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martes, 14 de febrero de 2012

Jaque al el Rey

Ante la ausencia
injustificable de El Juli.
Si se aplica estrictamente la lógica, no hay explicación posible que justifique con fundamento que uno de los dos grandes triunfadores de la edición de 2011, Puerta del Príncipe incluida, no entre ahora en los planes de la empresa Pagés. Junto a Morante y Manzanares, el madrileño forma hoy por hoy un trío de presencia obligada en los carteles sevillano.
En consecuencia, la empresa debe atender los intereses de los abonados y aficionados. Negar eso es tanto como negar la evidencia. Si con el pelito audiovisual de por medio ceden ante las peticiones de Alejandro Talavante, por citar un ejemplo real, resulta un sinsentido que ni hayan llamado al apoderado de El Juli.
La empresa aducirá el hipotético sobrecoste de lo que ya bien podemos denominar el canon taurino audiovisual. En este caso, como antes en las Fallas de Valencia, el argumento tiene un punto de falaz. Primero, y principal, porque difícilmente pueden aducir un incremento de los costes; tanto porque van a pagar un tanto alzado por todo el G-10, toreen los que toreen, como porque ese canon lo que en realidad produce es un reparto distinto de los dineros que abona Canal + con respecto a lo que como hasta ahora se hacía.
Si la empresa --la de Sevilla como todas las demás-- aducen esa razón económica, por lo visto no se dan cuenta que están reconociendo lo que los toreros denuncian y con razón: la parte del león de los derechos hasta ahora iba a sus arcas, en medio de un reparto escasamente equilibrado.
Pero si empresarialmente hablando miramos más allá, aducir la tesis de esta especie de canon no deja de ser un salida por la tangente. Como se estudia ya desde el primer curso de Económicas, lo que define a un empresario --de toros o del ramo que fuere—es, justamente, la gestión de la complejidad. Quien mirando hacia los intereses de sus clientes no sabe gestionar situaciones complejas, en las que se entrecruzan intereses y oportunidades de muy distinta naturaleza, no debiera llamarse empresario, sencillamente porque no lo es.
El binomio Canorea-Valencia no tiene un problema: tiene una complejidad más en su gestión empresarial. Por eso, la empresa no puede acudir a agarrarse en el clavo ardiendo de lo audiovisual para tirar por la calle de en medio.

Tiene unas obligaciones morales contraídas con los aficionados que son de necesario cumplimiento. Y, en consecuencia, debe afrontar su solución negociando cuando haga falta para atender a una de sus obligaciones principales: responder a los intereses de sus clientes.
El aficionado suele ser un cliente pacífico, sobre todo hasta que se sienta en el tendido. Pero si luego no se siente debidamente atendido, con quien la emprende es con el organizador de aquello que le ha disgustado. Y base de irlos defraudando tarde a tarde se ha conseguido echar ya a demasiado gente del tendido.
Por tanto, lo que procede es que Canorea y Valencia se sienten hablar y negociar todo el tiempo que sea necesario, hasta alcanzar una fórmula de acuerdo razonable para todas las partes. Y eso es posible. Solo necesita que se aporte la voluntad de alcanzar ese acuerdo. Si con el susodicho canon en vigor se ha podido alcanzar con Morante o Manzanares, no pueden aducir razón alguna convincente como ni sentarse a negociar con otras figuras

1 comentario:

MARIN dijo...

Que malos son los dineros Pepe. Uno que se comia la parte del pastel de los otros tres y los otros tres mosqueados (con razón). Ahora no sabemos si los otros tres piden su parte (cosa lógica) o piden su parte mas la del vecino de al lado.

Y mientras unos y otros se ponen de merengue hasta el culo, yo este año me voy a gastar el dinero de los toros de Sevilla en agua pa las lechugas del campo. Es que no llueve. ¿A los toros? ya vendran tiempos mejores... si vienen.

En fin Pepe... los dineros, que son mu malos