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sábado, 23 de octubre de 2021

ROMPER LOS NUBARRONES QUE AMENAZAN

 Por Santi Ortiz


Transitando por las postrimerías de la temporada –concluida hoy sábado la Copa Chenel ya sólo queda algún que otro festejo suelto–, en un año atípico que, por los logros en él conquistados y el protagonismo asumido, bien podríamos llamar
“Año de Morante”, se abre ante nosotros un panorama en el que el toreo ve cómo le crecen las amenazas y se hace más palpable el desapego del Gobierno hacia la Tauromaquia.

Indigno el trato presupuestario –limosna de 65.000€ ante la millonada destinada a otros espectáculos culturales– y despreciable la aceptación de la misma por los responsables del mundo del toro, olvidados de que el toreo es un espacio de honor, de dignidad y valentía, avalado por miles de cicatrices grabadas en los cuerpos de los lidiadores, por centenares de muertos caídos en el ejercicio de su profesión, por todo un firmamento de cuitas encerradas en los libros de ganadería. Cuánto desvelo, cuánta dedicación, cuánto sacrificio, tirado por los suelos por el exceso de parloteo de las entidades teóricamente encargadas de defender la Fiesta y que no dan muestras de tener sangre en las venas aceptando como pordioseros las migajas que nos arrojan.

De nuevo, como lo fueron los trabajadores del sector taurino de las ayudas por covid, se excluye del Bono Cultural a los jóvenes amantes de la Tauromaquia. Primero dijeron que sí, pero inmediatamente rectificaron, seguramente a instancias de la superioridad, y con el pretexto de que “hay prioridades”, según la ministra Montoro, nuestros jóvenes aficionados no podrán beneficiarse de esta ayuda, como lo harán los del cine, el teatro, la música, etc. No es que esté yo muy a favor de dichos bonos, que sólo persiguen una finalidad electoralista, porque lo que deberían proponerse es hacer la cultura asequible a todos los bolsillos y erradicar el tremendo paro juvenil que nos asola, así los jóvenes podrían tener “posibles” para poder pasar por taquilla; pero una vez concedidos los bonos, supone otra muestra de prevaricación del Gobierno –y van…– el dejar a la Tauromaquia fuera de juego, como si fuera el Gobierno y no el Estado quien los paga.


Cautivo de los socios que le chantajean a cambio de permitirle dormir en la Moncloa, Pedro Sánchez se aviene a todo lo que le plantean los bastiones del antitaurinismo, pese a que en su propio partido hay gente de peso que son taurófilos hasta la médula. De hecho, algo han debido pesar sus opiniones cuando en el anteproyecto de ley de protección animal –la obra magna de Sergio García Torres, el Director General de los (inexistentes) Derechos de los Animales; el de los 80.000€ a dedo– se ha visto obligado a dejar la Tauromaquia al margen de dicha Ley, bajo el pretexto de buscar celeridad en su aprobación.

No obstante, el antitaurinismo sigue apretando sus tuercas en pos de la eliminación del toreo, aunque este hecho debe enmarcarse en otro más amplio en el que intervienen el animalismo, el hembrismo y la falsa progresía, tres cauces distintos que confluyen en el mismo fin: acabar con nuestra civilización y alcanzar su dominación totalitaria, hipnotizando al pueblo para convertirse en su amo absoluto. Porque es eso lo que persiguen: consumar el atentado contra nuestra civilización; que engloba el atentado contra la fiesta de los toros, contra la caza, contra la pesca, contra los pastores y ganaderos, contra el mundo rural, al que están  contribuyendo a despoblar, contra la gastronomía, contra la enseñanza, contra el varón, contra unos modos de vida con raíces de milenios. Y todo por la inquina de unos ignorantes –o pícaros– que gratuitamente se otorgan el título de “Protectores de la Sociedad” y no son más que unos tiranos de nuevo cuño, herederos del más nefasto absolutismo.

Ahí está la dictadura del animalismo, un nuevo fanatismo religioso que trata de presentar al ser humano como detestable y al que culpabiliza de todo lo malo que ocurre en el planeta sin meter en el recuento lo mucho positivo que el hombre ha conseguido para alcanzar el bienestar que también los animalistas gozan, aunque miren para otro lado. Lo mismo que el hembrismo –que es como denomino a la cara femenina del machismo, aunque quieran hacerlo pasar por feminismo– fomenta el odio y la animadversión hacia el hombre.

 Ambos presentan indiscriminadamente al animal y a la mujer como víctimas, lo mismo que hace la falsa progresía del secesionismo nacionalista. Sin embargo, por exacerbado que sea su victimismo, ellos son los perseguidores, no los perseguidos; ellos son los censores, no los censurados; ellos son los dictadores, no los oprimidos.

Uno cree que pretender erradicar aspectos de la vida humana tan esenciales como la caza, obligaría a presentar argumentos de peso, matizados hasta los extremos más sutiles. Sólo porque el hombre es cazador desde hace 40.000 años, allá por el paleolítico superior, manifestando su condición carnívora, por más que les pese a los profetas –pagados o manipulados– del veganismo, tendrían que ser muy cuidadosos para exponer sus argumentaciones abolicionistas. Sin embargo, lejos de eso, se encastillan enunciando su mantra en defensa de los animales como “seres sintientes” y ahí acaba su discurso. El hombre no tiene derecho a matar animales, porque lo dicen ellos. Admiten –no les queda otro remedio– que unos animales maten a otros, pero el hombre no. Y son tan estúpidos que no se dan cuenta de que la caza, racionalmente limitada, es absolutamente necesaria para que ninguna especie se convierta en plaga y desequilibre su ecosistema como va a ocurrir con el lobo después de la nefasta ley que ha conseguido blindarlo en nuestro país.


No hay más cera que la que arde. Tenemos que vérnosla con la irracionalidad animalista-hembrista-progresista y éstos buscan asegurar su dominación totalitaria incidiendo en los tres factores que pueden hacerla posible: la intromisión en el lenguaje, la destrucción de la historia y la memoria y el fomento del aislamiento. Del primero, además del ridículo lenguaje inclusivo, tenemos la muestra de su catadura moral fomentando la delación de los profesores que imparten sus enseñanzas en Castellano tanto en Cataluña, como ahora también en Baleares y la Comunidad Valenciana, igual que han hecho contratando un servicio de espionaje en los recreos de los colegios para ver qué alumnos hablaban en castellano. Como la Inquisición o la Gestapo. De la historia, de todos es sabida la manipulación con que vienen falsificándola y en cuanto a la memoria, condenan al olvido todo aquello que les interesa. No hay mejor ejemplo que lo que han hecho con los toros en Cataluña, pretendiendo hacer pasar por antitaurina una de las regiones y una ciudad –Barcelona– con uno de los mayores pesos específicos en la historia de la Tauromaquia.

Con gente de esa calaña, no hay acuerdo que valga. Van dispuestos a aniquilar todo lo que les estorbe en su camino y no queda otro remedio que entrar en la confrontación para pararle los pies a sus desahogos.


 En este contexto, me parece acertado que el empresario Carlos Zúñiga haya solicitado al Ayuntamiento de Gijón la prórroga para la explotación del coso de El Bibio en 2022, en contra de los deseos de su alcaldesa Ana González de prohibir los toros en la feria de Begoña. Si el consistorio lo deniega y sigue en sus treces de no dar toros en Gijón, será el momento de meterle mano jurídicamente por haberse extralimitado en sus competencias. Lo mismo que en el caso de Espartinas no podemos seguir cruzados de brazos esperando a que nos las den todas en el mismo lado.

No es flaca tarea romper los nubarrones de las mentiras imperantes, pero es imprescindible hacerlo. Es preciso acabar con los que nos amenazan y utilizar con más frecuencia y acierto la Ley 18/2013, que exige la protección de la Tauromaquia por los poderes públicos, para meter en cintura a toda esta mangada de desaprensivos. Y hoy mejor que mañana. O eso o morir. A ver si nos hacemos cargo de una vez.

Por mi parte, me duele lo que está pasando, por lo mucho que le debo al toreo. Y en los surcos que el dolor me ha abierto, a falta de semillas de justicia, quiero plantar mi férrea oposición a las patrañas que quieren someternos. Por mis escleróticas venas, mi sangre roja canta todavía una epopeya juvenil en busca de un nuevo paradigma de razón y equidad. Mal que le pese a muchos… ¡¡Viva el toreo!!


2 comentarios:

Coronel Chingon dijo...

De nuevo un gran artículo, no solo en defensa del toro sino tambien una excelente crítica del desgobierno de los pogrechupopteros. Está claro con esta gentuza que si no eres gay, negro o magrebí y musulman, vegano y animalista te puedes considerar un ciudadano de segunda. Tengo mis dudas de si en España ha habido alguna vez democracia desde 1978, pero si la hubo estos gilipollas se la han cargado, y esto es solo el principio.

Unknown dijo...

Como sienpre puerta grande