Me preocupa, y me duele, que nos pasemos el día defendiendo la riqueza del toro de lidia, su singularidad, el patrimonio de su genética, y una de las máximas figuras que a todas horas repite que le debe todo al toro, no sienta el mínimo miramiento con los encastes que poco a poco vamos perdiendo y que nunca más van a volver. Lo peor es que esta desidia no produce otra cosa que degradación para el toro. Poco a poco lo van minando.
Es la culminación de una serie de figuras que han ido sucediéndose, que fueron cercando el abanico hasta llegar a esta situación caricaturesca en la que nos encontramos, donde un espada limita su temporada a tres o cuatro ganaderías con el mismo patrón de comportamiento, nos dice que son las que sirven, y pretende que sintamos atractivo.Lo cierto es que el público medianamente entendido está cada vez más concienciado con la sangría de encastes y agradece sobremanera todo lo que salga del guión establecido, esto es el toro monotema. Solo hay que ver en San Isidro el aspecto de la plaza los días de corridas diferentes
Es el fin, el monotema se impone. Los que vienen, salvo milagro de un Gallito redentor van por los mismo derroteros. Esto no lo salvan cuatro tardes en Vic, tres en Céret y dos en Cenicientos, perdonen el cataclismo. El artista ha reducido su temática a pintar siempre el mismo cuadro, uno facilón, no le interesan otro tipo de composiciones más complejas o simplemente diferentes.
Yo no voy al museo a ver siempre al mismo artista pintando el mismo cuadro. Algunos incitamos al desafío, pero nadie nos oye, el torero vive en su mundo, aislado, sin apenas contacto con el aficionado de a pie, con su jerga del "pulsear", el "sentirse a gusto", "el sirve o no sirve" y el "expresarse" que todos debemos acatar y comprender.
Cómo también debo asimilar y sentirme culpable por la desaparición de encastes debido a una situación que no viví. Como si no pudiéramos buscar un remedio a este disparate y proceso de autodestrucción. por Dominguillos
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