SANFERMINES
Valdefresno sustituyó a la corrida rechazada de Cebada Gago, que era una de las emblemáticas de los sanfermines. Al final ha sido peor el remedio que la enfermedad y como rezaba una pancarta de las peñas "con Cebada esto no pasaba". Y es que los de Valdefresno, de impresionantes defensas e impresionante mansedumbre y falta de casta han ofrecido un espectáculo penoso.
Han sido seis armarios con pitones, eso sí, muchos pitones. Y para las cuadrillas supusieron todo un tormenrto para sacar algo de aquellos mulos. Alberto Aguilar lo intentó por activa y por pasiva hasta arrojar la toalla. Este torero, que en Madrid tuvo una actuación notable, apenas pudo defenderse a trompicones en Pamplona, buscándole las vueltas a un lote imposible. Y para colmo la espada se convirtió en su cruz, con la mala leche de que los toros se quedaban como una roca en el momento de entrar a matar. Era como pinchar en una estatua.
David Mora se inventó una faena a la sanferminera, rematada de espadazo y cortó una oreja, de las de aquí. Lo cierto es que David estuvo habilidoso para robarle algunos muletazos al manso lidiado en quinto lugar, además la espada la funcionó y eso en Pamplona es imprescindible, aunque sea un espadazo atravesado.
Rubén Pinar estuvo muy por encima de su lote, exprimiendo la casi imposible embestida de su lote, siempre bien colocado y muy firme.
Su faena al tercero, muy seria y de mucho más fondo de lo que el público percibió, rematada de una buena estocada, merecía algo más que ese silencio injusto al final.
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