Morante de la Puebla viajó del éxtasis al tormento después de escuchar los tres avisos en el toro que había cuajado.
Festejo del Domingo de Resurrección . 4º Toro Morante de la PueblaMorante de la Puebla, de celeste y azabache. Estocada caída (silencio). Tres avisos (división de opiniones).El diestroMorante de la Pueblaescucha los tres avisos en el cuarto al fallar reiteradamente con el descabello, tras una larguísima faena en la que intentó de todos modos y maneras congraciarse con Sevilla, y lo que consiguió es que el toro se lo echaran al corral.
Un gravísimo deshonor para cualquier torero (después dirán algunos que los avisos no son importantes); máxime si ocurre en plaza de primera categoría y el Domingo de Resurrección.Pues Morante de la Puebla no tuvo empacho alguno en salir a saludar cuando las opiniones se dividieron, y muchos aplaudían e, incluso, alguno llegó a llamarlo ¡torero, torero!Una figura indiscutible del toreo, que llega, además, decidida a reconciliarse con Sevilla, no puede permitirse el lujo de que le echen un toro al corral. Por menos, más de uno se ha cortado la coleta.
Y lo que no tiene perdón es salir a saludar a la raya del tercio. Ese gesto es faltarle el respeto a la fiesta y a la plaza.
Pero, claro, estas figuras de hoy le faltan el respeto a la tauromaquia cuando en un abono tan importante como el sevillano se anuncian con toros como los de este domingo, con alma de borregos, sin hálito de fortaleza, sin bravura ni fiereza; animales descastados, bonancibles e incapacitados para la emoción. Pero estos toros se lidian porque no hay afición que turbe a los toreros y los mande a paseo llegado el caso.Con este público festivalero y triunfalista y estos toretes amuermados, toreros como los de hoy pueden estar en activo unos cincuenta años, sin merma alguna de sus emolumentos ni prestigio.
Dicho lo cual, quede constancia de que Morante de la Puebla hizo el paseíllo con deseos de agradar; tanto es así, que pronto se abrió de capa ante su primero y de manera acelerada y desordenada dibujó dos verónicas de mucho peso y una media de categoría. Brindó la faena al público, poco habitual en él, y se fue hacia su oponente con evidente ánimo de comérselo.Pero el toro se estaba ya despidiendo de este mundo, hundido en su invalidez, apagado como una vela consumida, y por más que lo intentó, Morante no pasó de vulgar ante tal trozo de carne indefensa.
En el cuarto volvió a las andadas. Se justificó a la verónica y comenzó una faena de muleta con pases sueltos, pues el animal carecía de fuelle para hilvanar dos embestidas seguidas. Insistió una y otra vez, un molinete aquí, un detalle pinturero más tarde, un muletazo de categoría también y otro… (el público, mientras tanto, cantaba los pases antes de que el torero los realizara), otro despegado, más tarde. Y sonó la música cuando la faena debía estar finalizada. Y Morante se animó; y otro detalle, y otro… Hasta que el toro dijo: ¡anda, vamos! Y todo se complicó para la suerte suprema. Pero, en fin, Morante salió a saludar como si tal cosa.
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