Hace 50 años, "El Cordobés" abrió la Puerta del Príncipe, tras cortar las dos orejas y el rabo
Si en este 2014 se cumplirán 75 años de la alternativa y confirmación de "Manolete", serán 50 los años los que se cumplan de la confirmación de alternativa de Manuel Benítez "El Cordobés", el quinto de los Califas del toreo.
Como antesala de aquel acontecimiento, que resultó sangriento, el torero de Palma del Río tuvo una actuación épica, el 21 de abril para ser exactos, en la Maestranza sevillana, una de las pocas tardes contemporáneas en las que se concedieron las dos orejas y el rabo.
Fue ante un excelente toro de don Carlos Núñez, lidiado en 6º lugar. Aquello fue, al decir de Díaz Cañabate, "el delirio". Recordada con los ojos de ahora mismo toda aquella epopeya parece casi increíble; pero no, todavía viven muchos aficionados que lo presenciaron para atestiguarlo.
Fue un 20 de abril, del que ahora se cumplirán 50 años. Estaba ya anunciada la confirmación de alternativa de Manuel Benítez en Las Ventas, con ribetes de acontecimiento mundial. Como antesala tenía el compromiso de Sevilla, en este lunes previo al inicio de la feria, el día hoy tan celebrado del “pescaito frito”. En el palco presidencial un hombre taurinamente serio, con fama de currista: el inolvidable don Tomás León. ¡Qué gran Presidente fue! En los corrales una corrida de don Carlos Núñez. En la puerta de cuadrillas, Victoriano Valencia, Diego Puerta y El Cordobés. Y en la taquilla, el “No hay billetes”.
Pero ¿cómo fue realmente la actuación del torero cordobés?
Trasteos indescriptibles, en los que toreó como quiso y cuanto quiso; en los que trabó a la perfección los pases sobre una y otra mano, por alto y por bajo, pisando un terreno inverosímil, un terreno de privilegio. Con prodigioso juego de muñeca, con admirable flexibilidad de cintura, engendraba y remataba los muletazos; varias veces llegó a ligar el natural y el de pecho sin enmendar la posición de los pies. Clavadas las plantas en la arena, erguida la figura, desarrolló a ley el toreo fundamental, y después echó mano de adjetivaciones, de mérito y vistosidad indiscutibles. Toreó con suma facilidad, dominio y aguante, lo mismo citando de largo que de cerca”. Faenas largas, larguísimas, en las que, sin embargo, no hubo nada aburrido, ni nada que sobrara. Faenas ligadísimas, de una sola pieza, en las que la cantidad y la calidad anduvieron al mismo nivel. Faenas de mando. Da mando tan perfecto, pasando el toro tan cerca, rozando al torero sin atropellarlo, que el mando casi se hace invisible, como si el toro, hipnotizado, hiciera lo que hizo, por sí, más convencido que vencido, por el diestro. Faenas, sin enmienda. El Cordobés no se enmienda cuando cambia de mano, no se enmienda de un pase a otro, no se enmienda porque el toro se pare y dude, no se enmienda nunca... Al menos en estas dos faenas. Faenas por delante y por detrás y citando de lejos, sin enmendarse, aunque el toro se frenase y dudase, incluso en el difícil escorzo de la muleta atrás”.
Tan pronto toreaba como se acordaba donde le aprieta el zapato a su incondicional y sugestionado público. Cuando toreó, toreó bien, sobre todo en los pases iniciales con la derecha, largos, con mando, con buen aire, con ese aire tan personal, que es uno de los secretos de su toreo. Se coloca en un terreno que impresiona al púbico y allí se está quieto, lo cual es muy meritorio, y allí juega la muñeca y el brazo con enorme soltura, sobre todo en la liga de un natural con el de pecho, que para mi gusto es lo mejor que hace. Esto es francamente bueno
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