Un tiempo nuevo.
En solo ocho temporadas, Joselito cambia para siempre el hilo y los fines del toreo sumando la estética y la particular concepción de los terrenos que aporta Juan Belmonte al que las últimas revisiones de la historia del toreo -ajenas a los tópicos y basadas en un análisis más riguroso- cuestionan ese papel revolucionario que no habría sido posible sin la arquitectura técnica legislada por José.
Gallito preconiza el toreo moderno que acabaría imponiendo después de la Guerra Civil otro coloso imprescindible como Manolete, que bebe de esa fuente a través de Chicuelo, un torero tan frágil como fundamental.
Es verdad que en su toreo se resume toda la historia, todos los hallazgos de la historia del toreo anterior. Pero Joselito no es una antología del pasado.
El gran diestro de Gelves anuncia la ligazón que está por venir y pone las bases de lo que -desde entonces- se entiende por primera figura del toreo. La regularidad, el sentido de la responsabilidad y la superioridad profesional de José son el contrapunto a un Belmonte que abre nuevos caminos estéticos a un arte que pasa de ser habilidad u oficio a expresión artística.
La irrupción de ambos -José y Juan o Juan y José- no es ajena a la eclosión de las vanguardias artísticas. Juntos emprenden un camino revolucionario que lleva a la fiesta de los toros a su máxima expresión.
Sólo fueron ocho temporadas que cambiaron para siempre el toreo. Pero… ¿y si no hubiera existido Talavera…?
Por Alvaro Rdgz del Moral.
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