No hay que ponerse cardiaco cuando se lee algo que incomoda, sobre todo si uno no se siente incurso en lo que se denuncia.
Hay que leer con atención y no tomar el rábano por las hojas. Cuando se dice o escribe que “todos” los toros se afeitan, falta a la verdad. Podría dar nombres de ganaderos que jamás han consentido que se afeite un toro de sus ganaderías.
Esos ganaderos, sin embargo, no pueden clamar al cielo cuando leen u oyen que a estas alturas todavía se afeitan toros, porque eso es una realidad. Los ganaderos escrupulosos que exigen que sus toros salgan con las defensas intactas a las plazas no tienen por qué darse por aludidos.
Con los galgos ocurre algo parecido. Sé de galgueros que tienen un gran respeto por la vida de los perros objeto de su afición, y no los han mandado ahorcar, ni los han echado a un pozo para que mueran de inanición, ni los han mutilado ni abandonado a su suerte, aunque no les sirvan por no reunir las condiciones necesarias para el ejercicio de un deporte tan viejo como los campos y montes del solar hispánico.
Esos galgueros, son los primeros que abominan de esas prácticas crueles y no tienen motivos para defenderse ni por escrito ni de palabra, porque deben tener la conciencia tranquila ya que saben que a los que se acusa de falta de humanidad es a quienes las llevan a cabo, y a ellos no les alcanza ninguna responsabilidad de actos tan miserables.
Vamos a poner las cosas en su sitio.
No obstante, hay galgueros que me dicen que a ellos les roban constantemente galgos, y son esos ladrones los que están ensuciando con su vandalismo la buena fama de los aficionados organizados y fieles guardadores de las normas establecidas –tanto las legales como las simplemente humanas-, por lo que no merecen verse envueltos en la miserabilidad de los depredadores. Es a estos a los que me refiero en el anterior billete al respecto publicado aquí.
No voy a recurrir al viejo refrán de “el que se pica, ajos come”, porque comprendo que los buenos galgueros se irriten cuando se habla de esas prácticas, ya que a ellos les repugnan tanto como a cualquier otro ser humano bien nacido. Eso sí, nadie me va a impedir a mí que sienta asco y vergüenza ajena por las barbaridades que han motivado que eche mi cuarto a espadas en este asunto. ¡Faltaría más!
En mi defensa del toro bravo insisto, e insistiré siempre, porque esa especie bovina se cría con respeto y con amor a costa de muchos sacrificios. Ser ganadero de bravo en los tiempos que corremos es cuasi una decisión heroica. Por eso me irrita que cierto tipo de “animalistas” indocumentados y maliciosos, se refugien en el sufrimiento del toro de lidia para enmascarar otros intereses muy distintos
.Por Paco Mora
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