Cinco apuestas diferentes a la hora de confeccionar los carteles feriados en una época de crisis. Unos apuestan por el ahorro de costes a toda costa; otros por ofrecer alicientes y precios razonables.
Luego llegará el día de abrir las taquillas y ya veremos cuál es la respuesta. Hasta ahora una cosa es segura: la fórmula de Albacete --variedad y precios mas bajos-- ya funcionó el pasado año.
La apuesta que este año hacen Cutiño y Casas en Málaga es importante, pero también toda una incógnita. ¿Salamanca y Valladolid? Un misterio total, dos ferias relevantes que han bajado muchísimo de nivel, siendo como han sido siempre fechas marcadas en rojo en el calendario.
Acertar siempre es difícil. Y más cuando de toros se trata. Por eso, frente a la crisis la respuesta de los empresarios están siendo muy diversas. Los criterios se dividen: la mayoría viene optando por reducir la partida de los costes; la minoría por ofrecer mayores alicientes para animar la taquilla. ¿Cuál será la ideal? Esa es la gran incógnita.
Esquemáticamente expuesto, parece claro que frente a las tesis del ahorro a toda costa de Taurodelta y de la Casa Matillas --con dos ferias deplorables e impropias en Salamanca y Valladolid--, se levantan las propuestas de Simón Casas y de la Casa Lozano de apostar por los alicientes --caso de Málaga y Albacete--.
Y en medio, con su punto peculiar de ser independiente de los grandes flujos empresariales, se alza Bilbao, que ha optado por mantener su propia personalidad, buscando los ahorros en la suspensión de la corrida extraordinaria de junio y en las novilladas.
Para el aficionado, desde luego, las opciones de Bilbao, Málaga o Albacete son las que más interesan: frente a la crisis, calidad y precios razonables; pero igual de legítima es la otra opción de bajar escalones a la espera de tiempos mejores. Para quienes hagan las cuentas, ya veremos cual es la que funciona mejor.
Como en la Fiesta de los toros todo está ya inventado, la verdad es que si se traslada uno a las anteriores etapas de crisis, que las hubo, las respuesta de los empresarios no fueron muy diferentes. Su resultados fueron muy varios, tanto porque no hay dos aficione iguales, como porque en el éxito o el fracaso influencian elementos muy diversos: desde la climatología al propio clima social que en una ciudad se da en un momento concreto.
Con todo, hay elementos que parecen quedar claros. Por lo pronto, que eso de los mano a mano, tan de moda, no deja de ser en la mayoría de los casos poco más que una broma: no responden a ninguna competencia, sino al propósito de ahorrarse una nómina. Y eso resta tanta autenticidad al cartel, que lo convierte casi en un apaño
.Pero no deja de ser menos llamativo la absoluta carencia de un mínimo de imaginación a la hora de confeccionar los carteles. La monótona repetición de combinaciones no trae más que apatía: es más de lo mismo, sólo cambia el escenario. Lo curioso, o quizás no, es que las reiteraciones se suelen producir en aquellos seriales dependientes de una misma empresa: se ve que han hecho los carteles en serie, como si hubieran elaborado una plantilla y la aplican allá donde son organizadores.
Se explica así que un caso como el de Cuenca se haya convertido en novedad, con su apuesta por el cartel de los cuatro tenores juntos y la originalidad de traerse desde México a El Pana.
Interesante resulta la apuesta de Albacete. El pasado año ya les dio buen resultado y ahora lo repiten. El secreto de los Lozano no es precisamente ningún secreto: ofrecer carteles razonablemente buenos y variados, estableciendo una tabla de precios muy asequibles. A lo mejor la fórmula no garantiza unos beneficios abultados, lo seguro es que consigue fidelizar a su clientela. Y no es precisamente pequeño este detalle.
Lo más lamentable es que, sea cuál fuere la fórmula por la que apuesten los empresarios, una cosa es segura: no hay sitio para los toreros nuevos. La gran diferencia con los tiempos pasados es que hoy triunfar en Sevilla o en Madrid ya no significa nada. Maticemos: no significa nada para los empresarios, que tienen todo empaquetado en serie antes de que llegue la primavera; significa bastante para los aficionados. Y, sobre todo, cercena de raíz cualquier intento de cambio en lo que oficialmente está establecido. Sin embargo, sin novedades ni cambios, el camino emprendido no es bueno.
.Y como a la postre en más ocasiones de las que pueden soportarse, al final estamos en un país que tiende a la pandereta, por si faltaba algo va TVE y lanza la idea que faltaba: televisar una corrida desde una plaza muy de orden menor y siempre que los toreros renuncien a los derechos de imagen. ¿Es todo lo que los aficionados pueden esperar de la televisión pública que pagamos entre todos? De bochorno.
Por Tomás Villegas
No hay comentarios:
Publicar un comentario