Llevamos un comienzo del otoño en el que todo son cambios, muchos más que ocasiones anteriores. Si es que de verdad quieren jugar la partida que hay encima de la mesa, el más relevante podría acabar siendo la llegada a la presidencia de la Unión de Toreros de Juan Diego, en sustitución de Manzanares, que se queda con las demás figuras en un segundo plano.
Y junto a eso, el hecho que la mayoría de las figuras ya queden desligadas de los grandes grupos empresariales, que abre la posibilidad a romper la monotonía, si los protagonistas apuestan por ello, que no es fácil
.Tradicionalmente siempre fue octubre un mes muy propicio para los cambios.
Unos y otros hacen sus balances –liquidaciones de ingresos y gastos, también-- y sacan sus conclusiones. Pero este 2013 viene siendo más fuerte de los normal; ya no son vientos de cambio, ya se están convirtiendo en vendaval.
Ha cambiado de manos la ganadería de Monte la Ermita, que ahora queda en la órbita de la familia Fraile. Se ha dado entrada a Juan Diego en la presidencia de la Unión de Toreros, con las figuras retirándose de la primera línea. Los cambios de apoderados ya pasan de la docena y media.
Por cambiar, hasta Juan José Trujillo, que parecía el hombre de toda confianza de José María Manzanares, ha decidido irse con Alejandro Talavante. Y ya en una especie de “más difícil todavía”, se cambia hasta de jefe de prensa, como acaba de hacer Iván Fandiño.
Como es normal, los cambios de apoderados siempre vienen debidos a la comprensible aspiración de vivir tiempos mejores. En muchas ocasiones, de estos mismos cambios nacen las modificaciones en las composiciones de las cuadrillas. Que un criador ceda sus camadas a otros, entra en estos tiempos dentro de la lógica económica. Quizás por todo esto resulta más llamativo el relevo en la presidencia de la Unión de Toreros, como si fuera antesala de unos nuevos posicionamientos de las figuras.
Lo de la Unión de Toreros
Por lo pronto, con el nombramiento de Juan Diego como nuevo presidente se da carta de naturaleza a lo que ya venía siendo habitual: era el torero salmantino el que habitualmente asistía a las reuniones intersectoriales. Y por cierto, con bastante buen criterio, según cuentas algunos de los que han compartido estas reuniones.
¿Pero es sólo eso? Más bien parece que las figuras han preferido retroceder un paso, para que sea alguien que no tiene que discutir a diario con las grandes empresas --y por tanto, más libre de compromisos-- quien pase a gestionar los intereses de la Unión. En el fondo, y aunque en este caso no haya retribuciones económicas por medio, es lo que viene ocurriendo en muchas organizaciones profesionales: profesionalizar dentro de lo que es posible la gestión, poniendo a su frente a alguien que pueda dedicarse a ello a tiempo completo.
Si esta hipótesis fuera cierta, la verdad es que puede ser un cambio importante. Sobre todo, en la medida que facilite que la Unión --a la que hace unos días le sacaba los colores Juan Bautista-- tenga un mayor grado de representatividad entre la profesión. En momentos tan críticos como los actuales, la profesión necesita sobre todo unidad, que es lo que hoy no tiene.
No hay más que otear lo que viene ocurriendo, cuando en nuestros días eso de pasar por el tubo afecta a tantos, no sólo a los modestos. Nos asombraríamos si se convirtieran en datos reales y comprobados --empeño inútil en un mundo tan opaco-- todo lo que se dice acerca de las condiciones de contratación de no pocas figuras.
Entre las habladurías --que son eso, habladurías-- hay casos curiosísimos y llamativos. Sin ir más lejos, el de una figura que firmó una feria española con la vaga promesa de verse económicamente compensando luego en la temporada americana.
Sin embargo, para que el nuevo presidente pueda poner un poco de orden en todas estas cosas, hace falta que no haya descuelgues posteriores, sobre todo en lo que se refiere a las figuras. Y los toreros, ya se sabe, siempre han sido un puro descuelgue de los acuerdos gremiales.
Pero importante puede ser, además, la presencia de un presidente a tiempo completo si contempla bajo la óptima del Plan Nacional de Tauromaquia, ahora en preparación.
El Plan será más o menos ambicioso; en el fondo, eso dependerá al final de lo que diga el ministro Montoro, que es quien tiene la llave de la caja.
Pero, aunque no vaya hasta donde pudieran desear, a ese Plan hay que sacarle partido, hay que implicarse en su desarrollo, si es que se quiere poner en primera línea los intereses legítimos de los toreros. Aunque sólo sea orientándolo en la buena dirección, ya habrían hecho mucho.
Los apoderamientos
Pero si de ahí saltamos a los cambios en los apoderamientos, hay casos y casos. Lo más frecuente es que se busquen mejores resultados. Se trata de una meta de difícil medición. Sobre todo cuando hoy tanto el mango como la propia sartén están en cuatro o cinco manos tan sólo.
En este sentido, más trascendencia habría que concederle a la decisión de Alejandro Talavante de irse con Curro Vázquez, abandonando la arropada comodidad de la casa de Taurodelta. Con este cambio, a día de hoy sólo una de las figuras de peso sigue ligada a uno de los grandes conglomerados empresariales: Manzanares y la Casa Matilla, dejando al margen el caso peculiar de Morante y su contrato con la multinacional mexicana que ahora lo representa. Ponce, El Juli, Perera, Talavante, Fandiño…, todos ellos optaron por ir por libre. Incluso Castella, ligado a un representante de la Casa Lozano, se le ve que va a su aire. Se plantea, pues, una nueva relación de fuerzas.
Por lo demás, se observa como hay cambios que, sobre el papel, representan un avance, como la entrada de Simón Casas en el equipo que dirige la carrera del emergente Manuel Escribano, se presupone que para incluirlo en todas las ferias. Otros en cambio, sin conocer sus interioridades aparecen como más dudosos, como es el caso de la ruptura entre Alberto Aguilar y José A. Campuzano.
Pero los cambios nacen, sobre todo, con el propósito de intentar meter la cabeza en un circuito cada vez más cerrado. A este respecto, Alejandro da Silva --que no ha nacido para diplomático, desde luego-- lo ha dicho en su twitter con todas las letras: Lamentable la falta de sensibilidad que el sistema tiene con muchos toreros, cuando prevalece el intercambio de cromos, “conduciendo a algunos toreros como si de un rebaño de ovejas se tratara”
.Y en medio de todo emerge Simón Casas, que en la actualidad pasa por ser el preferido de las figuras. El caso del organizador francés no se puede despachar en cuatro líneas. Se ha metido en demasiados huertos como para seguir considerándole como ese verso suelto que dinamiza el pelotón. Y no deja de ser curioso que lo mismo que participa en la gestión de Taurodelta a la vez vaya por libre en otras cosas. Algunos le adjudican ambiciosos propósitos a un futuro inmediato. Lo único seguro es que Casas se trabaja las cosas y de alguna forma y medida es un rompedor del status quo.
El caso de las cuadrillas
Singular ha sido siempre la política de cambios en las cuadrillas.
Mirar hacia la historia de la Tauromaquia es bastante curioso a este respecto. Se encuentra uno con los casos más diversos. Un ejemplo: no hace tanto tiempo una figura entre las de plata cambió de matador porque el nuevo le garantizaba hacer la temporada americana, cuando eran tiempos en los que torear en América resolvía muchos problemas económicos.
Pero sin salirnos de la propia historia se comprueba que en una mayoría de casos lo que resulta muy frecuente es que los cambios nazcan de las dificultades que se dan en esa convivencia casi diaria de una punta a otra de la geografía en el coche de cuadrillas. Objetivamente, no es fácil.
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