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TAFALLA.- El dios Tauro u otro que se precie o, sin más, el de turno, quiso premiar en la primera función a los ganaderos que insisten, casi que se arruinan y mueren, por preservar la diversidad zoológica de la península. Cosa que jamás entenderán los animalistas y, menos aún, los antitaurinos. La antiquísima casta veragüeña y vazqueña se reivindicó con una corrida muy en tipo y con una raza de tan variados como importantes comportamientos. Fue un lote de seis ejemplares del antiguo hierro de Prieto de la Cal, dos negracos abriendo plaza y cuatro jaboneros seguidos de estampas de revistero. Bien. Ante tan fastuosa materia prima salió aprobada la terna. Más nota, claro, para Joselillo, que maridaba perfectamente con Farolero, el cuarto, segundo jabonero de la cita, con pasajes largos, templados y con enjundia toreando al natural.
La segunda tanda por este pitón fue al ralentí y quedó con la firma de ser de lo mejor que se ha visto este año en cosos navarros. Un espadazo algo atravesado y delantero, pero muy eficaz, elevó el emotivo encuentro hasta dos pañuelos blancos y uno azul. ¿Merecido? Para que vean como son las osas, habrá gente, sin duda, que critique por excesivo el premio póstumo a Farolero sin haber presenciado el espectáculo: ya saben, Facebook, Twitter y guasapes hueros de sensaciones y de vida.


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