El ganadero Victorino Martín Andrés, al que recientemente se le ha concedido la Medalla de Oro a las Bellas Artes por su dilatada y ejemplar trayectoria, considera que para recibir este tipo de reconocimientos «se debe respetar la Fiesta por encima de todo y no jugar con mentiras».
Hombre veterano y de fieles ideales, amante del campo y, sobre todo, del toro bravo, poseedor de una mirada sincera en la que se refleja la plenitud de una vida dedicada a un modelo de animal que él mismo buscó e instauró en los años cincuenta y que permanece intacto a día de hoy, de palabra clara y directa, y trato entrañable, santo y seña de la cabaña brava.
«Mi trabajo ha sido constante. Nunca he buscado alterar mi tipo de toro ni refrescar la ganadería con otros encastes. Jamás se me ha pasado por la cabeza, pues soy fiel a mis principios, y a los de la Fiesta, cuya integridad hay que defender desde su principal protagonista», señaló el propio Victorino en una entrevista concedida a Efe en una de sus fincas extremeñas, la de Monteviejo.
Finca en la que se encuentra su museo, una estancia en la que se respira historia viva por la cantidad de premios que allí se hallan, reconocimientos del aficionado y de las principales ferias de España, y en cuyas vitrinas ya hay un hueco preparado para el último y más importante galardón: la Medalla de Oro a las Bellas Artes.
«Es el colofón perfecto a una vida entregada en cuerpo y alma al toro de lidia, un éxito muy grande con el que se me reconoce a mí como persona pero, sobre todo, al trabajo de más de 50 años como ganadero», reconoció.
Un premio que le hace también «especial ilusión» por lo que significa que la clase política «empiece a comprometerse de verdad con la Fiesta», y también por ser el primer ganadero en recibir una condecoración dedicada exclusivamente, hasta la fecha, a toreros. «Es un valor añadido, sin duda, pues ya era hora de que se reconozca también el trabajo del ganadero, que al fin y al cabo somos los artífices de la creación del gran protagonista del espectáculo: el toro. Sin él no habría toreros ni Fiesta», confesó Martín, que también es Extremeño de HOY.
Cambiando diametralmente de tercio, durante la entrevista Victorino hace también una valoración personal de la «alarmante» situación actual de la Fiesta, «adulterada», según sus palabras, por culpa de las «comodidades» de los toreros y de los «continuos engaños» al aficionado.
«Está todo muy mal montado. Se intenta equivocar al aficionado con corridas de toros que no son tales, y además los toreros de hoy buscan un astado cómodo, facilón, muy alejado de lo que debería ser el toro bravo, exigente y emocionante, ese que todo buen aficionado quiere ver en la plaza», enfatizó el ganadero de Galapagar.
«Para que la fiesta perviva hay que amarla y respetarla -continuó-, empezando por el toro, su bravura e integridad, y después los toreros deberían hacer lo que se ha hecho toda la vida, es decir, matar encastes de todo tipo; el mismo Domingo Ortega tomó la alternativa con mis toros (anunciados con el hierro original de Juliana Calvo) en Barcelona».
Ponerse delante de los siempre temidos «victorinos» no es tarea fácil, hay que tener «muchas cualidades para exponer delante de ellos y ponerse muy de verdad», lo que el propio ganadero califica: «el toreo de toda la vida».
«De los últimos años El Cid ha sido de los que mejor han entendido mis toros; e históricamente recuerdo a Ruiz Miguel, Paco Camino o Andrés Vázquez, entre otros que ahora mismo no me vienen a la cabeza... será la edad», confesó entre risas.
Sus plazas predilectas son Bilbao, Sevilla y, por encima de todas, Madrid, escenario en el que los «victorinos» han hecho historia, sobre todo con aquella Corrida del Siglo del año 82, y, esa misma temporada, con el indulto del toro 'Velador'.
Con la concesión de la Medalla de Oro a las Bellas Artes y, el todavía más reciente galardón a la Promoción y Fomento de la Tauromaquia de la Unión de Federaciones Taurinas de España se pone la guinda a la historia de una casa ganadera sin igual, por eso, al preguntarle «¿qué más le puede pedir a la vida?» contesta con un elocuente: «con quedarme como estoy ya me vale»
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