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lunes, 10 de junio de 2019

ROMÁN

Por SANTI ORTIZ.
El pasado año, en la primera tarde que vestía de luces, en la feria de Fallas, un toro de Jandilla hirió a Román al entrar a matar. Perdió el muchacho su segunda corrida fallera, reapareció en Toledo, donde fue volteado, esta vez afortunadamente sin consecuencias, también al ejecutar la suerte suprema y, al día siguiente 8 de abril, en Sevilla, sufría al torear de muleta susegunda cornada de la temporada.
 Dos cornadas tan seguidas suponen un hándicap sicológico al que el torero se ve obligado a enfrentarse.
 Las dudas ocupan espacios habitadosantes porla claridad, la seguridad se resquebraja y la ilusión se amustia. Son las consecuencias lógicas del roce continuado con médicos, hospitales, curas y puntos de sutura. 
A Román, todo esto le afectó lo suficiente como para no llegar con la debida mentalización a sus tres compromisos de San Isidro; aunque en el primero, lograra una meritoria faena ante la notable bravura de “Hechizo”, un toro de Fuente Ymbro que conquistó el corazón de Las Ventas por venirse de largo, aunque no se saliera de la suerte. La faena fue de oreja, pero la espada se la llevó. 
A partir de ahí, todo fue cuesta abajo. 
Sin su garra habitual ante los astados de Juan Pedro, su voluntad no ocultó la  desconfianza ante el complicado lote de miuras con que cerró su feria.
 De ahí le vino el parón, aunque acabara su campaña con 27 corridas toreadas en las que cortó 22 orejas. 
Sin embargo, el invierno es buen tiempo para pensar, para cicatrizar heridas y sanear la mente.

 Es hora de hacer recuentos junto a las fogatas de los cortijos, de corregir defectos bajo el sudor del toreo de salóny afinar el estilo en la práctica de los tentaderos. Son meses para alimentar de frescura las ilusiones y fijar con solidez las metas que se quieren lograr y tener muy claro las debilidades que hay que evitar para no caer definitivamente en el pozo.Y llegaron los carteles de Fallas de este año, con Román puesto con la corrida de Fuente Ymbro.
 Y salieron los de la Feria de Abril, con la decepción de ver cómo ya los taurinos no hacen caso a ese dicho inmemorial de “torero herido, torero repetido” y Román se quedaba fuera del albero maestrante. 
En San Isidro, no obstante, figuraba anunciado dos tardes.En Valencia, le tocó un toro memorable; un “Damasco” que fue una máquina de embestir, una casta desatada, una bravura sin freno; un toro que exigía un torero sin dudas ni prevenciones, un toro que pedía un torero de altura y en plenas facultades, pues, de lo contrario, podía tranquilamente mandarlo a su casa. Y el carbón de “Damasco” se encontró con la valentía meteórica de un torero lanzado, de un hombre de alamares curtido en el sufrimiento del invierno que no estaba dispuesto a dejar pasar la mínima oportunidad. Si tú eres bravo, yo más, pareció decir el diestro cuando recibió de rodillas con una arrucina a aquel vendavalcon cuernos. La casta pareció imponerse cuando arrolló al espada, pero ese día ni un toro como “Damasco” era capaz de doblegar las ansias de ser de Román. 
Y le formó un lío, en el que a la suprema valentía le brotaron espigas de inteligencia, de torería, de componer una obra maciza de la que el toro hubiera salido sin orejas de no ser por el fallo a espadas. Algo parecido, aunque con un toro más pastueño y un torero más reposado, sucedió en el quinto. lo que pudo ser una apoteosis de al menos tres orejas, quedó en el regusto que se nos quedó en el paladar de comprender que Román había vuelto por sus fueros, aunque su estoque siguiera mellado.Lo primerobien que lo comprobaríamos en Madrid. Anunciado con las corridas de El Tajo y La Reina y Adolfo Martín, no sólo dio la talla, sino que evidencióla impresión de haber crecido mucho como torero; de haber pasado a otra dimensión donde la técnica al servicio del valor y de un insobornable afán de ser sacaba gemas de lo que antes no habrían pasado de ser diamantes en bruto.Con la de Joselito, yadejó su tarjeta de presentación estando por encima, tanto del sobrero de Torrealta, cuya vocación de coger y vencerse no amilanó al torero, obligándolo a dar una vuelta al ruedo después de que el presidente uno másle negara la oreja, a mi leal saber y entender pedida mayoritariamente, como de su segundo, un soso antitriunfo, con el que rayó a gran altura. Pero donde sobresalió de verdad fue en la de Adolfo Martín.
 Y siendo como soy, un partidario acérrimo de Roca Rey, y habiendo estado éste en su segundo toro a un nivel que califica de robo la oreja negada por el inepto (usía) de turno, no puedo dejar de reconocer que el triunfador de la tarde una tarde en la que los tres toreros rayaron a gran altura y que a Escribano le costó su sangrefue Román.
 Lo que tragó ese torero con su primero, que se colaba buscándolo por los dos pitones, sin que se le quebrantara el ánimo lo más mínimo, no tiene precio. Hasta pasó de ocuparse, aunque luego lo hicieran en la enfermería, del puntazo que sufrió en el glúteo. Muestra de solidez, de torero macho, de torero hecho y de torero que sabe su camino y lo sigue a pesar de los contratiempos con determinación y absoluta firmeza, lo ratificaría en su segundo elaborando una faena en la que puso en juego su sabiduría, su afición y su obsesión, si puede llamársele así, de no dejar pasar oportunidad alguna. 
Magnífico Román esa tarde complicada con un poso y una prestancia muy superior al Román del año anterior.Fruto de este reconocimiento llegan las sustituciones. En tres días, Nimes, Madrid y Vic.
 A toro pasado es fácil decirlo, pero si me callo reviento.
 ¿Es Román torero para enfrentarlo a toda clase de ganado?
 ¿Tenía necesidad de comparecer en Madrid con la de Baltasar Ibán? 
Ni niego ni afirmo, dejo la pregunta a la conciencia de sus apoderados. Lo que me importa es que, ante corrida tan correosa y complicada, ante un toro que se lo pensaba en cada muletazo, que probaba, que medía y que exigía del torero una total concentración y entrega, Román se concentró y entregó,y llegó a darle la vuelta a la faena haciéndola crecer por donde no había ni cuesta ni camino. La oreja que le negaron la vez anterior estaba en el aire, y, consciente de sus fallos anteriores en dicha suerte,se tiró a por ella, y el toro a por él. 
La cornada fue brutal, porque en el aire, el de Ibánno dejaba de derrotar con saña dentro ya de la carne del torero. Sensación de cornada de caballo que luego confirmaría el pronóstico del parte y, por desgracia, una segunda operación de madrugada donde se hablaba de que la arteria femoral había sido seccionada. Y otra vez en la suerte suprema.
 El público esta vez fue sensible y obtuvo la oreja para quien la recogería en la enfermería. La bella y dramática historia llegaba a su fin.
No quiero terminar sin decir que me hacen maldita la gracia aquellos que sostienen que los toros cogen a los toreros torpes. Ni mucho menos.  
Los toros cogen a los toreros que se ponende verdad en el sitio de la verdad del toreo, a los que transgreden los límites de la comodidady no les importa ir a pecho descubierto a buscar el triunfo, aunque éstese ensucie de sangre.
 De su sangre. Porque no hay sangre más limpia ni más hermosa que la que toreros como Román dejan en la arena para que el toreo la absorba, la haga suya y se alimente de gloria.

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