y Miguel Martín y Pedro Contreras hicieron lo propio en el cuarto y sexto, respectivamente.
El coso de la Merced registró un lleno de "no hay billetes" en tarde de calor.
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