Una plaza de toros viene a ser como una sociedad en pequeñito, en la que cada cual siente y se enaltece a su manera. Así lo ha sido siempre.
El otro día a Morante y en Sevilla le hicieron salir a saludar al tercio después de haberse dejado un toro vivo, incumpliendo uno de las normas esenciales de la Tauromaquia. Pero cómo había toreado antes de este episodio. Justamente con esto se habían quedado los aficionados que aplaudieron, dejando en un segundo plano el episodio del estoque de cruceta. En otra plaza no habría ocurrido así, pero este hecho no resulta causa suficiente para desnaturalizar a la afición de la Maestranza. Es un signo más de la rica variedad del público de toros, en el que cabe los que le hicieron salir al tercio y los que en Madrid sacan el pañuelo verde.
