La dura polémica que ahora enfrenta a los empresarios Simón Casas y Juan
Bautista, en el fondo conduce a un tema recurrente: la total falta de
transparencia en la que se mueven os gestores taurinos.
No se conoce el
caso de una empresa de este sector que hay dado publicidad a sus cuentas
oficiales; tan sólo algún comentario marginal con éste o con aquel
dato. Sin embargo, mientras que el negocio taurino esté inmerso en esta
opacidad, su credibilidad se mantendrá bajo mínimos.
Algo
se mueve. No se sabe por el momento si será para bien.
Pero que dos
empresarios se enzarcen en una agria discusión, es algo novedoso, en un
mundo en el que no se cumple habitualmente aquella máxima humorística
del “alguien ha matado a alguien”; aquí nadie quiere tocar a
nadie, y menos en el mundo empresarial, especialmente entre los
instalados en la parte de arriba.
El último precedente, aunque lejano en
la cuestión central, fue la salida en tromba de la patronal ANOET
contra el concurso de la plaza de Zaragoza, un pleito que luego quedó en
nada.......
Ahora
el cruce de acusaciones entre Juan Bautista y Simón Casas, con la
excusa de la anulación y el consiguiente nuevo concurso por la plaza
francesas de Arles, acabó sacando dudas sobre la solvencia económica y
sobre la capacidad de gestión.
El
duelo entre compatriotas es llamativo, por más que como se trata de
meras sugerencias poco explicitas, que no permiten llegar a ninguna
conclusión clara. Si Simón Casas liquida a ganaderos y toreros mediante
“pagarés” aplazados, o si Bautista resuelve sus cuentas con todos al
finalizar su feria, son aspectos muy interesantes, pero ambos dentro de
la legalidad, aunque unos gusten más que otros, que una fórmula tenga
mejor imagen que la otra.
En
el fondo, todo este embrollo lo que deja sobre la mesa es la absoluta
falta de transparencia de los dineros de la Tauromaquia. Es una posición
que parece inamovible, por más que a todos le impida tener esa cuota de
credibilidad que resulta indispensable en cualquier actividad de
negocio.
Pero
parece que todo conduce a la opacidad. En algún ocasión se han
solicitado datos en alguno de los Portales de Transparencia, que son de
titularidad pública, de cuentas taurinas de alguna institución. Las
facilitan casi todas, pero sin embargo no permiten acceder a las cuentas
oficiales de la empresa arrendataria, una muy dudosa interpretación de
la privacidad de los datos y cuando dichas cuentas, si la empresa actúa
conforme a la ley, deben presentarse en el Registro Mercantil, en el que
son públicas. Un caso paradójico.
Aún
no se conoce el caso de alguna empresa taurina que formalmente haga
públicas sus cuentas, cuando sin embargo hasta muchas pymes las dan a
conocer, sin necesidad de acudir al Registro. Argumentan, por ejemplo,
que lo que cobra un torero, o un ganaderos, forma parte de su
privacidad, cuando en realidad la mayoría de ellos facturan a través de
sociedades mercantiles, que a su vez tienen que presentar sus cuentas en
el Registro. Por tales explicaciones son demasiado falaces en el siglo
XXI.
Los
números de la Tauromaquia, cuando se quiere enderezar su rumbo, no cabe
construirlos con los rumores de los cenáculos taurinos, que en la
mayoría de los casos defienden intereses de parte. Ni con disputas del
tipo que ahora mantienen Casas y Bautista. Mientras no sea posible
realizar una auditoría real de las cuentas se andará dando palos de
ciego. También a la hora de justificar una más justa fiscalidad, por
ejemplo.
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