18/05/13
Toros: VICTORINO MARTÍN (4), anovillados, mansotes aunque no ofrecieron, en general, mayores dificultades.
ALEJANDRO TALAVANTE,de grana y azabache . Estocada que atraviesa y estocada caída (silencio). Estocada tendida y descabello (silencio). Estocada atravesada y cuatro descabellos. Un aviso (saludos). Estocada (silencio). Pinchazo, estocada que atraviesa, pinchazo, estocada tendida corta y descabello (silencio). Bajonazo y descabello (silencio). |
Alejandro Talavante ha querido dar un golpe de autoridad en el toreo, lo que se llama una toma del poder, encerrándose con seis victorinos en la primera plaza del mundo. Cuando se anunció este gesto se adivinaba la intención: yo mato seis toros en solitario, si, pero de Victorino y en Madrid. Era toda un desafío a lo que ocurrió allá por septiembre en Nimes. Para darle un impacto mediático al gesto se grabó un video, se anunció con publicidad pagada en los informativos de alguna cadena privada y el resultado, fue, en principio óptimo: ambiente de acontecimiento y llenazo con el deseado "no hay billetes" en las taquillas.
Pero el desenlace de dicho gesto, lo que debía convertirse en gesta, se ha quedado un triste, desangelado y aburrido trámite. De entrada el señor Talavante iba vestido de grana y azabache. Hombre, cuando se matan seis toros en Madrid se viene vestido de torero caro e importante, nunca de subalterno.
En el paseíllo, acelerado y ¡desmonterado!, sin venir a cuento, ya se notaban los nervios.
Enfrente de Talavante fueron saliendo seis victorinos de verguenza ajena, seis animales anovillados, como si el ganadero quisiera aliviar al torero. Pero ¡ojo!, en general una corrida manejable, mansa y sin peligro, ni una alimaña y algunos toros dejándose, especialmente el tercero, un gran ejemplar al que cuajó los mejores muletazos de la tarde, los únicos que en realidad nos recordaron al buen muletero que lleva dentro Talavante. Naturales de largo trazo y algunos de cadencia a la mexicana.
Faena para rematar con más enjundia, con más grandeza y, por supuesto, para culminar con la espada de un gran volapié. Pero el acero otra vez se cruzó de nuevo en el camino de este torero. A partir de este momento daba la impresión de que la tarde se le venía encima. Mucho barullo. Solo un quite por las tan recurridas chicuelinas, Ni tan siquiuera brindó un solo toro, lo cual quiere decir que nunca estuvo seguro de sí mismo. El quinto toro, blandito, pero humillando de verdad, solo pedía una muleta que midiera las fuerzas y lo llevara templadito, a media altura. Pero Talavante ya había arrojado la toalla hacia rato. En el sexto, muy manso, salió a liquidare la tarde cuanto antes. Estaba desesperado por terminar con aquel calvario. En estas ocasiones hay que regalar un toro. Pero Talavante solo daba de sí para una ducha en el hotel.
CARLOS ILIAN
CARLOS ILIAN
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