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domingo, 26 de junio de 2022

Y VISTA ALEGRE MOSTRÓ SU FLAMANTE SONRISA


 Por Santi Ortiz


Cuando el dantzari concluyó el zortxico que clausuraba el aurresku de honor con que la cortesía vasca saludaba a los protagonistas de la reinauguración de Vista Alegre –mocita pimpante y sesentona gracias al milagro de la cirugía estética de la tecnología– y las notas del pasodoble se adueñaron toreramente del cielo de Bilbao, por tercera vez en sus ciento cuarenta años de existencia, el coso vizcaíno echaba al aire su mejor y más remozada sonrisa.

Ahora, la empresa formada por Bailleres y Martínez Flamarique ha publicitado la plaza y su remodelación como BIVA Bilbao, donde la primera palabra viene a ser un acrónimo de Bilbao Vista Alegre; sin embargo, el primer coso bilbaíno con este nombre nace al mundo el 13 de agosto de 1882, fecha en que se celebró la primera corrida de la feria de inauguración, compuesta por cuatro festejos, en los que una terna de espadas –Manuel Fuentes, Bocanegra; José Lara, Chicorro, y Fernando el Gallo, el padre de Rafael y Joselito–, se enfrentó, por orden cronológico, a las corridas de Joaquín Pérez de la Concha, Rafael Laffite, Vicente Martínez y la última, compuesta por astados de doña Dolores Monge, viuda de Muruve.

Es curioso que cuando surge la propuesta de construir esta plaza de toros, Bilbao tenía otra en pleno funcionamiento, que hasta compitió con la nueva en ese año de 1882 sin que ya lo hiciera más, pues, tras algunas rencillas entre los accionistas de un coso y otro y la petición por parte de la empresa de la plaza vieja al Ministro de Gobernación de que se detuviera la construcción de esta primera Vista Alegre, los accionistas de la plaza nueva decidieron adquirir la antigua, con lo que evitaron las posibles competencias que pudieran surgir entre ambas, como la ocurrida en el año de la inauguración, pues la plaza vieja también programó su feria, para los días 20, 21, 24 y 25 de agosto, donde nada menos que Lagartijo y Frascuelo –llevando de sobresaliente a Antonio Pérez, Ostión– dieron cuenta de los encierros de Veragua, Miura, Laffite y Félix Gómez, adquiridos para la ocasión. Es de señalar que las corridas verificadas en la plaza vieja fueron más lucidas que las celebradas en la nueva, tanto por lo que a ganado se refiere como a los lidiadores y a la afluencia de público, en la que pesó como una losa el paupérrimo juego que dieron los astados de Pérez de la Concha –desde “Casaíllo”, primero que holló su ruedo, hasta el huido “Terciopelo”, que cerró plaza– en el festejo inaugural.

De las pocas cosas destacables de esta corrida, aparte del buen manejo capotero de Gallito, cabe señalar la estocada recibiendo de Bocanegra al cuarto, al que citó dando en el suelo una patadita con garbo, después de que hubiera galleado lucidamente Llaverito, uno de los hombres de su cuadrilla, que con el tiempo ganaría fama y renombre anunciándose en los carteles como Rafael Guerra, Guerrita. Les suena, ¿verdad? Por cierto, que Bocanegra se hirió con el estoque en la tercera corrida, causando baja en la última.

Setenta y nueve años y más de mil y pico de corridas después de esta inauguración, la cartelería de Vista Alegre iba a anunciar el que sería último festejo de su historia: una novillada con picadores, para el 4 de septiembre de 1961 –la quinta de aquella temporada–, con reses de Antonio Pérez de San Fernando, para Manuel Benítez, El Cordobés; Rafael Chacarte, y José María Montilla. Tarde de “No hay billetes” y triunfo cordobesista abortado por los aceros, que se saldó con dos clamorosas peticiones de oreja, dos vueltas al ruedo en su primero y tres en su segundo y monumental bronca al palco presidencial por desatender la demanda del público. Aquella misma madrugada, unas colillas imprudentemente tiradas por algunos espectadores, dieron origen al devastador incendio que destruyó por completo el coso; siniestro que no escapó al magín publicitario de El Pipo, pues aunque en aquellos momentos estaba enfrascado en la organización del festival de El Pardo, donde Manuel Benítez torearía ante Franco, con la cámaras de televisión dando fe, insertó en el semanario El Ruedo la propaganda que acompaña este texto.



No había tiempo que perder y los propietarios del coso –la Casa de Misericordia de Bilbao y el Hospital Civil– se pusieron manos a la obra para acometer cuanto antes su reconstrucción.

En octubre, ya se comenzaban las obras de demolición de la plaza quemada, para sobre ella poner en marcha las de construcción del nuevo recinto. Y todavía en el mismo mes se iniciaban las obras de cimentación, calculadas para un aforo de entre 15.000 y 17.000 localidades, aumento que no repercutiría en la altura del edificio visto desde el exterior, ya que se lograría a costa de rebajar un metro y veinte centímetros el piso del ruedo, que, de nuevo, quedaría cubierto con esa arena negra tan característica del coso bilbaíno y pesadilla de los mozo de espadas, que, en realidad, no era tal arena, sino piedra molida de las canteras de Orozko.

Lo importante fue que los contratistas cumplieron cabalmente sus promesas y el nuevo Vista Alegre estaba listo para su inauguración el día 19 de junio de 1962, fecha emblemática para los vencedores de la Guerra Civil que hacían referencia de ella como de la “liberación de Bilbao”. Se organizó para el acontecimiento una miniferia de dos corridas de toros y una novillada, para los días 19, 20 y 21 de junio. El paseíllo del estreno –con todos los toreros destocados– estuvo comandado por Antonio Ordóñez, de negro y plata; César Girón –que sustituía a Jaime Ostos, lesionado días antes en Barcelona–, de celeste y oro, y Rafael Chacarte, el torero de la tierra, nacido un poco más abajo de Bilbao, en Baracaldo, allá donde los altos hornos, que lucía un terno negro bordado en oro. Para la ocasión se escogió un toro de las siguientes ganaderías: Juan Pedro Domecq, Antonio y Carlos Urquijo, Atanasio Fernández, Antonio Pérez, marqués de Domecq Hermanos y Arellano y Gamero Cívico, según salieron por orden de lidia. El primer astado que pisa el nuevo ruedo atiende por “Limonero”, número 32, de Juan Pedro, y será el que a la postre se llevará el premio al toro más bravo de la corrida inaugural, concedido por el exigente jurado designado para el caso. La primera oreja la cortará Ordóñez del toro de Antonio Pérez, César obtendrá otra del quinto y Chacarte se erigirá en triunfador del festejo al llevarse las dos del que cerró plaza.

En la segunda corrida, también se lidió un toro de las ganaderías anteriores, dándole la vuelta a lo ocurrido en la primera inauguración, donde se dejó la misma terna para distintas ganaderías, siendo ahora la de toreros la que variaba, pero anunciándose con los mismos hierros. Los espadas anunciados esta segunda tarde fueron Diego Puerta, que cortó la única oreja del festejo, Mondeño y Paco Camino.

Cerró el capítulo de festejos una novillada del conde de la Maza, generosamente donada por el ganadero a los asilos, que sacó más genio de la cuenta para que con él lucharan el arnedano Antonio León, reconocido intérprete del volapié y que a tres meses vista tomaría la alternativa; Ramón Sánchez, el murciano que se llevaría la única oreja de la tarde, y Manuel Iglesias, El Califa, recién salido de su gravísima cogida –treinta y tres centímetros de arteria de plástico hubo que ponerle– sufrida en Trujillo. Poco después de la novillada que aquí reseñamos, se metió a banderillero y formó parte de las cuadrillas de Fermín Murillo, El Alba o Miguel Peropadre, Cinco Villas, entre otros.

Quedaban así abiertas las puertas del nuevo Vista Alegre. Con ellas de par en par, terminó de pasar la noche del franquismo, vino la democracia, y la Constitución. Se construyó la España de las autonomías, y la vida siguió pidiendo espacio para ir desarrollándose de acuerdo al cara y cruz de las ideas. Atravesamos la simbólica marca del siglo XXI, y el mundo se nos hizo más hosco y peligroso. Empezamos a sufrir las embestidas del antitaurinismo, la hipocresía del buenismo, la peligrosa puerilidad del animalismo, el involucionismo de la izquierda indefinida, el albañal de odios de las redes sociales, el hembrismo machista, el movimiento woke, la cultura de la cancelación y sus esfuerzos por destruir reputaciones… Y Vista Alegre, metida en su viaje por las aguas del tiempo, continuaba despierta, viva, a lo suyo, dignificando al toro y a cada temporada con el rigor astifino de sus serios astados, capaces de meter insomnio en las monteras e incertidumbre en el cónclave de los aficionados; hasta que llegó la pandemia precintando los portones de las plazas, convirtiendo la cabaña brava en carne de matadero y evidenciando que, para el ministerio de Yolanda Díaz, los profesionales taurinos eran trabajadores de segunda sin derecho a las mismas ayudas que el resto.

Aquella Vista Alegre celebró su última corrida el domingo, 25 de agosto de 2019, dejándonos la imagen del orgullo de Manuel Escribano paseando la oreja del miura que clausuró a un tiempo las Corridas Generales y la segunda andadura de la plaza. Sin embargo, dos días antes de esta despedida, el coso bilbaíno aún pudo añadir a sus anales una efeméride inédita en toda su historia: la primera vez que un torero cortaba en su ruedo cuatro orejas lidiando sólo dos toros. Me refiero al triunfo incontestable, cima difícilmente repetible incluso para su propio autor, de Paco Ureña con los astados de Jandilla. Ni antes ni después vi al diestro murciano torear de esa manera ni iluminar su toreo de muleta con ese fulgor inmaculado y puro. Por eso, esta vez, las cuatro orejas arrojaron un cómputo fidedigno de la amalgama de inspiración, sabiduría y clasicismo con que inundó la tarde el torero de Lorca. ¿Hay precedentes de algo semejante? Sí, pero para ello tendríamos que transportarnos a la tercera corrida de feria de 1959, cuando Antonio Ordóñez le cortó otras cuatro a su lote de astados de Atanasio Fernández, compartiendo terna con Miguelín y Mondeño; no obstante, eso nos llevaría a la plaza anterior y no a la que nos referimos, inaugurada como ya quedó dicho por el mismo torero rondeño tres años después. Es cierto que en este segundo Vista Alegre cortaron cuatro orejas El Cid y José Garrido, pero lo lograron en dos encerronas de seis toros y seis novillos, respectivamente. También Manuel Benítez, El Cordobés, en 1964, pero en una tarde que mató tres toros por cogida de Luis Parra, Jerezano. Así que el hito marcado por Paco Ureña es único.


Llegamos así al parón de la pandemia, con una plaza de Vista Alegre de precaria salud, necesitada por tanto de una ineludible restauración, y con una empresa arrendataria del coso –BMF Toros– dispuesta a correr con los gastos de reforma y remodelación e incluso del acondicionamiento de nuevos espacios que permitiesen unir a los festejos taurinos la celebración de otros espectáculos de ocio y cultura. Era la hora de las obras. Desde el confín de la agonía nacían las nuevas esperanzas. Y la reforma se llevó a cabo a todos los niveles, desde la sustitución de las secciones de hormigón, muy erosionadas por el paso del tiempo, hasta la ornamental de proporcionar una imagen del recinto más limpia, luminosa y cuidada. Así, apurada cada día la copa del trabajo, llegamos en estas al pasado domingo, 19 de junio, donde el toro volvió a saltar a la oscura arena bilbaína para emprender la tercera etapa del camino. El primero que lo hizo infamó de mansedumbre su pial de San Pelayo e impidió que su matador –Pablo Hermoso de Mendoza– pasara de saludar una ovación. El primero de lidia ordinaria atendió por “Incrustador”, con el hierro de Jandilla, y de él obtuvo Manzanares la primera oreja cortada en el remozado coso. Las otras dos las cortaría esa tarde el verdadero e indiscutible triunfador del festejo: Andrés Roca Rey, el cóndor peruano, que vuela sobre el viento y la bravura, sobre los derrotes y las amenazas, con la majestuosidad del ave sagrada de su tierra. En Bilbao demostró una vez más el imparable momento que atraviesa. Así como el cóndor aprovecha las fuertes corrientes de los vientos marinos, Roca Rey se monta en la tormenta de las embestidas, tras dejarlas crudas en el caballo, para hacer más patente su indómito poder. Desde las andinas cumbres de su toreo, la sonrisa feliz de Roca Rey vino a confundirse con la que mostraba la flamante Vista Alegre. Las Corridas Generales están a la vuelta de la esquina… ¡Que la suerte los bendiga a todos!


1 comentario:

Coronel Chingon dijo...

Enhorabuena, muy bien documentado