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domingo, 12 de marzo de 2017

Pepe Luis, el sueño de otra época

La reaparición de Pepe Luis Vázquez bien justifica un viaje a Illescas. No en balde nació con la pureza del toreo en las entrañas, aunque la ausencia de ambición y serios percances impidieron en su día que pudiera emular la majestuosidad torera de su padre. Su paso por el arte taurino fue largo en el tiempo, breve en los éxitos e intenso en los sueños; quizá, por eso es de esos toreros que desborda esperanza cuando decide volver a enfundarse un traje de luces.
Pero el tiempo es un juez implacable, y lo que es peor, la inactividad, que pasa factura cada día. Lógicamente, Pepe Luis ha perdido el oficio -no torea desde 2012-, pero mantiene el garbo, las maneras y la estampa.

En Illescas esbozó detalles fugaces de una clase innata que ilusionó al toreo en los años ochenta: una media, un cambio de manos, un natural extraordinario, una trincherilla garbosa, todo ello ante su primero, muy terciado y noble torete con el que mostró excesiva y comprensible desconfianza. Mostró sus mejores intenciones ante el cuarto, también de noble condición, pero los deseos de su cabeza no coincidían con los impulsos del corazón. No hubo entendimiento e, incluso, se llevó un susto sin más consecuencias.
En fin, que no pudo ser, porque no ‘lo que no pué ser, no pué ser’, pero ahí quedó la imagen de un torero clásico de los que pervivirán siempre en el sueño de los buenos aficionados.
El 8 de septiembre de 2012, en Utrera, se despidio de los ruedos a este Pepe Luis Vázquez. A pesar de sus 60 años, él también parece, como su padre, un «colegial tímido de resplandor trigueño/ que los rancios saberes perpetúa y destila» (Gerardo Diego). No ha cuajado faena, sólo ha dejado detalles de ese toreo «de cristal fino, fino,/ la elegancia ignorándose de la naturaleza». Alguna vez, corre la mano con naturalidad y sencillez, dibuja un doblón. Toda la Plaza está empujándolo pero no hay opción a más. En el cuarto, complicado, pasa un momento de apuro serio, que felizmente se resuelve sin consecuencias. En los dos, mete la mano con habilidad, a la hora de matar, y recibe el cariño del público.

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