Morante del Olimpo
En Bilbao habló con Chicuelo, que es como hablar con Dios. La conexión con el Olimpo del toreo se produjo en el quinto con la contrarréplica a unas chicuelinas muy mediterráneas de José María Manzanares y a todas las chicuelinas que han arrastrado por la negra arena de Bilbao el sagrado nombre de Manuel Jiménez.
Morante borró del mapa todos los aleteos, trallazos y chicotazos y ensalzó el lance del torero de la Alemeda a unas cotas inmarcesibles de belleza y barroquismo.
Creció la marea viva del quite como en las noches de luna llena y en la penúltima, absolutamente fundido y enroscado con la embestida en un bronce brutal, se estremecieron los cimientos de Vista Alegre.
Y la media acaderada acabó con el cuadro con un crujido de madera abelmontada. La plaza entera se erizó como un resorte atronador de ovaciones.
Ya, antes de que Manzanares provocase al dios dormido del capote, José Antonio de La Puebla había soltado los brazos entumecidos a compás, henchido el pecho y mecido el cuerpo, yéndose con todo y el mentón hundido. Un pasmo de hondura en la boca de riego.
Por ZABALA DE LA SERNAhttp://www.elmundo.es/cultura/
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