El pasado invierno Fernando anunció que este año iba a dejar la
ganadería en manos de sus sobrinos. Esta de Madrid era, por tanto, la
última de su larga carrera como criador de bravo y, de paso, creador de
un encaste cruzado que respira por cada una de las sangres del cruce, no
menos de cuatro, y se tiene por encaste singular y propio. En el
historial de la ganadería en Madrid figura casi una docena de toros
superlativos, que coparon premios y podrían tenerse por obras maestras,
si se entiende como creación la cría de bravo.
Con 602 kilos de
promedio, fue esta la corrida de mayor promedio de toda la feria y el
sexto, un Goyesco cinqueño negro zaino, el de más trapío de todo San
Isidro
. Estampa incomparable, como si fuera un paisaje. Gigantesco y,
sin embargo, bien rematado, galopó de partida con ligereza y lo hizo
frente al tendido 7 con particular estilo. Y entonces se reprodujo una
ovación parecida a la del inicio.
Que iba por el toro y no por el
ganadero, porque la corrida no estaba saliendo como hubiera podido
calcularse, sino todo lo contrario. Sí el escaparate.
La proverbial
hondura del toro fijado en casa de los Cuadri: las astas cenicientas
cortas y afiladitas, las crestas hirsutas, las pechugas fondonas, las
manos cortas, las redondas y generosas culatas que tanto fuerzan a los
toros a abrirse de cuartos traseros al despegar o al frenarse.
Pero solo el escaparate. Detrás de él, una manera muy agresiva de arrear
y apretar de salida buscando por debajo de las telas; una tardanza
impropia para atender al reclamo del caballo de pica y, una vez en él,
peleas sin interés; menos problemas de los habituales en banderillas
aunque hubo al menos tres toros que cortaron y esperaron; y, en fin, un
apagón general en la muleta que empezó a presentirse desde casi el
primer viaje y se hizo patente con solo dos excepciones.
Las de
los dos toros que más sangraron en el caballo.
Un cuarto que, sin
repetir, tuvo más recorrido que los tres jugados por delante, y un
quinto que, noble fondo, tomó engaño por la mano izquierda, descolgó y, a
su manera, correspondió a la entrega, el saber hacer, el oficio seguro y
hasta la pasión de López Chaves, que llevaba siete años ausente de San
Isidro
. Antes de la larga ausencia, y en su primera madurez –cumplió
veinte años de matador de alternativa el pasado septiembre- , cuajó aquí
un bravo toro de Cuadri que se vino de largo como en tromba.
Todos los
toros mayores de Cuadri en Madrid tuvieron por marca sus ataques
turbulentos pero no descompuestos, y ese grado tan raro fue sello de la
ganadería.
La faena de Chaves al quinto fue la única de brillante
viso de toda la tarde, porque, además de calma, seguridad y compostura,
tuvo la virtud de ir a más.
Los diez muletazos últimos sacudieron de
golpe la modorra que tenía invadida la plaza desde que se abrió el
portón de toriles.
La muerte del toro, un paseo tranquilo en busca de
querencia pero sin barbear tablas ni pararse en chiqueros, tuvo acento
propio.
La faena no tuvo remate con la espada: dos estocadas, dos
descabellos.
El propio Chaves había resuelto sin ahogos los problemas de
un segundo que, según término viejo, fue toro muy quedado. Ni con
tenazas. Una buena estocada entonces de Chaves, que tuvo el detalle de
sacarla de frente y por delante antes de descabellar.
Rafaelillo,
listo y diligente, ganó por la mano a los dos de su lote y los mató con
acierto. En los doblones de arranque, requisito imperativo en las
corridas de Cuadri, dejó ver su maestría. El primero de corrida se
revolvió en un palmo a la defensiva; el cuarto se apalancó tras media
docena de viajes claros.
Fue el único toro pitado en el arrastre.
Octavio Chacón toreaba su tercera tarde de San Isidro y su cuarta del
año en las Ventas.
Sus intentos de lucir en el caballo al tercero se
estrellaron con la renuncia clamorosa del toro, que volvió grupas ajeno;
los ataques descompuestos al tomar capa del sexto, que hizo hilo con él
y estuvo a punto de desarmarlo, fueron solo el aviso de que el toro iba
a terminar probando y afligido. Las dos faenas no pasaron de meras
porfías sin eco.
Madrid, 13 jun. (COLPISA, Barquerito)
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