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jueves, 3 de diciembre de 2015

Roca Rey, frente a la responsabilidad de ser figura

Llegó a la primera línea con sólo 38 novilladas picadas.
 Y por el momento, en nada acusa su cambio de escalafón, a tenor de cómo se viene
desarrollando su temporada americana, pendiente ahora de su confirmación en la México. Pero queda esa reválida superior que le espera en el año 2016 con su presencia en las grandes ferias españolas.
 Tal como están las cosas hoy en día y con lo que arrean los toreros que quieren abrirse paso, resultará muy difícil que Roca Rey pueda eludir compromisos como Sevilla o Madrid. 

Probablemente, ni el mismo lo quiera hacer, porque es sabedor de lo mucho que se juega. Pero todo eso son ya palabras mayores, son compromisos de los que dan y quitan. Y aunque su carrera sea tan fulgurante, nada de malo se haría si también al torero peruano se le diera una temporada.


  
Esta llamado a ser, sin duda, la gran esperanza de una temporada que con meses de adelanto ya añoramos. Si fulgurante fue la campaña de Roca Rey en 2015, ahora los triunfos se suceden en América, aunque en aquellos países el toro sea otra cosa. El de Lima no pudo resultar más rotundo, saliendo ganador del Escapulario de oro. Ahora le espera, a mediados de febrero, la confirmación en la México, en la que un triunfo lo consagraría como el triunfador de la campaña al otro lado del Atlántico.  Por eso no extraña que cuando la preparación de las ferias españolas están aun en sus primeros balbuceos, los empresarios ya anden hablando de su contratación, en lo que anuncia –ya veremos en que queda luego—como la temporada del cambio, el año de los nuevos toreros.
Con los novillos, en los ruedos de nuestro país no sólo se le vio sobrado de capacidad técnica, sino con un buen sentido del toreo. Y como completo, con un valor que no quedó mermado por los muchos percances que sufrió.
 El diestro peruano resultó el gran animador de su escalafón, en el que compitió durante 38 tardes con el grupo de los mejores: Ginés Marín, Varea, Posada de Maravillas,  Álvaro Lorenzo o su compatriota Joaquín Galdós.
Pero en 2016 las cosas ya serán diferentes. Ahora tendrá que vérselas con el toro de las grandes plazas. Y con el peso que supone estar anunciado junto a las figuras en las ferias de primer nivel, incluidas Sevilla y Madrid.
 No va tener un respiro, ni los cien días de gracia para adaptarse a su nueva situación. Ahí es donde se le espera. Pese a lo nuevo que es en este oficio, se encara ya con la gran oportunidad de encaramarse en la primera línea del toreo.
Pero hasta ese nuevo horizonte no llega vacío de contenido. “Pajerea poco, maneja muy bien el capote, tiene torería, se juega la vida a carta cabal y se tira tras la espada más derecho que una vela”, según Gloria Sánchez-Grande a raíz de los triunfos  de Roca Rey en Las Ventas.
 Y en otra de sus crónica –titulada “Vale un Perú”-- precisaba: “Guardadas en una maleta sin fondo, Roca Rey trajo desde Lima chicuelinas, tafalleras, caleserinas y enorme frescura. Sus faenas fueron una mezcla de determinación, improvisación y corazón. Un corazón a prueba de bomba tras ver los descomunales novillos --de la rama Aldeanueva-- que los Fraile han lidiado en Madrid”.
Y después de cortar tres orejas en la Semana Grande de Bilbao, en nuestras paginas se escribió: “Un quite por saltillreras, dejándose llegar impávidamente al novillo desde lejos, puso a la plaza en pie y  a toda máquina. Luego tuvo la inteligencia de reavivar el fuego encendido, al iniciar la faena de muleta en los medios con unos pases cambiados ajustadísimos. Con todo el personal pendiente ya tan sólo de él, a partir ide ahí fue desgranado una excelente faena, sobre la base de mano bajo, muletazo largo y un temple propio de exquisiteces. El bastote de “El Parralejo” no regalaba facilidades: exigía que se le pudiera. Y Roca Rey no le dio respiro. Un trasteo muy ligado, sin más tiempos muertos que los imprescindibles y siempre con un argumento sólido y pleno de autenticidad. Tras unos adornos muy toreros llegó el espadazo en la mismísima yema. Y la plaza se desbordó. Ni don Matias tuvo duda alguna que debía exhibir los dos pañuelos blancos sin mayores demoras”.
Con semejante bagaje afronta el nuevo año. Se las tendrá que ver con las figuras. Y con los nuevos valores, que están tan en alza como en boga. Si unos nunca quieren que nadie les gane por la mano, los otros andan con la ambición de consolidarse arriba del escalafón.  Ninguno está por dar facilidades al oponente. Y para remate, el nuevo público, ese más selecto y exigente de los abonos importantes.
Puede salir triunfador, porque tiene mimbres para ello. La cuestión es a qué precio, porque es torero que visita en demasía las Enfermerías. Cierto que el que pisa terrenos como los suyos, sabe a lo que se expone. Pero cuando los triunfos se simultánea con las cornadas, toso lleva a pensar que algo falla. Probablemente no sea otra cosa que su propia bisoñez. Al final y al cabo, no se puede olvidar que a la alternativa llegó con tan sólo 38 novilladas picadas, aunque habiendo pisado todos los ruedos que dan y quitan. Y ninguno le quitó nada.
Mucho le debió enseñar su mentor José A. Campuzano, para conseguir tan meteórica carrera. Pero no pocas enseñanzas le quedan por impartir, para que el torero cuaje en la figura que se vislumbra. La apuesta y sus esfuerzos  valen la pena, porque no es una exageración si se afirma que su reto no es otro que convertirse en la tercera gran figura que en la época contemporánea  nos regala América, después del venezolano Cesar Girón y el colombiano Cesar Rincón. ¡Menuda responsabilidad para tan pocos años!.

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