Si Fandiño y Mora fueran toreros como Dios manda, habrían devuelto las orejas que solicitó un público ruidoso, festivo, ausente y ajeno a lo que ocurre en el ruedo, les concedió un pintoresco presidente, tocado con un sombrero de copa, sin aparente conocimiento y menos criterio, y que ellos no merecieron. Vergonzosas orejas las que pasearon ambos toreros, de esas que sonrojan al aficionado más generoso; premios exagerados y profundamente injustos para dos señores que, entre ambos, no dibujaron más allá de cinco o seis muletazos con cierta gracia. El resto, todo un recital de vulgaridad, de insoportable toreo moderno despegado y sin apreturas, de destemplanza, monotonía, pálido ventajismo, y todo ello encerrado en una grotesca caricatura de lo que debe ser el toreo verdadero.
Matías Tejela: bajonazo (silencio); dos pinchazos y estocada baja (silencio).
Iván Fandiño: estocada (oreja); estocada trasera y tendida (oreja). Salió a hombros por la puerta grande.
David Mora: estocada (oreja); pinchazo, estocada y un descabello (oreja). Salió a hombros por la puerta grande.
Plaza de Pamplona. 10 de julio. Cuarta corrida de feria. Lleno.
El asunto es más grave y escandaloso a tenor de la corrida lidiada en Pamplona. Volvió a los sanfermines el toro moderno, cómodo de hechuras, con las fuerzas muy justas, nobilísimo y de calidad suprema; toro no apto para los caballos, pero un toro artista y bonancible que repite y repite incansable a la muleta para que quien sepa torear de verdad se embriague de sentimiento. Pero no fue así; quizá, sea el ambiente jaranero el que contagia a los de luces y les permite estar relajados. Cómodos y con escaso ánimo para el trabajo. Lo cierto es que los dos triunfadores, sonrientes y felices ellos, salieron por la puerta grande, y los toros acabaron en el desolladero, y hoy o mañana estarán en un plato de esta gente tan comilona. Pues quede constancia escrita de que esos toros se ganaron mejor suerte; toreros de verdad, que los lucieran como merecían. Porque qué calidad la de la corrida de El Pilar, qué nobleza, que templada embestida la de todos los toros. Y qué mal estuvieron sus matadores, que vulgares, qué infumables pegapases…
Si David Mora no pincha en el sexto le regalan las dos orejas, lo que hubiera sido una auténtica herejía. Y eso que en este mejoró sensiblemente respecto a la lección insana que dictó en el tercero, un toro extraordinario al que muleteó siempre despegado, fuera cacho, al hilo del pitón, sin mando alguno y con incomprensible celeridad. No dio ni un pase meritorio, y eso que la faena fue larga y soporífera. Y ahí seguirá el animal embistiendo todavía en el limbo de los toros buenos. Se esmeró en el sexto, otro toro de bandera, ante el que insistió con su toreo superficial, sin ligazón y epidérmico. Otra vez alargó innecesariamente su labor, prueba evidente de que, en su fuero interno, era consciente de que su toreo carecía de valor.
Hizo lo posible Fandiño por no desmerecer el irregular papel de su compañero y se mostró a su misma altura. Recibió a su primero con unas airosas verónicas y ahí se acabó la historia. Añádase un par de aceptables derechazos y un sinfín de astrosos muletazos sin orden ni concierto. También se esforzó Fandiño en su segundo, otro toro de buen son, y no lo entendió de principio a fin. Muchos pases y ninguno que rezumara sabor torero. Unas manoletinas finales y la puerta grande. Un fiasco.
No les acompañó a hombros Matías Tejela, pero pudo hacerlo porque estuvo tan mal como sus compañeros de terna. Su primero se lastimó una mano cuando el diestro ya había demostrado que no le acompañan ni la gracia ni la hondura. Y en el cuarto se sintió incapaz, desbordado en todo momento, sin ideas, sin encontrar el camino para hacer el toreo hondo que es capaz de emocionar.
En fin, una tarde feliz para quien considere que esta es una fiesta para toreros vulgares, ventajistas y comodones. Los triunfadores se marcharon sonrientes, y ojala les sirva el triunfo para tardes mejores. La de esta tarde ha sido una engañifa al hilo de una excesiva generosidad. Y una verdadera pena que seis toros de calidad excelsa, artistas de verdad, de lo que tanto añoran los toreros de hoy, se fueran al otro barrio sin que una figura de categoría exprimiera sus condiciones. Pero así se escribe la historia.
Por Antonio Lorca.
Toros de El Pilar, correctos de presentación, blandos, mansos y muy nobles. Todos destacaron por su calidad.
Matías Tejela: bajonazo (silencio); dos pinchazos y estocada baja (silencio).
Iván Fandiño: estocada (oreja); estocada trasera y tendida (oreja). Salió a hombros por la puerta grande.
David Mora: estocada (oreja); pinchazo, estocada y un descabello (oreja). Salió a hombros por la puerta grande.
Plaza de Pamplona. 10 de julio. Cuarta corrida de feria. Lleno.
Si David Mora no pincha en el sexto le regalan las dos orejas, lo que hubiera sido una auténtica herejía. Y eso que en este mejoró sensiblemente respecto a la lección insana que dictó en el tercero, un toro extraordinario al que muleteó siempre despegado, fuera cacho, al hilo del pitón, sin mando alguno y con incomprensible celeridad. No dio ni un pase meritorio, y eso que la faena fue larga y soporífera. Y ahí seguirá el animal embistiendo todavía en el limbo de los toros buenos. Se esmeró en el sexto, otro toro de bandera, ante el que insistió con su toreo superficial, sin ligazón y epidérmico. Otra vez alargó innecesariamente su labor, prueba evidente de que, en su fuero interno, era consciente de que su toreo carecía de valor.
Hizo lo posible Fandiño por no desmerecer el irregular papel de su compañero y se mostró a su misma altura. Recibió a su primero con unas airosas verónicas y ahí se acabó la historia. Añádase un par de aceptables derechazos y un sinfín de astrosos muletazos sin orden ni concierto. También se esforzó Fandiño en su segundo, otro toro de buen son, y no lo entendió de principio a fin. Muchos pases y ninguno que rezumara sabor torero. Unas manoletinas finales y la puerta grande. Un fiasco.
No les acompañó a hombros Matías Tejela, pero pudo hacerlo porque estuvo tan mal como sus compañeros de terna. Su primero se lastimó una mano cuando el diestro ya había demostrado que no le acompañan ni la gracia ni la hondura. Y en el cuarto se sintió incapaz, desbordado en todo momento, sin ideas, sin encontrar el camino para hacer el toreo hondo que es capaz de emocionar.
En fin, una tarde feliz para quien considere que esta es una fiesta para toreros vulgares, ventajistas y comodones. Los triunfadores se marcharon sonrientes, y ojala les sirva el triunfo para tardes mejores. La de esta tarde ha sido una engañifa al hilo de una excesiva generosidad. Y una verdadera pena que seis toros de calidad excelsa, artistas de verdad, de lo que tanto añoran los toreros de hoy, se fueran al otro barrio sin que una figura de categoría exprimiera sus condiciones. Pero así se escribe la historia.
Por Antonio Lorca.
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