
Porque la quietud y la distancia en el centro de la suerte revelan que el toro va muy bien toreado, a su temple, muy embarcado en la muleta, que el que manda es el torero.
El pase hay que rematarle, sin dejarse enganchar la muleta –temple- y llevarle, hasta dejarle a una distancia, que el torero no tenga que irse, ni dar un salto atrás, para ligar la faena sin interrupción, sin que pueda servir de pretexto salirse para saludar. Ya saludará después
El toreo debe fluir con naturalidad, sin violencias y espontáneamente.
Todo lo preparado es artificioso, incluso los pases preparados de pecho, que no deben porfiarse, sino ligarlos en los remates de los naturales, como una consecuencia, que es lo que son.
Estos fueron siempre los pases más destacados. Si esto decimos de los pases preparados de pecho, que aunque preparados tienen calidad, ¿qué diremos de esos pases que se preparan retorciéndose, y se amplían echando el brazo a las ancas del toro, como en uno coleo, que acaban en el pase del “tío vivo”
LOS MANDAMIENTOS DE LAS CORRIDAS DE TORO
Gregorio CORROCHANO
ABC, 16-6-55
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