El toro, guardián de la diversidad, ejemplo de sostenibilidad, ausente de la Cumbre del Clima
Greta Thunberg, la joven activista medioambiental, se ha marchado de
España sin descubrir uno de sus tesoros. ¡Lo que hubiera aprendido y
disfrutado si llega a conocer la dehesa ibérica y la crianza del toro
bravo…!
Qué oportunidad perdida, una más, del sector taurino, que ha visto
pasar delante de sus ojos la Cumbre del Clima, y ha sido incapaz de
visibilizar ante el mundo la realidad del toro.
Media humanidad
pendiente del oxígeno que respiramos y resulta que uno de sus grandes
productores ha permanecido agazapado, en silencio, desunido, y ha echado
por tierra una ocasión preciosa para haber mostrado a la sociedad los
muchos y grandes beneficios que a ella reporta el toro, la dehesa y la
labor de los ganaderos.
Si el sector taurino luciera dos dedos de frente y se sintiera
sinceramente comprometido con la realidad de la tauromaquia, habría
removido cielo y tierra para ser actor global en tan importante cumbre, y
habría convocado una magna manifestación en Madrid para enseñar y
cantar lo que aporta al medio ambiente.
Pero esto es una quimera, y otra vez los taurinos han sido reos de su desunión, cada cual a lo suyo y nadie en lo trascendental.
Ni siquiera se ha oído la voz de la Fundación del Toro de Lidia, tan
beligerante en las redes sociales contra el animalismo, y tan tibia y
silenciosa en este y en tantos otros casos.
Bien es cierto que la Unión de Criadores de Toros de Lidia (UCTL) ha
estado representada por Alianza Rural, una plataforma para la defensa
del campo, que ha organizado una mesa científica:
“Una aproximación de
la ciencia y la tecnología al reto climático”.
Una iniciativa a la que
poca relación se le supone con el mundo del toro.
No hubiera sido una mala idea que los ganaderos o la Fundación
hubieran invitado a Greta Thumberg a visitar una ganadería para
disfrutar con los secretos que encierra la crianza del toro bravo.
Además de recrearse con la belleza del campo, habría tenido la
oportunidad de saber que existen más de 976 explotaciones ganaderas de
raza de lidia, que cuentan con un censo de 231.457 animales inscritos en
el Libro Genealógico de la Raza Bovina de Lidia, y ocupan más de
250.000 hectáreas de dehesa definidas por la Unión Europea como Sistemas
de Alto Valor Natural.
El toro cumple un papel relevante en su entorno medioambiental.
La
ganadería brava hace un aprovechamiento racional de los recursos,
mantiene el ecosistema, contribuye al equilibrio del medio en que vive
y, sobre todo, protege la dehesa porque limita el acceso del animal más
depredador que existe: el ser humano.
Las dehesas (zonas localizadas en sierras y montes desfavorecidos,
agrestes y pobres, no aptas para el cultivo y amenazadas por la
despoblación) existen gracias a la rusticidad del ganado bravo —fácil
adaptación, aprovechamiento de alimentos marginales y capacidad para
sobrevivir con las mínimas condiciones ambientales—, lo que las mantiene
limpias y permite la compañía de otros animales, como el lince ibérico,
el águila imperial, la cigüeña negra, el jabalí…
Los expertos añaden que la mejor herramienta de conservación de la
dehesa es el ganado vacuno, y, en especial, el bravo, porque es el que
más aprovecha sus condiciones durante todo el año.
Las ganaderías de bravo contribuyen en la lucha contra el cambio climático porque las dehesas son sumideros de CO2 y fuentes productoras de oxígeno, y fijan la población de los medios rurales.
El toro es un abanico de biodiversidad que ningún otro animal puede
aportar, y está estrechamente ligado al mantenimiento del medio
ambiente.
El toro bravo es el guardián de la dehesa ibérica y ejerce un efecto
beneficioso para su conservación. Asimismo, rejuvenece el terreno al
evitar la invasión del matorral, previene la erosión del suelo y la
desertización gracias al pastoreo equilibrado que permite el
aprovechamiento óptimo de los recursos naturales.
La crianza de toros bravos supone, además, una barrera frente a los
incendios porque la constante vigilancia del ganado, y las
características de los cerramientos de las fincas dificultan la
formación y propagación de los mismos.
El toro es naturaleza, es ecología, la raza bovina más antigua del
mundo (siglos XVI y XVII); una joya del patrimonio genético español que
juega un papel clave en el equilibrio ecológico.
Su crianza en un ejemplo de sostenibilidad, vive en un régimen de
semilibertad durante cuatro o cinco años, y es la producción animal más
costosa, entre 4.500 y 5.000 euros por cada ejemplar que habita en la
dehesa.
Todo esto lo podía haber aprendido Greta Thunberg; y habría conocido a
los hombres del campo para quienes el toro forma parte de sus familias,
y son genetistas autodidactas, sabios de la ganadería brava y
verdaderos agentes de medio ambiente.
Todo esto se podría haber expuesto a la sociedad para que conozca lo que se cuece en la trastienda de una corrida de toros.
Pero, no. Los taurinos siguen empeñados en mostrar al público solo
los últimos veinte minutos de la vida de cada animal que salta al ruedo,
y ocultar su larga y plácida existencia en la que es beneficiario y
protagonista de la sabiduría que emana de la historia, del amor al toro,
del conocimiento, de la tradición…
Qué pena que a ningún taurino se le haya ocurrido, siquiera, editar
un vídeo en el que ganaderos, mayorales y toreros contaran y cantaran
las bondades de la crianza del toro. Por el contrario, sí lo han hecho
sobre el clima famosos deportistas, actores, actrices, intelectuales…
¡Lo que hubiera disfrutado Greta Thumberg…!
Claro, que no hubiera sido acertado invitarla a un festejo taurino.
La tauromaquia no forma parte de su cultura y, con toda seguridad, no
figurará entre sus apetencias culturales.
Pero el mundo podría haber conocido que, al margen de los respetables
gustos de cada cual, todas estas aportaciones medioambientales existen
porque el toro se ha mantenido a través de los siglos gracias a los
festejos taurinos.
Cada animal tiene una misión; la gallina pone huevos y hace un buen
caldo, y el toro se lidia en la plaza y es un pilar fundamental de la
ecología.
¡Lo que se ha perdido el mundo del toro, al dejar pasar el tren de la Cumbre del Clima!
Ya lo dejó dicho Víctor Barrio:
“La tauromaquia no hay que defenderla; hay que enseñarla”.
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