Extraordinario
el torero de Extremadura, que corta una oreja de ley al toro más
encastado y humillador de toda la corrida que conmemoraba el centenario
de Albaserrada
Pura casualidad, de seguro. Pero de los toros de calidad que se lidiaron
en este abono, los que permitieron el triunfo salieron en 6º lugar. Y
eso está bien, porque así de la plaza se sale con otro ánimo en el
cuerpo. En esta ocasión ha sido un toro de Victorino Martín, que sin
llegar a la altura del "juanpedro" que permitió la apoteosis de David
de Miranda, si ha salvado un festejo que discurría en un tono muy menor.
Lo supo entender Emilio de Justo, que sigue siendo uno de los
preferidos de Madrid.
MADRID.Décimo
sexta del abono de San Isidro. Casi lleno: según la empresa, 22.014
espectadores (93,2% del aforo), en tarde agradable aunque con Eolo
presente como en días anteriores, aunque a ratos se dormía. La empresa
siguió una política ahorro de agua, el nuevo oro; a su tenor estuvo el
polverío que había en el ruedo.
Toros
de Victorino Martín, con un cinqueño –el que hizo 2º--, bien pero
desiguales de presencia, destacando sobre todos el 5º. Con demasiada
blandura de remos y un juego manifiestamente mejorable; la honra de la
divisa la salvó el que hizo 6º, que éste si recordó al menos en algo a
los victorinos históricos. Se trató de ponerlos a casi todos de largo
ante los montados, aunque no sólo porque galoparan hasta el caballo se
les puede cantar su bravura; en este primer tercio, como en botica, hubo
de todo; en menor grado, lo bueno.
Octavio
Chacón (de riberadeduero y oro, con cabos negros), silencio y silencio
tras un aviso. Daniel Luque (de tabaco y oro) ovación tras un aviso y
silencio tras un aviso. Emilio de Justo (de azul noche y oro), silencio
tras un aviso y una oreja.
Incidencias:
Desde la meseta de toriles asistió una tarde más al festejo S.M. el Rey
don Juan Carlos; fue recibido con mucho cariño y los tres diestros
le brindaron sus primeros toros.
Cuando
con una terna tan experimentada en este tipo de corridas, como la que
hizo el paseíllo en Las Ventas, luego no pasa casi nada es como para escribir a casa.
Ya lo tuvo que hacer el ganadero el Domingo de Ramos y lo debería hacer
en esta 16ª del abono. Como el personal es optimista, le gusta pensar
que los buenos aun están en el campo y los disfrutaremos en otra
ocasión, que Victorino Martín no tiene reparos a repetirse en la
primera plaza del mundo. Pero, en esta tarde, no hubo más gloria para
la A cornada, y para el encaste al que se le rinde homenaje en estos
tres festejos; como mucho, unos cuantos goterones con el 6º.
Es lo cierto que en el conjunto hubo algunos toros con algo de mejor estilo. Pero como dicen los futboleros, sin resolver entre los tres palos. Fue
el caso del 2º o del 4º, por ejemplo. En unos las fuerzas flaqueaban,
en otros duraron un suspiro y nunca se entregaron. Un balance escaso;
bien podría decirse que la “culpa” es del ganadero, porque de él siempre se esperan cumbres mayores.
Pero
como ya es casi una tradición en este abono, salió el 6º de la tarde
para salvar la tarde y la honra. Había sido el mejor en los primeros
tercios y llegó a la muleta tomando el engaño por abajo y con mayor
largura que sus hermanos. En frente tuvo a Emilio de Justo, que volvió a
justificar por qué es torero en fase creciente. Tuvo momentos
verdaderamente primorosos. Por eso fue justo que, tras un espadazo un
pelín rinconero, se le concediera una oreja.
Octavio
Chacón, con su excelente oficio, la realidad es que nunca llegó a
despertar mayores entusiasmos en el tendido. Lanceó sobre las piernas,
con verdadero garbo al que abrió la tarde; pero “Milhijos” no regaló
luego nada. Mucho más centrado con la muleta en el 4º, pero entre pitos
y flautas aquello tampoco terminó de llegar al tendido.
Sin
acercarse al triunfo, una grata impresión dejó Daniel Luque. Justificó
por qué hay que mantener las esperanzas en este torero. No pudo ser una
actuación cuajada y lustrosa; pero si llevó dentro una buena lección de
oficio, de decisión y de su capacidad para sorprender. Cuando hubo
ocasión, que no fueron tantas, se estiró con gusto y templanza.
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