San Fermín, feria fiable, balsámica y fiera
Ocho ganaderías
de cuatro encastes distintos, el gancho del debut de Pablo Aguado, el
asiento de Roca Rey como indiscutible mandón.
Presencia notoria pero
dispar de toreros de tres generaciones.
EL ABONO DE SAN FERMIN es en rigor una feria abierta: ocho corridas de
toros en terna, veintitrés matadores para veinticuatro puestos. La mitad
de ellos, para toreros de alternativa anterior a 2007, y siete de esas
plazas, un tercio del total, para espadas que ya la habían tomado el año
2000. El relevo, lastrado y sutil.
Las ferias abiertas son proclives a
cambios y mudanzas, pero en Pamplona rige la ley de la estabilidad. En
2018, por primera vez en la historia de la Feria del Toro se repitió
íntegro de un año para otro el elenco de ganaderías.
De aquellas
ocho del insólito bienio, siete vuelven ahora al concurso de San Fermín,
que mantiene intactas sus dos exigencias indispensables. Primero, un
imponente trapío, caras muy ofensivas, cuajo, músculo, promedios fijos
en torno a los 580 kilos.
Y segundo, resistencia, porque el llamado toro
de Pamplona, que se apalabra y ajusta con siete meses de antelación, se
contrata para dos funciones: el encierro de las ocho de la mañana y la
corrida de las seis y media de la tarde.
Carrera y corrida por el
mismo precio. Sin contar el manifiesto o exhibición al público de los
toros en los corrales del Gas y, durante los ocho días de corrida, el
apartado y enchiquerado a mediodía en la plaza, convertidos en una
fiesta singular que rinde homenaje al toro, al ganadero y al mayoral de
turno.
Los siete hierros de repetición en 2019 corresponden a
cinco encastes diferentes: Miura, encaste propio; Puerto de San Lorenzo,
procedencia Conde de la Corte-Atanasio Fernández; José Escolar, encaste
Albaserrada-Saltillo; Cebada Gago, procedencia Núñez; y Jandilla,
Victoriano de Rio y Núñez del Cuvillo, encuadrados en el llamado encaste
Domecq. La única novedad en la edición inminente es una ganadería, La
Palmosilla, creada a partir de una base matriz de Núñez del Cuvillo. Los
toros de línea Domecq, como viene sucediendo indefectiblemente desde el
año 2000, son mayoría en una feria con etiqueta y crédito toristas.
El crédito no hace distinción entre encastes, pero los que se ponen
delante de los toros, sí. Entrar en los carteles de cualquiera de las
cuatro corridas de sangres Domecq se tiene por alivio relativo, según la
teoría de la bravura previsible. Figurar en cualquiera de los otros
cuatro carteles se toma por operación de riesgo. Graduando de menos a
más la dificultad o el riesgo, podría ordenarse en 2019 el cuadro de la
siguiente manera: Puerto de San Lorenzo, que dio el año pasado el toro
más completo de la feria, Cebada Gago, José Escolar y Miura.
Para
sopesar la bolsa de valores, en Pamplona basta un recuento de quienes
han toreado el cupo de ganaderías Domecq en los últimos tres años: Al
copo, Roca Rey, anunciado en seis bazas, aunque por cogida tuviera que
renunciar en 2017 a una de ellas; y, luego, en un mínimo de dos o tres
bazas, toreros que solo se han anunciado en sanfermines con toros
domecq: Padilla, Ferrera, El Juli, Castella, Perera, Talavante, López
Simón y Ginés Marín.
La joven terna de la ganadería debutante, y
por tanto incógnita, de La Palmosilla –José Garrido y dos debutantes,
Luis David Adame y Javier Marín- se estrena este año en un cartel
Domecq. De las nueve plazas de verdad codiciadas en 2019 –las corridas
de Jandilla, Victoriano del Río y Núñez del Cuvillo-, dos se las ha
reservado y elegido Roca Rey. Diego Urdiales, Ferrera, El Juli,
Castella, Perera y Cayetano, todos ellos de la generación de
alternativas anteriores a 2007, ocupan seis de las siete restantes.
La
última se ha destinado a Pablo Aguado, que, de los cuatro debutantes en
San Fermín, es el más esperado porque llega a Pamplona con el aura de su
consagración de primavera en Sevilla, completa, y no tan completa pero
igual de convincente en Madrid.
El trasvase de Domecq a otros
aires ha afectado a dos de los llamados toreros emergentes: López Simón y
Ginés Marín, que venían siendo fijos en el reparto de premios y han
entrado ahora en la corrida de Puerto de San Lorenzo en la tarde del 7
de julio, la telonera pero la más propia y eufórica de la octava entera.
Paco Ureña y David de Miranda, triunfadores en San Isidro, renunciaron a
San Fermín por no encontrar acomodo en las tres corridas mayores, que
se jugarán en miércoles, jueves y viernes, fechas de lujo.
Dos de
los toreros que en los últimos sanfermines ganaron fama y prestigio,
Emilio de Justo y Octavio Chacón, han cambiado de destino: Chacón ha
pasado de Cebada a Miura; De Justo, de Escolar a Puerto de San Lorenzo.
Hay, además, dos trasvases en sentido inverso: Rubén Pinar ha salido de
Miura para recalar en Cebada Gago; Pepe Moral ha pasado de Miura a
Escolar. Solo son tres los que, excluidos de Domecq, repiten en Pamplona
ganadería: Javier Castaño, con la de Escolar; Juan del Álamo, con la de
Cebada Gago; y Rafaelillo, con la de Miura, que viene matando sin
temblar hace una década.
La repesca de Fernando Robleño y Manuel
Escribano, por méritos propios, presta categoría a dos de las corridas
que se esperan duras, las de Escolar y Cebada.
De manera que los
corrimientos de toreros han sido, comparado con el de ganaderías, un
pequeño terremoto. Ajenos a todo eso, los dos festejos del prólogo ya
obligado de San Fermín: la novillada nocturna del día 4 –reses de
Pincha, encaste Domecq, vacada afincada en Lodosa, ganadería local por
tanto- y la de rejones del día del chupinazo, gobernada por la figura de
Pablo Hermoso de Mendoza y los toros de la familia Capea.
El
abono se ha vendido íntegro, se anuncia una semana calurosa pero no
tórrida, los hoteleros lamentan la proliferación del turismo de
apartamentos pirata, y el cambio de signo político del Ayuntamiento de
Pamplona y el endemoniado laberinto político en torno al nuevo gobierno
de la Comunidad Foral presagian alguna tormenta.
San Fermín, balsámico,
puede con todo.
(COLPISA, Barquerito)
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