Fotos: Eduardo López.
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Lo realizado por Nazaré al buen toro del Marqués de Domecq fue una notable faena por valor y por la sutileza de unas formas con las que deleitó a la gente con los muchos instantes de mérito, sobre todo al natural, de un trasteo de perfilado sentido estético, con el encanto de la ligazón y del remate del fenomenal pase de pecho.
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. Con una coherencia absoluta lo que le hizo al tercero nada más abrirse de capa fue creciendo alrededor de tres pilares fundamentales: gusto, temple y ligazón.
A partir de ahí las sensaciones se sucedieron. Algo que, en verdad, mereció la pena experimentar, y admirar un toreo extenso, bien hecho y mejor dicho. Un toreo auténtico, de lentas verónicas, de despaciosos pases diestros, de hondos, largos y rematados naturales. De cambios de mano, trincheras y molinetes. La faena mantuvo su poder de transmisión hasta el último momento. Su toreo flexible y genuflexo lleno de expresividad sirvió de epílogo a una obra rubricada con decisión, pero sin la contundencia necesaria para obtener el doble trofeo. La oreja, de peso, supo a poco.
Nazaré es uno de esos toreros en continua necesidad de reivindicación. Por coraje y por toreo está aquí y sus formas han vuelto a causar una enorme impresión .
Manuel Viera.
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