
Luego, la presa devino reclamo: el peto protector, que fue ganando tamaño a medida que pasaban los años. Repelería la visión de un caballo herido. Mientras crecían las dimensiones de las guarniciones, fue cambiando el signo de los quites. Hace cosa de cuarenta años se trocaron los papeles clásicos: de cuenta del matador corre desde entonces el trabajo de llevar el toro al caballo y, a cambio, el peón pecha con el empeño de quitarlo del caballo.
En un quite de esos salió ayer arrollado por el primer toro Pablo Simón, torero navarro, de Tafalla, que se apodó Chicuelín cuando mataba novillos y dejó el alias cuando se pasó a las filas de los banderilleros zapadores. Al cuerpo de Infantería. El percance pudo haber sido grave, porque el toro lo prendió en arreón a querencia. Le hizo a Pablo Simón el quite San Fermín con su famoso capote salvavidas.
Hay dos clases de quites: los de recurso –por ejemplo, el de la cogida de Chicuelín- y los de arte, que son casi todos los demás. Hubo ayer un quite –de arte- por tafalleras. Firmado por Antonio Nazaré en el quinto de la tarde. En su fresca obra maestra “El toreo de capa”, Robert Ryan sostiene con argumentos que se llama tafallera al lance –lance cambiado, por alto, con las vueltas del capote y a pies juntos- porque Nicanor Villalta lo reinventó una tarde en que toreaba en Tafalla. Hace ochenta años.
PAMPLONA. Artículo de Barquerito: "Por tafalleras"
No hay comentarios:
Publicar un comentario