Pesaba mucho en el ambiente, la jornada extraordinaria del lunes, con El Juli arrollando todo lo que se ponía en su camino. Por más que se soñara en el milagro, todos andábamos convencidos que el Gordo de Navidad no toca dos veces en el mismo número y en el mismo lugar.
Un simple calculo de probabilidades. Pero la luminosa faena de José María Manzanares con el 2º de este martes, abría una puerta no ya la esperanza, que la gente es realista, pero sí a admirar una obra grande. Y la tuvo en la forma de una de las faenas más sólidas que el alicantino ha cuajado en los últimos años en Sevilla.
Plaza de toros de Sevilla. Novena de abono. Con el cartel de ‘No hay billetes’ se han lidiado toros de Núñez del Cuvillo, bien presentados y de buen juego casi cuatro de ellos. El mejor fue el segundo, bravo y noble.
Sebastián Castella: silencio y ovación.
José María Manzanares: dos orejas y ovación.
Alejandro Talavante: oreja y silencio tras aviso.
Incidencias: Saludaron en banderillas José Chacón y Rafael Rosa.l
Ambientazo ya en las calle aledañas de la Maestranza, al rebufo del vendaval que “El Juli” provocó ayer en este ruedo. Soñar es libre y, además, gratis. Pero los aficionados sabían que lo que se vio el lunes no es fácil que se repita más que muy de vez en cuando. Y en efecto no se repitió, aunque por eso echáramos la tarde en balde.
En el sexteto de Núñez del Cuvillo, muy en línea de ese toro medio que ahora impera, hubo de todo, pero sólo la parte menor era buena. Unos más hechos, otros bajaban el nivel, en presencia y en cara; todos, cada cual en su medida, dejaron signos de su blandura, teniendo que ser muy medidos ante el caballo. Ni el 1º n el 4º aportaron nada por su escaso poder; ambos informales en sus embestidas. Tuvo calidad y hondura, el 2º, el más encastado, que Manzanares supo entender y lucir; el 5º, tocado de pitones, también tuvo calidad, sólo que empañada por su pobre fondo. El 3º humillaba poco de salida, pero cuando Talavante lo sometió sacó su fondo de clase; el 6º, blando como sus hermanos, no contó con el fuelle necesario para expresarse. En suma, una corrida que no molestó a los espadas, pero que tampoco brindó esa emoción rotunda que pone en valor el toreo.
El torero de Alicante supo imprimir a la vez suavidad y firmeza a todos sus movimientos. Por eso se impuso de forma tan notable a “Encendido”, que había sido picado mal y muy trasero. Su comienzo por abajo, sin una sola brusquedad y alargando el viaje, fue el prólogo más adecuado para una faena muy bien construida. Calidad tuvo toreo de Manzanares, tanto cuando lo explicaba sobre la mano derecha, como luego cuando lo hizo con la izquierda. Y en ambas, con unos pases de pecho inmensos, de los que recordaban a su padre. Todo mucho más reunido que en otras ocasiones, preocupado siempre de llevar a su enemigo hacia atrás. Un espadazo en la suerte de recibir y dos orejas.
Cuando le viero echar las rodillas al suelo para recibir al 5º con una larga, los tendidos barruntaban que podía estar ante algo que fueran palabras mayores. Lamentablemente no hubo ocasión: el tal “Gavilán”, casi exhausto de fuerzas desde que salió, no lo iba a permitir. Lo cual no fue obstáculo para que Manzanares dejara pinceladas bellas, pero, ¡ay!, discontinuas.
En su única tarde en esta feria, Sebastián Castella tuvo la suerte de espaldas en el sorteo. Dos toros sosos e informales, con un recorrido acorde con su fondo. Con el que abría la tarde nos brindó un ramillete de lances rodilla en tierra con mucho sabor. Hizo todo un ejercicio de valor con el 4º, que conforme se apagaba exigía acortar las distancias para acabar forzando a que el trasteo se basara en un arrimón. Castella no volvió la cara.
Poco comprendido se debió sentir Alejandro Talavante, cuando mató al 3º, que había manseado de forma manifiesta en los primeros tercios. Toreando muy por abajo y con un gran pulso, el torero se impuso al de Cuvillo muy airosamente, además con profundidad. Pero todo aquello, que en otras ocasiones enardecía, costó un mundo que prendiera en los tendidos. De hecho no lo hizo muy hasta la fase final, con unos naturales portentosos. Como materialmente se echó encima de los pitones a la hora de matar, el personal reaccionó con más firmeza y hasta le concedieron una oreja. El que cerró la tarde, el más terciado del conjunto, era soso y siempre anduvo a la defensiva; hechas las probaturas de ordenanza, Talavante optó por quitárselo de encima, que es lo que correspondía.
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