Decía Flubert que las perlas, por muy valiosas que sean, no forman un collar sin el hilo que las ensarta. Y es verdad. Lo importante, a veces, no son las figuras, sino el toro que han de lidiar.
Uno casi sin querer, acaba dándole vueltas a esa absurda determinación que de lleno ha entrado en la modernidad de las corridas de toros entre dos. Pese a que en el esperado día intervengan las musas y los duendes resulta incómodo y, si se quiere, de mal gusto que los protagonistas de uno de los más deseados "mano a mano" posibles, Morante y Juli, escojan cada uno las reses que han de lidiar, y con ellas debajo del brazo se presenten en Málaga. Una vez más la realidad escondida tras la farsa. Tristemente. Así que queda demostrado que no sólo basta con estrujarse la mente para crear algo extraordinario, sino que lo creado no esté después manipulado.
Sin embargo, ¿quién juega con quién? Ante semejante pretenciosidad ¿se impone el absoluto silencio o una bofetada verbal para que de una vez por todas se rompan todos los espejos? Esta forma de proceder se está convirtiendo en una corrosiva enfermedad cuyos síntomas pueden rebrotar al menor descuido. O en alguna bajada de defensas de presidentes y veterinarios ante la falta de exigencias, que las hay, en alguna que otra plaza de primera. De todas formas, al final, se terminará fantaseando acerca de las posibilidades que hubieran podido exhibir con otro toro. O con el toro. Ni más ni menos.
Manuel Viera ( Burladero.com )
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