Mano a mano de verdad. Talavante, en su trono libertario, y Roca Rey, aspirante. Aspirante de aspirar a todo: a destronar al primero que se ponga por delante. El primero fue Talavante. Nada más y nada menos.¡El rey Roca!(COLPISA, Barquerito)
Roca Rey desata un incendio
El joven peruano arrasa en su presentación como matador de toros en Valencia, corta tres orejas a un manso lote de Victoriano del Río y sale a hombros en medio del clamor.
El diestro peruano Roca Rey arrasa, corta tres orejas y sale en hombros Es un torero «largo», que domina todas las suertes: va a ser figura. Y eso será magnífico para la afición peruana, que tiene ya un nuevo ídolo. En Valencia, se ha metido al público en el bolsillo, en una tarde arrolladora: tres orejas, que pudieron ser más, petición de rabo y salida en hombroshttp://www.abc.es/
Antes de soltarse el cuarto toro, a mitad de corrida, ya llevaba ganada Roca Rey la pelea con claridad. El mejor de los tres toros jugados había sido el primero; el más complicado, y el más difícil de la corrida toda, el segundo; el tercero, uno de tantos, ni sencillo ni de atragantarse. Hubo desafío del aspirante desde la primera entrada en quites. En el primer toro, un cinqueño de finas puntas del hierro de Toros de Cortés. Talavante no se había acoplado a la verónica luego de una sorprendente tijerilla de recibo. Roca Rey se hizo notar con tres tafalleras muy ajustadas. Fue el primer aviso.
Antes de soltarse el cuarto toro, a mitad de corrida, ya llevaba ganada Roca Rey la pelea con claridad. El mejor de los tres toros jugados había sido el primero; el más complicado, y el más difícil de la corrida toda, el segundo; el tercero, uno de tantos, ni sencillo ni de atragantarse. Hubo desafío del aspirante desde la primera entrada en quites. En el primer toro, un cinqueño de finas puntas del hierro de Toros de Cortés. Talavante no se había acoplado a la verónica luego de una sorprendente tijerilla de recibo. Roca Rey se hizo notar con tres tafalleras muy ajustadas. Fue el primer aviso.
El segundo toro, engatillado y astifino, salió abanto y frío. No fue fácil sujetarlo ni fijarlo. De una de las rayas hasta casi la raya opuesta le fue enjaretando Roca Rey lances de ganarle la cara por pasos en lances suaves que lo despabilaron. Bellas las formas de los lances, pero todavía mejor su fondo. El toro se blandeó en el caballo, salidas escupidas de las dos varas, aire incierto, y Talavante renunció a su quite.
No se confió Talavante en el recibo del tercero, que se soltaba –los toros corridos en el campo suelen hacer eso-, pero quiso lucirse en un quite por chicuelinas. El viento molestó, el toro se soltó tras la primera reunión, tardó en llegar la segunda chicuelina y por eso el quite estaba chafado ya entonces. Muy pocos se esperaban que, tras un segundo puyazo trasero, Roca Rey fuera a salir como lo hizo: a quitar en los medios por saltilleras, que fueron cuatro y cosidas las cuatro, de ajuste mayúsculo y suave vuelo, y dejándose en todas llegar el toro sin mover una pestaña. El broche fue de revolera y brionesa –todo el toro por delante- y a Talavante no le pareció oportuno replicar. Una fiera el aspirante.
La primera faena de Roca Rey, al toro hueso, de formidable arrojo seco, aguante más que relevante y manejo más que por encima de las circunstancias, no fue valorada en todos sus méritos. En los momentos de gravitación se asustó la mayoría, pero, tras una estocada ligeramente desprendida, no cuajó la petición de oreja. Se había celebrado más la primera faena de Talavante, abierta con el cartucho de pescado desde el platillo y dos tandas de naturales rapidillos pero muy gobernados. Fue faena declinante, la banda la castigó con una versión vertiginosa del Amparito Roca, y el empeño de Talavante por torear de frente al natural no cuajó, el toro protestó a veces y el trabajo de pasó de metraje.
Los estatuarios sin enmienda con que Roca Rey abrió faena con el segundo fueron tremendos. Los cosió con tres impecables trincheras y el de pecho. Todavía por verse claro el toro, cuatro cambiados por la espalda y una tanda de cinco en redondo que fueron pura sutileza porque quiso ya irse a tablas el toro y hubo que sujetarlo con toques precisos. Otra versión aceleradísima del Morenito de Valencia puso sordina a esa faena tan seria. Roca Rey acertó a esgrimir en tablas un arreón de manso del toro sin soltar el engaño sino volviendo a buscarlo en ese mismo terreno. Espléndido el final: manoletinas a puro huevo –si no, no vale-, un cambio de mano, la trinchera y el de la firma. Recursos, encaje natural. Parecía hasta sencillo.
Talavante abrió por estatuarios también la faena del tercero y se echó la muleta a su mano mayor, la zurda, solo en la segunda tanda. No siempre vino el toro, algo brusco, metido en el engaño. Sonrisas de Talavante para la galería, pero paseos para refrescar ideas, que no fluían en catarata precisamente. Se acabó parando el toro. No entró la espada. Silencio.
Y se soltó el cuarto, que iba a decidir la partida. Un toro colorado muy cabezón –en el hierro de Cortés los hay, no en el de Victoriano del Río- que salió apagadote. A pies juntos Roca Rey en la toma primera, una revolera superior. Dos picotazos, apenas marcados, de los dos escupido el toro. Tras el segundo, quite de Talavante. Era obligado. Por delantales, pero se le soltó el toro, y media discreta para rematar. Y entonces salió Roca Rey a replicar: el quite mixto por tafalleras y caleserinas que El Juli desempolvó un día del repertorio mexicano, sacado el quite a pulso casi y una media verónica antológica. Ahora cayó toda la gente en la cuenta.
De pie la inmensa mayoría al cabo de solo tres muletazos. Cambiados por la espalda los tres, muletazos templados a pesar de ser por arriba y, de imposible más cerca. La mecha prendida y la faena en vuelo constante desde entonces. Sin pausas, pruebas ni paseos. El toro, noble y entregado, pero con ganas de irse del campo de batalla. Lo sujetó Roca Rey con toques al hocico bien calibrados. Con la zurda, una tanda de extraordinaria autoridad. Cuando el toro pareció aburrido, más madera. Muletazos enroscados, larguísimos, de dominio apabullante; un postre de temerarias arrucinas; torero en estado de ebriedad. Lo que le dio la gana a Roca Rey. Rugía tanto la gente que hasta tapaba la música. Un sopapo monumental soltando el engaño. Dos orejas de golpe, pidieron el rabo. Fantástico. Un clamor la vuelta al ruedo. La gente se frotaba los ojos y las manos. Esperando al sexto toro.
El quinto, grandullón, gruesas mazorcas, atigrado, chorreadito, cara de bueno, desarmó a Talavante en el saludo, romaneó y derribó en la primera vara, empujó en la segunda. Roca Rey salió a quitar: a la verónica y despacito, solo dos, y la media. Talavante lo vio desde la boca de la tronera. Toro de mano derecha solamente –por la otra se rebrincaba o se volvía desbordante- y un Talavante algo nervioso y embarcado en uno de esos trabajos desordenados que son tan de su marca pero aquí inconvenientes. La cosa había arrancado con una tanda brillante de redondos de rodillas. Un jaque. La gente animó. Una estocada caída. Una oreja.
Por si quedaba alguna duda, Roca le pegó en el recibo al sexto hasta siete lances variados, cuatro de ellas capote a la espalda. Un galleo de frente por detrás. Y ahora se animó Talavante con un quite cortito al lance. Tras una bandera, Roca abrió faena de rodillas y en redondo, cinco muletazos templadísimos, uno de ellos de trinchera, y, en pie, el natural y el de pecho. Se vino abajo la plaza. Deslumbrados el toro y el público. Toro rajado, escarbador, muy de no pelear. El manso de la tarde. Estuvo Roca Rey por montarse encima. Le pegó con la zurda pases, no se cansó de lucirse en ese muletazo suicida que es la arrucina pegada a tablas. Muchos sustos. Otra estocada. A hombros. ¡El rey Roca!
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