Miura, un saldo impresentable que ofende a su historia y a Madrid
La leyenda de Miura sigue llevando la gente a la plaza como se demostró ayer. Una leyenda que se estrelló en Madrid con la inaceptable presencia de los toros enviados a San Isidro por los ganaderos del histórico hierro sevillano. Esta corrida con otro nombre, ponga usted Garcigrande, o Juan Pedro, no pasa el reconocimiento. Hasta el sector más torista y por lo tanto más cercano en su identidad con esta ganadería, protestó cinco de los seis toros que saltaron al ruedo.
Madrid, domingo 3 de junio de 2018. Feria de San Isidro. Toros de Miura. Corrida mal presentada y de escaso juego. Rafaelillo, silencio tras aviso y silencio; Pepe Moral, ovación con saludos tras aviso y silencio; Román, silencio tras aviso y palmas. Entrada: Casi lleno.
Lo afirmó sin dudarlo: es la corrida de Miura peor presentada que recuerdo en plazas importantes. Un insulto a Madrid y a la propia historia de Miura por parte de los ganaderos que la enviaron y de los veterinarios que la aprobaron. De tan infame saldo se puede salvar el sexto toro, un auténtico miura por su honda caja y su expresión.
El juego de los miureños se desenvolvió con reacciones más moruchas que bravas. El primero, de aviesas intenciones, puso a Rafaelillo contra las cuerdas. Se defendió entre regates como pudo, evitando el hachazo en la embestida. Le costó un mundo el descabello. El cuarto hacia hilo con la humanidad del torero y Rafaelillo lo trasteó sin gran convicción hasta donde pudo.
El segundo toro le permitió a Pepe Moral unos momentos de indiscutible brillo, especialmente una tanda de naturales de trazo y temple impecables. Fue el minuto de oro de la tarde y de Moral porque el quinto desarrolló todo un arsenal de criminales intenciones. El tercero solo se peleó contra las tablas, de salida, porque en la muleta apenas embistió como cualquier vulgar manso. En el sexto Román se estiró por ambos pitones hasta donde fue posible, y fue muy poco posible.
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