La muerte le convirtió en eterno. Es un colofón que elige a determinados grandes para ser más grandes y escapar del olvido. El propio Juan Belmonte lo advirtió cuando aseguró que José le había ganado definitivamente la partida en Talavera. El fin les convierte en eternos y por tanto deja de haber fin como bien ha dicho en estas páginas Francisco Rivera Ordóñez: “Mientras haya un aficionado Paquirri seguirá vivo”.
Y para rubricarlo están los testimonios de sus compañeros y amigos hablando de nobleza personal y poderío torero, de ambición, de entrega, de dedicación, de nuevos métodos de preparación, de su capacidad de liderazgo y ahí está su hoja de servicios en la plaza que veinticinco años después todavía impresiona. Sus arranques de temporada y sus comparecencias en las plazas clave, las que decidían, eran triunfos a golpe cantado. Su vergüenza torera en los momentos definitivos, en la plaza y en la calle, son proverbiales y habría que explicarlos en las escuelas taurinas. Y ni qué decir de su espada o de su poder en banderillas, de sus agallas, de aquella muleta chica, de su capacidad lidiadora…
No fue el torero ideal ni gustó a todos, en realidad nunca hubo nadie que lograse la unanimidad, ni falta que hace, pero ya hace muchos años, hasta veinticinco, que Paquirri está por encima de esas cuitas.
Ejerció a caballo de dos generaciones de toreros impresionantes, tras los Ordóñez, Miguelín, Camino, Viti, Puerta, Cordobés… y antecediendo a los Manzanares, Dámaso, Capea… sobrevivir en ese territorio debería ser por sí solo un gran triunfo pero Paquirri no se conformó y frente a las dos mantuvo inhiesta la bandera de su ambición hasta alcanzar el mando; transitó en los tiempos de la crítica más dura y no se recuerdan más hostilidades que las réplicas de su toreo en la plaza; fue un clásico en sus hábitos sin renunciar al progreso…
Lo que ha significado Paquirri se siente ahora más que nunca. En una sociedad tan dada a devorar sus mitos, la imagen de Paquirri ha resistido poderosa y limpia. Sus amigos y los aficionados le rendimos admiración, otros, desde el desconocimiento y la desconsideración, ajenos al toro, siguen sin recato intentando medrar a su sombra… y hasta lo consiguen, pero Paquirri sigue intacto en lo más alto, tal es su grandeza y la solidez de su nombre. Grande Paquirri.
Por José Luis Benlloch
Y para rubricarlo están los testimonios de sus compañeros y amigos hablando de nobleza personal y poderío torero, de ambición, de entrega, de dedicación, de nuevos métodos de preparación, de su capacidad de liderazgo y ahí está su hoja de servicios en la plaza que veinticinco años después todavía impresiona. Sus arranques de temporada y sus comparecencias en las plazas clave, las que decidían, eran triunfos a golpe cantado. Su vergüenza torera en los momentos definitivos, en la plaza y en la calle, son proverbiales y habría que explicarlos en las escuelas taurinas. Y ni qué decir de su espada o de su poder en banderillas, de sus agallas, de aquella muleta chica, de su capacidad lidiadora…
No fue el torero ideal ni gustó a todos, en realidad nunca hubo nadie que lograse la unanimidad, ni falta que hace, pero ya hace muchos años, hasta veinticinco, que Paquirri está por encima de esas cuitas.
Ejerció a caballo de dos generaciones de toreros impresionantes, tras los Ordóñez, Miguelín, Camino, Viti, Puerta, Cordobés… y antecediendo a los Manzanares, Dámaso, Capea… sobrevivir en ese territorio debería ser por sí solo un gran triunfo pero Paquirri no se conformó y frente a las dos mantuvo inhiesta la bandera de su ambición hasta alcanzar el mando; transitó en los tiempos de la crítica más dura y no se recuerdan más hostilidades que las réplicas de su toreo en la plaza; fue un clásico en sus hábitos sin renunciar al progreso…
Lo que ha significado Paquirri se siente ahora más que nunca. En una sociedad tan dada a devorar sus mitos, la imagen de Paquirri ha resistido poderosa y limpia. Sus amigos y los aficionados le rendimos admiración, otros, desde el desconocimiento y la desconsideración, ajenos al toro, siguen sin recato intentando medrar a su sombra… y hasta lo consiguen, pero Paquirri sigue intacto en lo más alto, tal es su grandeza y la solidez de su nombre. Grande Paquirri.
Por José Luis Benlloch
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