El animalismo (“una nueva religión”) y la tauromaquia, una pareja malavenida
Antonio Purroy, catedrático de Producción Animal, publica un libro en el que defiende la fiesta de los ‘bulos’ del movimiento antitaurino
Si algo tiene claro el movimiento animalista es su lucha contra la tauromaquia. Tiene que haber una razón muy poderosa para que una corriente mundial de pensamiento —que se viene demostrando que es una corriente innecesaria— ataque tan virulentamente al mundo de los toros, que tiene una importancia social y económica pequeña en el contexto internacional”. Este es uno de los axiomas que Antonio Purroy (Pamplona, 72 años), catedrático de Producción Animal de la Universidad de Navarra y aficionado a los toros, expresa en su libro El movimiento animalista, la producción animal y la tauromaquia. Una trilogía malavenida, (Ediciones Temple), de reciente publicación.
Y sigue: “Los animalistas se aprovechan de la fama mundial de la tauromaquia para difundir su pensamiento ideológico, basado en la igualdad entre hombres y animales (antiespecismo) y en el no maltrato animal”. “Tengo la obligación de conocer la existencia del movimiento animalista”, cuenta Purroy, “por mi profesión y mi afición, y he tratado de explicar en qué consiste, qué pretende, a qué sectores afecta y desmontar los mitos y bulos que maneja”.
“Pero el libro no pretende ser un ataque contra nadie”, insiste el catedrático, “sino explicar el fundamento del animalismo, su gran explosión en los años 70 del siglo pasado, que surge en los grandes campus universitarios, y argumentar mis desacuerdos, que se centran en el ataque a la producción animal y su importancia en el sector agrario y ganadero, y en lo que afecta a las personas, tanto en la obtención de productos y servicios animales, como en las que se refiere a las costumbres y tradiciones que están relacionados con animales”.
“Los animales no tienen derechos, pero son un bien jurídico que hay que proteger”
En Europa, el movimiento animalista nace con fuerza en el Reino Unido, de la mano del sicólogo y filósofo británico Richard Ryder, creador del término especismo, para referirse a la discriminación sustentada en la superioridad de una especie (la humana) respecto a otras (los animales). En 1985 se creó en España la Alternativa para la Liberación Animal, la primera asociación abolicionista de ámbito nacional y origen de las actuales, incluidas las veganas.
Antonio Purroy sostiene que los animales carecen de derechos al estilo de los derechos humanos porque carecen de deberes, y no poseen personalidad jurídica, pero las personas sí tenemos la obligación de cuidarlos y no abandonarlos. “El animal es un bien jurídico que hay que proteger”, aclara, “y el maltrato está perseguido y penalizado en nuestras leyes”.
El autor del libro analiza críticamente el veganismo (“la punta de lanza del movimiento animalista”) y los problemas de salud que, a su juicio, puede acarrear esta dieta, pone en entredicho “el gran mundo de los animales de compañía (mascotas)”, (”¿es bueno el trato humanizado que se les dispensa o se podría considerar maltrato animal?, se pregunta, aunque está de acuerdo en que los animales pueden ofrecer grandes servicios terapéuticos y de compañía a los humanos), y defiende la producción animal, en contra de los postulados animalistas, como elemento fundamental en la alimentación de muchos millones de personas.
“El animalismo pretende rebajar la condición humana”, mantiene Antonio Purroy; “propone una cambio revolucionario e implantar una nueva religión”. “Pero no nos engañemos”, continua, “detrás de esta corriente hay muchos intereses económicos en la producción de carne artificial (Bill Gates es uno de sus principales promotores), y quieren convencernos de que la carne animal es perjudicial para la salud, lo que no es cierto, como no lo es que los animales sean los responsables del calentamiento global”.
Y la tauromaquia…
Pregunta. Usted mantiene que el animalismo es el gran enemigo de la tauromaquia.
Respuesta. Sin duda, aunque creo que les importa poco porque no somos importantes en el contexto mundial. La facturación anual del negocio taurino en los ocho países donde está vigente, que yo he cifrado con benevolencia en torno a los 4.500 millones de euros, es calderilla para cualquier magnate que proclama las bondades de la carne artificial; pero la atacan porque así consiguen propaganda para sus intereses.
Purroy se detiene en lo que él califica como los “6 bulos, 6″ del animalismo sobre la tauromaquia.
A su juicio, el primero, el toro no sufre dolor durante la lidia porque los estímulos de la lidia activan potentes mecanismos fisiológicos en el animal, y libera una cantidad muy elevada de endorfinas, que son sustancias con un gran poder analgésico, más elevado que la morfina.
El animalismo pretende rebajar la condición humana e implantar una nueva religión”
El toro no padece maltrato alguno durante su cría en el campo —segundo—, y su cuidado durante sus años de vida en la dehesa es exquisito.
Muchos animalistas están convencidos de que los toros no son agresivos por naturaleza —tercero—, cuando son los ganaderos, “grandes alquimistas de la bravura”, los que han convertido la fiereza original en la capacidad de ataque actual.
El movimiento animalista proclama que el toro no desaparecerá aunque no se celebren festejos —cuarto bulo—, lo que es una falacia para Purroy. El quinto bulo se refiere a las supuestas subvenciones públicas que recibe la tauromaquia. Los toros, señala el autor, además de no suponer una carga económica al erario público, aportan al Estado 150 millones de euros en concepto de IVA, según los datos de 2019, aportados por la asociación de empresarios taurinos (ANOET).
Y el sexto: que los toros no son cultura, sino tortura. “No saben lo que significa la palabra tortura”, señala Purroy antes de profundizar en el asunto.
P. A pesar de todos sus argumentos, lo cierto es que el animalismo parece que tiene cada vez más simpatizantes en nuestra sociedad.
R. Eso habrá que demostrarlo. Los partidarios de este movimiento son muy trabajadores y se mueven muy bien en los medios de comunicación y en las redes sociales. Y el ciudadano normal, de natural bondadoso, puede llegar a simpatizar con mensajes repetitivos e imágenes sacadas de contexto.
P. De todos modos, el sector taurino asiste impasible ante estos ataques…
R. Es verdad que los taurinos se defienden mal, las explicaciones no son convincentes y existe una profunda desunión. En el fondo, el animalismo lo tiene muy fácil con los toros, y no solo porque sea un espectáculo en el que hay sangre, y puede resultar cruel para quien no lo conoce. Si alguna vez desaparece la tauromaquia, será por responsabilidad de los taurinos; y los animalistas estarían encantados, o no, porque se les acabaría un chollo.
P. ¿Pero usted cree que la fiesta de los toros tiene futuro?
R. Yo veo muchos jóvenes en las plazas, lo que es una buena señal. Pero los toros tendrán el futuro que queramos todos los que estamos implicados en ellos. No creo que una ley los prohíba, no; pero pueden desaparecer si el público deja de asistir. Pero, creo que no; la tauromaquia tiene mucha fuerza, mucha más de la que pensamos.
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