En estos dos años de conmemoraciones, parece que era un libro obligado, como continuidad y complemento de la magnífica obra que publicaron en 2013 bajo el título “Joselito. El toreo mismo”, que estuvo coordinado por Jacobo Cortines y Alberto González Troyano. Aunque con estructuras muy diversas, tanto el de José como el Juan coinciden en un elemento fundamental: diseccionar la personalidad y el impacto taurino y social de los dos más grandes del toreo.
Y el empeño no era fácil. El libro que ahora acaba de aparecer, como ocurrió con su antecesor, son trabajos colectivos, con los inconvenientes que muchas veces tiene esta fórmula, que parece abocada a abordar muchos tema, pero ninguno con la profundidad necesaria. Pero en uno y otro este escollo se salvó, a base de contar con dos equipos coordinadores de primer nivel, que a su vez hicieron una cuidada selección de autores, hasta conseguir dar una unidad interna a cada trabajo
.En el caso de “La epopeya del temple” esa misión se debe a dos excelentes escritores y estudiosos: Pedro Romero de Solís –sociólogo, impulsor de la Fundación de Estudios Taurinos-- y Juan Carlos Gil González –profesor en la Facultad de Ciencias de la Información--, que han acertado a la hora de conjuntar a autores muy diversos, que van de Agustín Díaz Yanes a Francis Wolff o Carlos Marzal.
A lo largo de 510 páginas, el nuevo libro se nos ofrece la oportunidad de acercarnos a la figura de Belmonte, a sus aportaciones a este arte grande del toreo y a sus interesantes relaciones con el mundo intelectual de su época, que tanto marcaron su vida. Con todo lo que se ha escrito ya sobre el Pasmo de Triana, los autores todavía nos dan oportunidad de descubrir nuevas facetas, nuevos rasgos del torero. Y bien difícil que es semejante empresa.
En una pura añoranza, para los lectores mas veteranos en la nómica de autores se echa en falta una firma, pero que hoy es imposible, porque nos dejó hace ya muchos años: la del notario sevillano don Luis Bollaín Rozalem, el más convencido defensor que siempre tuvo el credo belmontista. Conociendo su trayectoria como aficionado y su obra literaria, se habría sentido plenamente identificado con este trabajo, que a la postre lo que refleja con buen tino es la personalidad de quien fue su gran amigo.
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