Después de un 2013 que es mejor olvidar, nos situamos ya en un 2014 que debiera estar llamado a ser, por el bien de la Tauromaquia, el año de los grandes cambios, que conduzca inapelablemente a la regeneración de la Fiesta, a su vuelta a los cánones de autenticidad que siempre la caracterizaron. Se necesita para ello que en el planeta de los toros se produjera el hecho casi milagroso de la unidad de acción y que se asumieran compromisos serios y estables, que rompan con la monótona repetición de ese "más de lo mismo" de las últimas temporadas.
Después de ese 2013 que ha sido, siguiendo la versión del clásico, “como un mal sueño en una mala posada”, irrumpe ahora un 2014 llamado a ser el año del cambio --del gran cambio, podría decirse más propiamente--, del que todos deseamos que la Tauromaquia salga fortalecida, retomando sus señas de identidad más propias.
Y así, 2014 será el año en el que comprobaremos si el conjunto del mundo taurino tiene decisión y capacidad para desarrollar todas las muchas posibilidades que se nos brindan con la nueva Ley taurina y con el Plan estratégico ya aprobado. Si se alcanzara una unidad de acción, como resulta muy necesario, estaríamos ante lo que con toda propiedad cabría denominar un cambio histórico, en la medida que sería algo nunca visto hasta el presente, dentro de una larga historia de banderías de muy dispar naturaleza y fundamento.
Sin unidad de criterio en lo fundamental, sin una decisión compartida y activa de comprometerse hasta sus últimas consecuencia, el nuevo estatus jurídico y el nuevo programa de trabajo --encaminados ambos a la regeneración de la Fiesta--, todo quedaría en unas páginas muertas de la literatura oficial recogida en el BOE. Estaríamos perdiendo así una de las oportunidades más importantes que se nos han brindado para colocar a la Tauromaquia en el lugar que le corresponde dentro de la cultura, del arte y de las tradiciones que marcan la identidad de España.
El empeño no fácil. Cabría decir más para no engañarnos a nosotros mismos: entre los taurinos abundan los escépticos, incluso los profundamente escépticos. Sin embargo, dejar pasar la oportunidad que ahora se nos brinda constituiría un error de enormes dimensiones, del que seríamos deudores por mucho tiempo.
Pero en la vida interna de lo taurino 2014 llega repleto de incógnitas, llamadas a ser resuelta con el sello de las urgencias, si se quiere realmente enderezar la situación vigente, con la Fiesta abierta en canal entre unos y otros.
Por más que nunca dejará de ser un hecho episódico, el plante del grupo de los 5 toreros puede acabar siendo el catalizador de todo este proceso. Y será así porque, entre otras cosas, va a despejar esa ecuación de cuál es en la práctica la capacidad y la fuerza real de quienes encabezan el escalafón, con todas las derivaciones que de ello nacen. Si es que al final este movimiento no queda en algo bastante parecido una versión siglo XXI a aquella temporada en la que El Cordobés. acompañado por Palomo, fue toreando de pueblo en pueblo, de portátil en portátil –que todo podría ser--, el pretendido golpe de mano va a cambiar el contexto económico y empresarial de la Fiesta, incluso por encima de la voluntad de sus autores.
Así como se trata de un cambio necesario e inaplazable, más dudoso resulta que la vía para conseguirlo sea esa figura de un plante, del que ni sus propios protagonistas saben muy bien cuál debe ser su día después. Pero, en cualquier caso, el cambio ya no admite demoras. La Fiesta y todos sus sectores necesita replantearse hasta sus últimas consecuencias su estructura de costes y de ingresos, su sistema de gestión y su capacidad para atraer nuevos clientes, entre otras parcelas, sin olvidar la que corresponde a las Administraciones Públicas.
En el aire están, pues, no pocas incógnitas. Hasta ahora todas las modificaciones realizadas han venido precedidas por ese término tan usado de “recortes”: menos festejos, menos abonados, menos público… Pero sólo son recortes está comprobado que la difícil senda actual no se modifica. Los números no engañan a este respecto
Por ello, frente a la política de los recortes convendría levantar la bandera del cambio, de un cambio resultaría errático si su objetivo final no mira hacia la regeneración de la Fiesta, a su vuelta a esas características que la hicieron un fenómeno artístico y cultural único. Si no se vuelve a la plena vigencia de ese binomio esencial y diferenciador que componen la emoción y el riesgo, si no se da entrada a la variedad que nace de los triunfos, si a la postre no se llega a un escenario de autenticidad, muy lamentablemente estaríamos viviendo un tiempo perdido y quizá poco recuperable.
Se contemple ese año del gran cambio bajo cualquiera de sus variantes públicas y privadas, la vida cotidiana enseña que para evitar fiascos en esta materia, se hace necesario que alguien con autoridad moral y con las ideas claras asuma dentro del planeta de los toros la función de liderar todo este proceso.
Por ahora, ni con la ayuda de Diógenes y de su lámpara se ha descubierto a ese líder, que debiera nacer desde los propios sectores taurinos. Pero no comencemos 2014 desde la desesperanza: confiemos que ese líder saldrá, para enarbolar la bandera de la Fiesta para ponerse al frente de todos los demás. Personalidades muy destacadas hay como para desempeñar esa misión, aunque por el momento nadie haya dado semejante paso al frente.
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