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No se creía ni un nuevo Juan Belmonte, ni mucho menos el inventor del toreo. Pero tenía muy clara cual debía ser su meta. No hace mucho venía a decir que había visto que era ese el hueco que quedaba en el toreo de su época para poder destacar.
Una modesta forma de explicarse, porque en realidad todo respondía a una concepción del toreo, una intuición quizás, que tuvo desde sus orígenes taurinos: hacerle al toro en la plaza de forma diferente a todos los demás aquello que era capaz de cincelar con las vacas en el campo, cuando ni siquiera tenía claro si iba a dedicarse al toreo |
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