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lunes, 30 de agosto de 2021

QUE TOMARÁ LA ALTERNATIVA… ¡CON MIURAS! (1)

 Por Santi Ortiz


Con los recuerdos fresquitos de la pasada corrida Magallánica –salitre de los aires sanluqueños y la sal del ruedo de su plaza de El Pino–, en la que un novillero de Jerez tuvo la valentía de hacerse matador de toros con toda una señora corrida del mítico hierro de Miura, se me ocurrió tratar de contestar esta pregunta: ¿cuántos toreros a lo largo de la historia se doctoraron con los temidos toros de la A con asas?

Es, si quieren, un mero ejercicio de documentación histórica, pero para el aficionado curioso no estará de más darle un repaso e incluso participar de la polémica, pues mi lista no coincide con otras que por ahí he visto, ya que en la tarea de extraer fósiles del pasado no siempre rigen los mismos criterios ni se escarba en los mismos yacimientos. Veamos.


Comencemos diciendo que, en 157 años –desde 1864 hasta hoy– sólo 14 toreros recibieron el grado de doctor en tauromaquia ante astados de Miura. Número muy escaso de tener en cuenta el total de espadas alternativados que en la historia han sido. Y es que, en cualquier época, dar un salto tan decisivo en la carrera de un torero como es el del doctorado, multiplicaba sus riesgos si por los chiqueros habían de salir los toros de la doble divisa –verde y grana en provincias, verde y negra en Madrid–, con toda su leyenda y su carga de dificultades.

Aunque la menor diferencia de tiempo entre dos alternativas miureñas consecutivas, se da en 1931 y es de tan sólo 27 días, no deja de ser significativo que la más grande la marca el tiempo transcurrido entre los dos últimos doctorados; esto es: entre el de Fermín Murillo y este sanluqueño de Cristóbal Reyes. De uno a otro, han transcurrido nada menos que 64 años y 4 meses justos.

Abrir el elenco de estos hombres esforzados nos lleva a situarnos en el día de San Antonio de 1864, cuando todavía la ganadería sevillana no había cumplido cinco lustros de existencia. El marco es el de la madrileña plaza de la Puerta de Alcalá, donde murió Pepe-Illo y entraron tantas tardes en competencia éste y Pedro Romero. El alternativado fue un mocito de Ciempozuelos, llamado Vicente García y apodado Villaverde. Se la dio Curro Cúchares –con El Gordito dando fe– al cederle el castaño, carinevado y cornidelantero, “Corneto”; toro “de muchas libras”, como se decía entonces, y con el que el toricantano no consiguió sobresalir, pues la crítica reconocía haberle gustado más en sus actuaciones novilleriles.

La segunda alternativa miureña ocurrió ocho años más tarde –31 de marzo– en la Real Maestranza de Sevilla –decimoquinta ceremonia de investidura en dicho coso– y fue un doctorado de debut y despedida. Lo tomó el tomarense José Negrón, acartelado con el hasta entonces su maestro Antonio Carmona, El Gordito, quien lo había protegido desde sus comienzos. Negrón volvió tras esta alternativa a figurar como banderillero de El Gordito en las corridas que toreó éste mano a mano en Sevilla con Lagartijo. De ahí que muchos no consideren esta alternativa válida; mas yo la consigno porque, válida o no, la tomó estoqueando reses de Miura. Negrón, aquejado de tuberculosis, falleció en Tomares cuatro meses después de la cesión de trastos.


La tercera
también lleva su ración de controversia y por protagonista al murciano Juan Ruiz, Lagartija, que ya se había doctorado un año antes en Valencia llevando por padrino a Manuel Fuentes, Bocanegra; pero ocurrió que después siguió actuando como banderillero y como novillero, que es como decir que había renunciado a su doctorado valenciano. Por lo que cabe señalar como investidura definitiva la que tomó en Madrid –ya en la plaza de la carretera de Aragón– el 5 de octubre de 1879, al cederle los trastos Frascuelo para que se las viera con el negro bragado “Lindo”, toro con muchos pies que, en el primer tercio le sirvieron para tomar siete puyazos, derribando tres veces y dejando un caballo listo para las mulas, y en el último para declararse buey huido, como demuestran sus intentos de saltar la barrera: uno por el tendido 4, otro por el 5, otro por la puerta del toril, otro por la puerta de caballos y una última por el tendido 3. No pudo encontrarse Lagartija con un animalito que se prestase menos al lucimiento. A pesar de esto, el toricantano estuvo muy sereno y parando mucho, con el borrón de que la estocada le resultara atravesada. Con el sexto –otro manso– se le apreció desconfianza, aunque dejó ganas de volverlo a ver con otro material más propicio.

Once años más tarde –12 de octubre de 1890–, La Maestranza sevillana se viste de gala para presenciar la alternativa del paisano Antonio Arana, Jarana, que el año siguiente abriría el cartel de la primera corrida de toros de la historia celebrada en Huelva (valga el dato para los aficionados onubenses), y que las dos temporadas anteriores venía de figurar en la cuadrilla de Fernando Gómez, el padre de los Gallos. Será éste quien, en presencia de Antonio Moreno, Lagartijillo, le cedería muleta y espada para que se las viera con “Pascual”, el astado de don Antonio Miura que serviría para la ceremonia. Jarana, con 22 abriles, venía de hacer una magnífica temporada novilleril, con nada menos que seis actuaciones en la plaza de Sevilla. De ahí el ambientazo para verlo tomar la borla de doctor, aunque ni el encierro miureño ni su actuación pasaran de regular.


La quinta, fechada el 19 de septiembre de 1897, tiene si cabe más mérito que las anteriores ya que tres años antes el toro “Perdigón” ha matado al Espartero catapultando la incipiente leyenda trágica de la ganadería, que ya se lidia a nombre de don Eduardo. De nuevo, en el mismo ruedo madrileño, un hombre iba a cumplir su sueño de investirse matador de toros con un burel que luciera en su morrillo la temida divisa verdinegra. Ese hombre, antiguo carpintero de Triana, se llamaba Ángel García, y había adoptado como apodo el segundo apellido paterno: Padilla. Ese hombre acopió rápidamente fama novilleril toreando –en Sevilla lo hizo ¡once veces! en una temporada– en los principales cosos de España, hasta este día señalado en que, flanqueado por Mazzantini y Bonarillo, haría su primer paseíllo de matador de toros, estrenando su grado de doctor ante “Rabituerto”, el buen mozo ensabanado, calcetero de manos, bocinero y con salpicaduras cárdenas por el cuello, que le cedería don Luis. “Rabituerto” no se lo puso fácil pues llegó a la muleta quedado, defendiéndose y pidiendo “toreros a mí”. No obstante, en el sexto –“Verdugo”, de nombre–, ayudado por Luis y Tomás Mazzantini, estuvo muy decidido y lucido, haciendo rodar al toro de una gran estocada y cosechando su primera ovación en la nueva categoría.


Con el siguiente doctorado cambiamos de siglo, pues acaecería el 1 de septiembre de 1907 en la plaza de El Puerto de Santa María. Ya para entonces lucía dos nuevas muescas el colt de los miuras: la de Domingo del Campo, Dominguín, y la del novillero Faustino Posada, muerte ocurrida dos semanas antes en la vecina Sanlúcar de Barrameda. Era la primera alternativa del 
siglo XX celebrada en El Puerto y la protagonizó un mozo sevillano, de Alcalá de Guadaira –asolerado pueblo taurino, proveedor del amarillo albero que hace del ruedo de La Maestranza algo luminosamente distinto–, llamado Antonio Moreno y apodado Moreno de Alcalá; diestro de mucho valor y poco seso, cuya carrera avala como uno de los primeros “especialistas” en la lidia de reses de Miura. En día tan señalado, tuvo por padrino a Lagartijo Chico, siendo Morenito de Algeciras quien completaba la terna. La tarde fue atípica, pues la cesión de trastos tuvo lugar en el tercer toro, único que estoqueó el alternativado. La cosa tiene su explicación: el toro que abrió plaza fue fogueado y se echó al finalizar el tercio de banderillas para no levantarse más, por lo que hubo de ser apuntillado sin que Lagartijo pudiera cederle los trastos al neófito. Conforme al Reglamento entonces existente, el segundo lo mató Morenito de Algeciras, y el tercero –“Corcito”, negro, grande, gordo, hondo y apretado de pitones–, que le hubiera correspondido al padrino, fue el que éste utilizó para hacer matador de toros al de Alcalá, que estuvo valeroso con el huido animal, pasándolo de cerca y acabando con él de pinchazo y estocada, lo que le valió recoger una ovación, sombreros y… ¡hasta zapatos! Después, Lagartijo Chico mató cuarto y quinto y cerró corrida el de Algeciras pasaportando al sexto. Como ven, de sobrero nada de nada, por lo que Moreno de Alcalá sólo pudo estoquear uno. Le dieron 2.000 pesetas, mientras que los toros costaron 9.500.

Cierra esta primera parte, la última alternativa miureña que se celebró antes de que se implantara el uso del peto como protección de los caballos de picar. Tuvo lugar en Zaragoza, el 14 de octubre de 1910, y la tomó un mañico nacido en dicha ciudad que se anunciaba Joaquín Calero, Calerito. Fue el primero de los dos toreros maños que se doctoraron con las reses de la A con asas. Calerito lo hizo con el toro “Vinatero”, cedido por Vicente Pastor en la segunda corrida de la Feria del Pilar, con el testimonio de Rafael el Gallo –por entonces, Gallito– en primera línea. El toro fue bravo, pero el toricantano no pasó de regular. Oyó palmas. Mientras que en el sexto, que salió huido y dando saltos como un acróbata, por más que estuvo valiente y tratando de fijarle, no lo consiguió, pues el buey huía hasta de su sombra. Dejó una estocada caída y recogió palmas que se prolongarían en mayor número en la tercera y última de feria, que lo vio hacer nuevamente el paseo y lucirse con los toros de Zalduendo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Impagable labor de documentación. Gracias, como aficionado es un placer leerle y aprender .

Coronel Chingon dijo...

Gracias por tan excelente documentación, parece como una crónica vivida por ti mismo