Valdemorillo suena como "avance de temporada" en El Corte Inglés, un clarín, un chupinazo, un aviso de que en nada ya estamos ahí.
De entre todo lo que la cigüeña traerá por San Blas desde su exilio, la reaparición de Manuel Escribano destaca como buena nueva. Tanto, que las injustas ausencias de Fernando Cruz y Lamelas han quedado ensombrecidas por su luz. El calvario ha sido largo y duro. Así que el regreso a los ruedos es una alegría como su recuperación. Durante la convalecencia, Escribano se incorporó a las filas de Simón Casas. O Simón Casas a las filas de Escribano, que ya contaba con Roberto Piles como apoderado.
Casas es una de las superpotencias del toreo. Por no decir la más fuerte si se cuenta desde Valencia a Nimes o Mont de Marsan y Málaga pasando por Granada y Alicante y camino de El Puerto, si el pliego del concejal (anti)taurino del PP no se carga la plaza antes.
Por resumir, que entre la fuerza de Simón y lo bien que dejó las cosas el propio torero en 2013 no se entiende qué hace Manuel Escribano en Valdemorillo.
Escribano cuenta con Valencia -se da por descontado- y por supuesto con Sevilla por partida doble como triunfador de abril; en San Isidro tiene una buena confirmación pendiente y otra tarde más; Pamplona y Bilbao ganadas a pulso si se usan sus triunfos como llave de negociación...
La alegría de su vuelta a la actividad no puede ocultar un planteamiento taurino cuanto menos cuestionable.
Y a las puertas de Madrid.
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