"La
dimensión taurina de Joselito es enorme y esta grandeza se ve reflejada
en múltiples facetas. Posiblemente no ha habido ningún torero –a
excepción de Guerrita– que tuviera el control de todos los estamentos
taurinos. Esta autoridad fuera de los ruedos le impulsó a la realización
de enormes proyectos como la construcción de plazas monumentales para
abaratar el precio de las localidades o la instauración del encaste
Vistahermosa como el preponderante en la cabaña brava española”.
Así viene a resumir el profesor Marcos
García Ortiz uno de los elementos que caracterizaron su paso por los
ruedos del menor de los “Gallo”.
Pero a continuación añade: “Pero
este dominio fuera de los ruedos no hubiera existido sin su poderío
ante los toros. Por ello, las encerronas ofrecían un magnífico
escaparate para desplegar la mayor variedad posible de suertes, tanto de
capa, como con banderillas y muleta. El máximo exponente de ello fue la
famosa corrida de Madrid, pero en otras también desplegó una gran
variedad que mostraba su enciclopédico conocimiento de la tauromaquia
anterior”.
En
la época gallista, la lidia por parte de un único matador del conjunto
de los toros de una corrida presentaba reminiscencias clásicas.
Lagartijo y Frascuelo lo habían hecho varias veces por imprevistos
surgidos o de manera meditada.
Guerrita, el torero más poderoso dentro y fuera de los ruedos durante el
siglo XIX, también se había prodigado mucho en este tipo de carteles.
Hasta 19 corridas toreó como único espada, aunque en sus últimos años
prefirió no realizar estas demostraciones de poderío. Precisamente
Guerrita cerró una de sus temporadas (1891) ante seis toros del marqués
de Saltillo en Córdoba.
“Joselito –escribe el autor-- llegó a hacer tradicional estas encerronas como colofón a sus
temporadas taurinas. En tres años consecutivos tuvieron como escenario
la plaza de Valencia, uno de los más firmes bastiones de los Gallo.
Después serían las de Bilbao y Málaga las que acogerían sus cierres de
campaña e incluso se programó una cuarta en Valencia, que fue suspendida
por la epidemia de gripe de 1918”.
Contra lo que se hizo popular, no era tan frecuente matar el sobrero en estas corridas. Gregorio Corrochano afirma que lo hizo “en casi todas”, pero
lo cierto es que lo hizo en cinco ocasiones: 26 de octubre de 1913 en
Valencia, 3 de julio de 1914 en Madrid, 18 de octubre de 1916 en
Zaragoza, 22 de octubre de 1916 en Bilbao y 3 de junio de 1917 en
Barcelona.
A
partir de Gallito el formato de corridas con un único matador alcanza
mayor popularidad y empieza a ser repetido por otros toreros, que
realizan este gesto como reto personal para mostrar su valía. La
práctica de matar el sobrero también será repetida posteriormente. Las
figuras inmediatamente posteriores, tomando su ejemplo, se anuncian ante
seis toros en solitario. El torero que estaba llamado a ser su sucesor,
Manuel Granero, se encerró en Valencia 16 de octubre de 1921, su
triunfal campaña, ante seis toros de José Bueno con un éxito formidable .
Durante
su larga trayectoria Marcial Lalanda toreó como único espada en cinco
ocasiones, además de otras dos que lo hizo en Portugal simulando la
muerte de los toros. La influencia en él de Gallito, el torero que más
admiró, fue enorme.
El 4 de junio de 1925 se encerró en Madrid con toros
de D. Vicente Martínez, como había hecho su ídolo en su tarde más
memorable. Con otra de ellas cerró su temporada el 19 de octubre de 1930
en Barcelona regalando el sobrero .
Sin
embargo, la rivalidad entre Gallito y Belmonte, tan tratada en todos
los terrenos de la taurología, queda descompensada en el capítulo de
encerronas, ya que frente a las 20 de José Gómez se opone únicamente una
que toreó Belmonte en Lima el 20 de febrero de 1921 ante toros del
Olivar.
Con este documentado ensayo, su autor intenta “ahondar
en este rasgo característico de la tauromaquia de Gallito. Creemos que
es importante su génesis para entender las circunstancias de cada
festejo, así como también la semántica de la propia palabra encerrona
cuyo significado que venimos utilizando no figura en ninguna edición del
diccionario de la Real Academia Española de la Lengua”.
Seguirán
pasando los años y la figura de Gallito seguirá despertando el interés
de los aficionados. Pero así como la gran cantidad de bibliografía que
el coloso de Gelves ha originado no da idea de la gigantesca dimensión
de su figura, tampoco la lidia de seis o siete toros en una tarde
transmitía la categoría de este torero, pues como afirma Don Ventura: “su
arte no reconocía especialidades ni sufría limitaciones, pues descendía
de lo colosal a lo grandioso, de lo grandioso a lo bello y de lo bello a
lo incorpóreo y tenue, corriendo desde el cuadro mural o la escultura
ciclópea en la roca viva de las cordilleras del toreo hasta el esmalte
imperceptible, hasta la miniatura sutil y el encaje vaporoso, porque
sacaba partido del más ínfimo detalle y era todo él un alarde de
extensión, de
plenitud y de matiz”.
A fundamentar todas estas conclusiones dedica Marcia García Ortiz este ensayo inédito, que el lector podrá leer pinchando aquí.
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