El día fue por horas invertidas. A las 20:15 el Rey Juan Carlos hacía el paseíllo triunfal por la Puerta Grande de LasVentas; a las 13.00, Julián López El Juli ya había hecho el suyo por la puerta del despacho de Simón Casas representado por su apoderado, Luis Manuel Lozano.
Juli volvía a entrar a ultimísima hora, sobre la campana, por segunda temporada consecutiva, en la Feria de San Isidro. La desdichada baja de Enrique Ponce provocó que la empresa de la Monumental madrileña, Plaza 1, la del bombo disuasorio, recurriese a él, renegando de su estrategia, en una solución tan acertada como desesperada. Al final del bombo, El Juli. O, como diría el poeta, después de tanto bombo para nada.
Una voltereta a la estrategia de Simón Casas y Rafael García Garrido (Nautalia) por abaratar costes: El Juli, reacio como Morante y Manzanares, a renegar a su jerarquía y, por tanto, a sortearla, estará en Madrid sin bombo, en dos corridas de categoría -Juan Pedro Domecq y Núñez del Cuvillo, feria y Beneficencia, respectivamente- y al máximo de cotización.
Y ahora pónganse en la cabeza de Roca Rey, ausente, por cierto, anoche en la gran gala. Intuyan el cabreo. En tres tardes representaba a la élite del toreo y sostenía, de algún modo no exacto, San Isidro junto a Ponce. Pero para ello se metió en el bombo, sorteó sus dotes y salió agraciado con la bolita de Adolfo Martín. Y, por supuesto, también con una cotización por las nubes. Pese a que ahora surjan celos y recelos.
Apunten la fecha del mayor logro del bombo: 30 de mayo, Roca Rey vs. Adolfo, el gran duelo. Porque para todo lo demás, a lo peor, tampoco hacían falta alforjas.O tanto bombo para nada.
Antes de conocer los carteles, los premios de Plaza 1 sirvieron como redoble de tambor, la banda sonora del suspense. Al escenario subieron Ricardo Gallardo, Juan José Padilla -que recogió el premio de manos de Santiago Martín El Viti- y la Infanta Elena. Que emotivamente dedicó su galardón a su augusta abuela, doña María de las Mercedes, «como mujer y como aficionada».
Pasadas las 21:15 horas, Simón Casas alcanzó el estrado y tomó la palabra. Primero para advertir. Al desunido sector taurino, «que necesita más compromiso que nunca». Y a la Comunidad de Madrid, por el mal estado de Las Ventas, «que necesita reformas para recuperar su brillo» y, sobre todo, para «evitar un día su cierre» por incumplir las medidas de seguridad. Esas fallas que impiden, precisamente, cumplir la oferta total con la que Plaza 1 ganó la adjudicación. Un torpedo a la línea de flotación de un tenso y silenciado conflicto.
Casas agradeció el compromiso a los 10 toreros que aceptaron el bombo y «en particular a Andrés Roca Rey, máxima figura del toreo». No se olvidó de Enrique Ponce, «a quien deseamos una pronta recuperación».
Y llegó el momento más morboso. Aquel en el que el productor francés debía anunciar la contratación de Julián López como tabla de salvación. Qué paradoja: «El Juli, aun en contra de la filosofía del bombo, ha tenido la grandeza de aceptar. Nos encontramos ante un San Isidro apasionante». A continuación, por fin, vio la luz la Feria de San Isidro en las voces de José Ribagorda y Elena Salamanca, que avivaron el acto con profesionalidad.
Ahora queda la verdadera prueba del algodón para el invento, y que tanto bombo no haya sido para nada: el efecto en el abono. Y que no haya una drástica caída. O se renueve al menos todo.
Más de 500 invitados de todos los ámbitos de la sociedad se dieron cita anoche para la puesta de largo de la Feria de San Isidro 2019: 34 tardes de toros cual maratón entre el 14 de mayo y el 16 de junio.
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